Refugio en la adversidad

nathanial59

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En medio de una catástrofe, de una guerra o un desastre natural, en un acontecimiento extraordinario y dramático de nefastas consecuencias, como la gota fría que asolaba estos días la Comunidad Valenciana, lo fundamental y prioritario, por supuesto, es salvar vidas. Y ahí deben dedicarse todos los esfuerzos en primer lugar y con toda urgencia. Pero a esas pérdidas humanas y a los daños materiales que afectan a los que quedan, a esas otras vidas que ya se han visto alteradas de una u otra manera sin previo aviso y para siempre, que solo desean recuperar algo parecido a una normalidad que ya no es la suya, hay que sumar también los daños en el patrimonio artístico y cultural. No es primera necesidad, desde luego. No es agua fresca ni medicinas, no es alimento ni es ropa, ni un techo o un ser querido. Pero la cultura nutre el alma, no es urgente pero sí es importante, y por eso no es raro encontrar, en medio del pecio de lo que fue un hogar tras un terremoto, a una muchacha que abraza un libro, rescatado de entre todas las posesiones ya dadas por perdidas. O a unos niños jugando a ser toreros tras una riada y en cuanto baja el agua, o un cuadro que destaca en lo más alto, a salvo, sobre el montón de trastos inservibles que hasta hace nada conformaban un hogar. Por eso una bibliotecaria en Irak es capaz de arriesgar su vida para salvar 30.000 libros durante una invasión, sacándolos a escondidas antes de que la biblioteca Central de Al Basrah, en Basora, sea destruida. No es primera necesidad, desde luego. No es agua fresca ni medicinas... Pero la cultura nutre el almaY por eso dos estudiantes murieron en Bolonia tratando de impedir la entrada a las tropas de Napoleón, que pretendían saquear el Real Colegio de San Clemente de los Españoles, mientras sus compañeros ponían a salvo los libros de la Biblioteca Antigua y ellos la defendían con su vida. La gran mayoría de las grandes obras que albergaba el Louvre, entre ellas ‘La Gioconda’, fueron trasladadas desde París a los más remotos rincones de Francia para ser escondidas antes de que llegasen los nazis a la ciudad, gracias al esfuerzo de héroes anónimos. Y en Siria, el director del museo de Palmira era decapitado en 2014 por los terroristas del ISIS, por haber escondido 400 antigüedades para evitar su destrucción. No parece, pues, descabellado pensar que es imprescindible contemplar un plan de reparación, reconstrucción y recuperación, posterior a toda catástrofe, que se encargue de paliar los daños en el patrimonio artístico y curar las heridas en el tejido cultural de la sociedad. Porque habrá hoy en Valencia bibliotecas y centros musicales, librerías y museos, galerías y teatros afectados. Artistas que habrán perdido todo, menos su talento bajo el agua. Quizá es a momentos como este a los que se refería Nietzsche cuando decía que tenemos arte para no morir de realidad. Y tal vez salvar el arte y la cultura sea también salvarnos un poco todos. Salvar lo que nos une. Proteger juntos un patrimonio que es de todos ayuda, estoy segura, a superar en comunidad tan traumáticos sucesos. Y aunque no sea prioritario en casos de emergencia, como este, no es menos importante su salvaguarda. Al fin y al cabo, ya lo dijo Diógenes Laercio , la cultura es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad.

 

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