Hay momentos en los que rezar tiene sentido, incluso si eres ateo o agnóstico. Hay coyunturas en que un país completo, buscando una alternativa que se hace esquiva, puede entregarse al rezo, a la oración, implorando la intervención de algún poder superior que traiga el alivio, la compasión, la piedad que los poderes terrenales no le han propiciado. Clamando porque se haga la luz.
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