Kole_Satterfield
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Mientras a uno le llega el juicio -de aquí a un año- por su corrupción familiar y al otro el sentido del ridículo, Jordi Pujol y Artur Mas celebran aniversarios. Mas, el hombre que enterró el catalanismo de centroderecha catalán, aprendiz de brujo independentista, conversa con el fundador, hace medio siglo, de Convergencia. Cataluña va mejor que la política catalana, observa el patriarca, pero una mala política puede estropear un país. ¿Se refiere al viaje a ninguna parte de sus herederos, Mas al frente, en los últimos años? «Yo he sido nacionalista, lo que no he sido es independentista. Convergencia no hizo independentismo, trabajó para que España se estructurara de una manera que respetara a Cataluña. Porque Cataluña no puede ir bien si a España le va mal». Todo lo contrario de las políticas de sus sucesores desde que chaparon Convergencia y le cambiaron el nombre por PDeCat hasta acabar en esa cosa llamada Junts. Mas, eterno subalterno desde que Prenafeta, mano derecha del patriarca, lo empleara en su empresa Tipel, quita hierro al asunto. Habla de un Estado demoniaco y pepero que no aceptó su pacto fiscal e hizo que el independentismo fuera inevitable. Luego llegó la represión y bla, bla, bla. El patriarca asiente sin ganas; es el «ya, ya, ya» de los viejos cuando no les convence lo que escuchan. Insiste. Con el PSOE o con el PP, Convergencia dio apoyo a la estabilidad política y económica de España. El patriarca ha afirmado lo mismo en una entrevista en TV3. La disolución de Convergencia se le antoja un error. Se atribuye la responsabilidad personal de lo que no se hizo bien -la corrupción- para salvar al partido. Su política estaba al servicio del interés general español. Pujol, que no es militante de la secta de Puigdemont, espera que «la gente de Junts» participe de la gobernabilidad del Estado y que eso se entienda en España. Pero «la gente de Junts» sigue con sus delirios. Coincidiendo con el cincuentenario de Convergencia, Mas saca pecho de aquella patochada con cajas de cartón del 9N de 2014, el primero de los referéndums ilegales. Y pocos días después del aniversario, «la gente de Junts» acompaña al Juzgado al siniestro Gonzalo Boye. Se le acusa de lavar capitales del narcotraficante -y cliente suyo- Sito Miñanco. En la comitiva, Quim Torra, Eduard Pujol o Laura Borras, expresidenta de la cosa, desplazada a una Fundación por su condena por corrupción. Los argumentos de siempre cuando la Justicia persigue sus delitos. Lawfare de manual , dicen. Boye sufre persecución por ser el abogado de Puigdemont.Noticia Relacionada En Barcelona y sin permiso estandar Si El ayuntamiento permitió el mitin de Puigdemont «para evitar altercados» Daniel Tercero Los populares quieren saber quién consintió el acto y conocer el atestado policial y el expediente sancionadorA Pujol le preocupa la «residualización» de Cataluña. Aunque señala la lengua y la cultura, insinúa que «la gente de Junts» no está por lo que ha de estar. O si lo está, solo a ratos. Puigdemont declinó ser el jefe de la oposición en el Parlament. Y en Madrid, «la gente de Junts» pasa más tiempo lanzando venablos contra el Estado que trabajando por el bienestar de los catalanes. Lamenta Pujol que en España se haya perdido el respeto a Cataluña. Le falta añadir -aunque seguramente lo piensa- que ese respeto habría que ganarlo. Y si en la Transición se ganó, gracias a Tarradellas y luego con la participación de CiU en las leyes de interés general, la corrupción moral del pujolismo y el proceso separatista para desviar la atención sobre el «tres por ciento» mutó el respeto en ridículo. Hasta que «la gente de Junts» no asuma la derrota, no serán otra cosa que la camarilla vocinglera de un fugado de la Justicia. El votante liberal-conservador catalán seguirá huérfano.
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