Gaston_Nader
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Aunque habitualmente poco usada, reviviscencia aparece en el DRAEL como el sustantivo que expresa la acción y efecto de revivir. ¿Revivir qué? ¿Acaso está moribunda la profesión médica? ¿Cabe generalizar la cuestión a las restantes profesiones? El autor del texto es consciente que su título puede generar confusión tanto en médicos como en otros profesionales. Se hace imperativo abordar su aclaración.Vaya por delante la equivalencia de la dignidad intrínseca de todas las profesiones, pero admitiendo a la par que no todas presentan idéntica densidad vocacional. Al fin y a la postre no es lo mismo aspirar a desempeñarse como piloto del ejército del Aire que como archivero de un ateneo provinciano. Cuanto mayor sea esa densidad, más vigorosa y determinante será su influencia en la vida y en el ejercicio de la profesión del individuo. En tal sentido se puede aceptar que ejercer de médico la presenta elevada (la vocación, digo) y puede proponerse como ejemplo sin menoscabo de las demás profesiones. Por otro lado, hay en el asunto una posible fuente de confusión: considerar equiparables las expresiones buen médico y médico bueno. La primera está relacionada con la excelencia profesional, mientras que la segunda hace referencia al médico que ejercita la bondad, al que actúa bondadosamente. En el presente escrito la bondad no es motivo de consideración.Utilizar las palabras reviviscencia o revivir en el ámbito de la práctica médica deja un retumbo lejano de que algo grave está ocurriendo en ella, lo que no se corresponde con la realidad. Pero es cierto que dicha práctica produce cotidianamente en el médico desconchones y raspaduras en su ánimo y en su ánima. Algo similar a lo que le ocurre a un mueble heredado de los abuelos: no está desvencijado, pero sí desportillado y necesitado de restauración. Así que no es fácil ser un buen médico y menos aún conseguirlo en un santiamén. El único medio de conseguirlo es tener el afán de ser mejor cada día en el ejercicio de la profesión. Ello demanda mantener constante una exigencia consigo mismo para superar el nivel de mejora conseguido anteriormente. Incluyendo en ese período todo su ayer como médico, desde el primer encuentro con un enfermo (cuyo recuerdo puede estar ya perdido en las brumas del pasado) hasta el último del día precedente. Conviene alertar sobre la posibilidad de confundir ser mejor médico con ser el mejor, subrayando el artículo, que a lo sumo puede conducir a estériles batallas de «egos» con otros compañeros. Por el contrario, ese deseo de ser mejor diariamente le evita no ser un médico del montón, adocenado, rutinario. Pero supone algo más: a la larga, esa acumulación de diarias mejorías profesionales será el mecanismo que lo transformará en un buen médico. A la base de esta pulsión persistente palpita vigorosa la vocación, esa atracción imperiosa y misteriosa hacia una profesión (de médico o de cualquiera otra). Su presencia aporta el chispazo inicial que pone en marcha la tendencia a ejercer dicha profesiónMas no acaba ahí el papel de la vocación. Su permanencia y consolidación a lo largo del tiempo aporta la energía necesaria para superar el desgaste diario (los desconchones antes referidos) del ejercicio profesional. En otras palabras, la vocación posibilita la reviviscencia cotidiana del buen médico, el revivir diario que necesita para la práctica de su profesión. Algo similar sucedía a los caballeros medievales, quienes aspiraban a que su conducta dieran un sentido pleno a su vida. El maestro Ortega, en expresión atinada y luminosa, decía que estaban obligados a ser a la vez corcel y espuela. Una imagen similar, puesto que la cosa va de médicos, ofrece el funcionamiento del corazón: tiene que autogenerar el estímulo que pone en marcha su contracción y contraerse casi simultáneamente. Naturalmente, quienes aspiren a ser buenos médicos no pueden poner fecha de finalización a su tarea. Se trata de un proyecto sin fin, de una empresa que empapará todo el entretejido de su quehacer profesional y vital en extensión y profundidad. SOBRE EL AUTOR José Antonio Durán Quintana Académico de Número de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla
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