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Juan I. Irigoyen
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Hasta que Hansi Flick tomó el mando en el Barcelona, el nombre de Raphinha siempre estuvo en la picota. De entrada, por su precio: la entidad azulgrana pagó 58 millones de euros al Leeds por su fichaje. Otro de sus problemas, al menos para Xavi Hernández, entonces preparador del Barça, era su posición. El brasileño destacaba en la misma demarcación que su protegido, Dembélé. Pero ni siquiera con Xavi fuera del banquillo y con Dembélé en París, Raphinha pudo estar en paz. El pasado verano, cuando el Barcelona necesitaba dar un golpe de ilusión en el mercado, el presidente Joan Laporta aseguró que le gustaba mucho Nico Williams y que el club azulgrana podía afrontar la operación. Lewandowski y Lamine Yamal eran intocables. El señalado, entonces, no era otro que Raphinha. Y lo era una vez más. La paciencia del delantero estaba tan desgastada que hasta comentó en Instagram un vídeo de un Youtuber que simulaba tener la primera camiseta de Williams con el dorsal 11, el número que lleva el extremo sudamericano.
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