'Querer' y no querer

dbecker

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Alauda Ruiz de Azúa se ha marcado una de las series de la temporada, de la que todo el mundo habla, y con razón. 'Querer' narra en cuatro capítulos , que se hacen un nudo en la garganta, la historia de una mujer vejada por su marido durante más de treinta años de matrimonio. Cuando procesa que eso por lo que ha estado pasando tiene un nombre –violencia de género–, decide denunciarlo por todos y cada uno de estos actos presuntamente delictivos: un maltrato psicológico (ninguneo, insultos…) al que se suman violaciones reiteradas, porque si alguien no quiere tener relaciones sexuales con su pareja, por muy marido que este sea, pues no es no. No hay pruebas físicas evidentes de ninguna de estas atrocidades. Son las palabras de la víctima, avaladas por los forenses, contra ninguna evidencia externa en forma de herida, moratón… Las cicatrices internas son muy difíciles de mostrar y demostrar, pero resultan tan sangrantes, tan dolorosas, como las que más. En estos matices se mueve el juicio que (siento el 'spoiler') finalmente falla en contra de la víctima . Las cicatrices internas son muy difíciles de mostrar y demostrar, pero resultan tan sangrantes, tan dolorosas, como las que másEl capítulo del juicio se hace largo –eterno por la dureza–, porque se relatan esas tres décadas de matrimonio sin obviar ninguno de los detalles, de los momentos de angustia de la víctima cuando su marido la insulta, la amenaza, la veja… la obliga a tener relaciones sexuales cuando no tiene gana alguna e, incluso, cuando su médico le ha recomendado que se abstenga de estas prácticas. Miedo es lo que siente esa mujer todos los días y las noches de su vida. Pánico que se acrecienta cuando la justicia le da la espalda y tiene que volver sola todas las noches a su casa. Hasta aquí la lectura evidente de la serie, que no es poca cosa, pero detrás de los hechos narrados se reflejan unos modos, unas formas de comportamiento, extrapolables a la sociedad contemporánea. Y me refiero al matonismo y la amenaza que gobierna nuestra sociedad, a la extorsión, que se verbaliza en discursos políticos y en las redes sociales y en los artículos periodísticos. Me refiero a las amenazas que cualquiera puede recibir desde el momento mismo en que se está al albur de que alguien te arrincone contra la pared para que aceptes sus condiciones de juego, aunque tus reglas sean otras.

 

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