Mohamed_Gerhold
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Cuando vi en la pantalla del televisor a Juan Manuel Serrat , escuchar con emoción a la Princesa de Asturias, leyendo fragmentos de algunas letras de sus canciones, me acordé de mi amigo Antonio Pérez Henares, y de uno de sus libros, editado hace un par de lustros, titulado 'Yo, que sí corrí delante de los grises'. Hay una generación a la que pertenece Serrat –la de la posguerra– que conoció la Dictadura, sufrió sus rigores y censuras, colaboró en la medida de sus posibilidades a la llegada de la Transición y, una vez instalada la Democracia, comprobó que, aquellos compañeros de viaje de la lucha contra la Dictadura, podían volverse unos totalitarios de tanto mérito como los anteriores.De los cantantes, compositores y artistas, en general, me interesan sus obras, mucho más que su vida, pero resulta curioso que las circunstancias biográficas de Serrat le conviertan en un claro ejemplo de esa generación que, llegada a la octava planta de los calendarios, puede desprenderse de los entusiasmos sin causa consistente, del maniqueísmo que tanto alivio produce en nuestras convicciones, y observar la vida como lo que es: ni blanca, ni negra, sino con grises, unas veces oscuros, otras claros, desprendidos ya de gafas y prejuicios.Cuando Serrat, que formó parte del grupo de propulsores de la 'nova cançó', decidió cantar en castellano, su lengua materna –la madre era aragonesa– esa misma peña de la que formaba parte lo expulsó y criticó, porque aquellos nacionalistas y antifranquistas sólo admitían las adhesiones inquebrantables, que ellos tanto criticabanPor si fuera poco, cuando TVE le eligió para representar a España en Eurovisión y, pocos días antes, exigió cantar en catalán, fue sustituido por Massiel , y la Dictadura «recomendó» a las emisoras de radio que no divulgaran las canciones de Serrat, ni en catalán, ni en castellano. Pero es que, años más tarde, de gira por México, a través de unas declaraciones en contra de Franco, no pudo volver a España, y malvivió, dando conciertos de pueblo en pueblo, una de las peores etapas de su vida, con la duda de si podría volver. Y, ya no hace tanto, cuando el secesionismo apretó el acelerador, y Serrat señaló la barbaridad que se cocinaba, fue de nuevo acusado y rechazado por los talibanes separatistas, acusado de «facha».Recuerdo una noche, en la Cope, donde me habló del rechazo de sus vecinos y amigos de infancia, del Poble Sec, cuando comenzó a triunfar. Y que les tuvo que convencer de que ellos seguían siendo sus amigos. Tiene experiencia en rechazos. Casi toda esa generación las tiene. Estaban contra el autoritarismo y a favor de la libertad, pero la izquierda talibán y el nacionalismo totalitario no admiten matices. Por eso, creo que esa generación, en la que puedo incluirme, ha progresado adecuadamente.
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