Kelsie_Rohan
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«Si tuviera media hora con el siguiente presidente del Gobierno solo le hablaría de una cosa: natalidad, natalidad, natalidad». El economista Jesús Fernández Villaverde , profesor de la Universidad de Pensilvania, llena el auditorio de la Fundación Rafael del Pino cada vez que visita España. Provocador, va armado con hechos y huye de frases huecas y complacientes. A diferencia de colegas más cobardones, no espera a que despegue la ola para decir lo que antes sonaba políticamente incorrecto. Lleva tiempo alertando sobre la demografía española y, a diferencia de muchos, lo suyo son datos y no vaticinios difusos que producen miedo a vivir. A engendrar. La pirámide poblacional está ahí, cada mañana que despertamos.Ningún gobierno da con la tecla para animar a tener hijos . El resorte es emocional, no racional. Ningún decreto te va a encontrar una pareja que te haga padre o madre. Ninguna ayuda de BOE ayuda tanto como una pareja estable y que se quiera. En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Se lanzan con más arrojo a tenerlos los que creen en el pan debajo del brazo que los que echan un vistazo a la biblioteca sobre crianza. Si el enfoque es materialistal, con una tabla de Excel y los números de Save The Children sobre el coste mensual de un hijo, no habrá niños a los que salvar. Pocos iniciarán la aventura milagrosa de que un espermatozoide entre millones fecunde a un óvulo y comience así la historia de una persona que pueda mejorar el mundo. Para querer que eso ocurra, para ver la potencia en cada bebé, precisas de alegría y optimismo, ausentes en el llamado progresismo.Algunos los están encontrando en una vuelta a la religión. Lo pensaba el domingo, misa en la iglesia de San Juan, Málaga, donde no había entrado nunca. No había sitio en los bancos. Un matrimonio muy joven se ponía en cola para comulgar con un bebé en brazos. Esa tarde, vi a una pareja igualmente joven, tres niños menores de cinco años y ella embarazada. Me lo decía Ignacio, ambiente jesuita de Madrid: «Tengo sólo dos y soy el raro de mi pandilla». Está pasando. No se percibe aún en las estadísticas, pero pregunten. No tienen hijos porque lean a Pinker y concluyan que ir al dentista ahora duele menos que antes, ergo el mundo mejora. No toman la decisión de ser padres mirando estadísticas. Les apetece formar una familia con la persona que quieren. Suena cursi. Hace unas semanas, un profesor de filosofía en una conferencia, preguntado sobre si había esperanza, contestó que quedaba el amor. Sin alusiones al cristianismo. Luego, en privado, me dijo: «Soy como un cura laico, pero que vaya calando». Cala. Hay iglesias más llenas. Jóvenes que están volviendo a una religión que abandonaron sus padres. La vida es así. Nunca sabes del todo qué nos va a mover aunque intuimos que la ley del péndulo funciona. Puede que empiece a haber más niños. No lo habrá conseguido ninguna charla con el presidente del Gobierno. Será consecuencia de miles de charlas interiores. A lo mejor hay gestándose un renacimiento. Nacimiento. Natalidad. Navidad. Feliz.
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