Raina_Lakin
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Las dos personas normales pasan por delante de uno de esos polideportivos que lo mismo sirven para jugar al balonmano que para ir a ver a alguien de Operación Triunfo (un malagueño muy salado que ahora se ha cortado el pelo, o una de Logroño que acaba de sacar su tercer álbum, mucho más maduro y personal). Las dos personas normales se quedan mirando la programación de la semana siguiente—Sector 15. Qué será el sector 15.—¿Dónde lo pone? ¿En la puerta o en el cartel?—En el cartel.La segunda persona normal escudriña la foto de un imitador de Alberto Cortez con un micrófono en la mano, dos o tres capas de maquillaje y jazmines en el ojal.—Ya, es que es un lío. Yo vine una vez con el pequeño para ver el baloncesto y el sector 25 eran las puertas 2 y 3 de la otra calle. Y la puerta 15 de esta calle era la segunda del sector 6. Y así todo.—Pues os perderíais, ¿no?—Qué va. Había una señora muy amable con un 'walkie-talkie' en la mano gritándotelo todo a la cara. Te decía que te habías equivocado, te miraba como con pena y te gritaba dónde era. Y luego les gritaba a otros que se habían equivocado también.—¿Tan difícil era?—Tampoco es que fuera difícil, es que era más de adivinar. Para ir al sector 25 te ibas a la puerta 25, por ejemplo, y allí no era; pero en el papelito no decía dónde era y, claro, tenías que cerrar los ojos, como si fueras el Mago Pop. Y, si lo adivinabas, entrabas. Porque hay una parte siempre que tiene que nacer de ti.—Y ¿si no lo adivinabas?—Había gente gritando por todas partes, ya te digo, no había ningún problema, eran todos muy amables. En dos gritos llegabas a la puerta que era. Y ya está.—Y ¿ya dentro? ¿Te gritaban?—Ya dentro ya no, ya dentro había una chicas muy monas y muy listas que se lo sabían todo perfectamente y que te susurraban y todo. Te preguntaban, te señalaban, te acompañaban un poco, si hacía falta; una hasta aquí, otra hasta allá. No te sentaban de milagro.—Qué cariñosas, ¿no?—Mucho. Y tan educadas como los que gritaban, que te gritaban de usted.—¿Y todo para ver a Alberto Cortez?—Nosotros no íbamos a Alberto Cortez, íbamos al baloncesto.—Ah, ya, es verdad.—Además, que ese señor no es Alberto Cortez, es un señor que no se parece a Alberto Cortez pero que cantará, supongo, como Alberto Cortez.—O como Dyango.—¿Por qué?—Se me acaba de ocurrir.—Ah, ya. Pues esa parte es muy importante, la de que se te ocurran cosas. La de fluir.—Por eso.—Tendríamos que pensar menos y fluir más, como digo yo. Tendríamos que dejarnos ir.—Tendríamos que ser agua.—Exactamente. Biuáter, maifrend, como decía el chino.—Qué bueno era.—Y menudas tortas daba.—Como panes.—Me gustaba mucho el chino.—Toma, claro. Y a mí.Las dos personas normales siguen mirando carteles y números, números y carteles. La liga de voleibol (que ya no se dice balonvolea), un espectáculo matinal de magia, un concierto de rock...—Pues dices tú, pero lo que me gustaba a mí mucho era el metal.—El metal ¿cómo? ¿Las cucharas?—Las cucharas también, pero yo digo el jevi.—¿El jevi metal dices tú?—Justo. Lo de llevar los pelos largos, los cuernos con los dedos, los pantalones apretaos.—¿Tú ibas así?—No me atrevía. Pero de corazón sí.—¿Se puede ir con los pantalones apretaos de corazón?—Yo creo que sí. Lo importante es sentirlo.—Y ¿sacabais mecheros?—Toma, claro. Para las baladas. Las mejores baladas, las de los jevis, te lo digo yo.—Y yo.—Son los que más sentimiento le ponen. Como vienen de gritar, pues claro, llegan agotados a las baladas, y luego, claro, les salen fenomenal. Fenomenal les salen.—Les salen con la voz ya calentita.—Por eso llegan a notas altísimas, que parecen la Callas.—Yo creo que ponen vasos de plástico por eso, para que no se les rompan.—Pues lo mismo. Y para cuando menean la cabeza, así y asá, para adelante y para atrás, para adelante y para atrás.—¡Para, para! ¡Que te va a dar algo!—No, no, que lo tengo controlado, que esto sí que lo hacía.—¿De corazón?—De corazón, pero hacia fuera.—Ah, ya.—Para adelante y para atrás. Para adelante y para atrás.—Muy bien, muy bien.—Y luego —la segunda persona normal hace una nota que parece un chirrido de puerta—, guitarra arriba así, con los dedos así, temblando, mira. —La segunda persona normal mueve los dedos a toda velocidad—. Tiroriro, tirotiro —dice—, tiroriro iauuuuunnn... —El dedo corazón tiembla de nuevo sobre un traste imaginario—. Y luego va el solo, que dura diez minutos. Y luego el de batería, que dura quince o así.—Qué mareo, ¿no?—Mucho. Me estoy mareando un poco, sí.—Normal.—Mejor nos sentamos, ¿vale?—Pues igual sí.—Es que el corazón tiene estas cosas. Que se te sale por la boca.—Ya veo.—Pero qué tiempos, ¿eh?—Muy buenos.—Qué tiempos...—Qué tiempos. Sí.
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