Pobre Feria, pobre plaza

Alexandro_Boyle

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27 Sep 2024
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Si quieren cargarse esta plaza y esta Feria de Julio, no llamen al enemigo porque posiblemente esté en casa. Si quieren salvar plaza y feria, denle un giro de 180 grados y veremos qué pasa. El espectáculo de esta tercera de abono fue bochornoso, principalmente por los toros. De dos hierros la corrida, aunque por juego y hechuras bien podrían pasar del mismo padre, madre y resto de familia. De escaso trapío los seis, aunque intentaban tapar sus carencias por unas defensas astifinas y ofensivas. Puro atrezo. Porque por dentro, los seis fueron otras tantas piltrafas: descastados, con las mínimas fuerzas, mansos y, para colmo y remate a tan lamentable envío, el sexto se echó dos veces durante la supuesta faena de Talavante. En la segunda ocasión ya no se levantó y un banderillero tuvo que apuntillarlo.

Ante toda esa desquiciada tarde, Manzanares le cortó una oreja al quinto todavía no se sabe por qué motivo. El mismo torero incluso se lo debe estar preguntando. La faena fue movida, sin asentarse, despegado, aliviándose, sin gobierno. Una impresión de inseguridad, tapada por las habilidades de un matador ya curtido y veterano. A la hora de matar, una estocada desprendida, soltando muleta y saliendo por pies del embroque. Esa fue la faena de la única oreja de la tarde que, por supuesto, ya no se acuerda nadie.

Castella anduvo animoso en sus dos toros. Una tanda ligada con la derecha a su primero sobresalió de una labor sin emoción contagiada por la escasa transmisión del toro. Un pase cambiado a un toro que le costó enterarse del cite de Castella, despistado y entretenido con las idas y venidas de las gentes del callejón, fue el prólogo de una faena al cuarto que se descarriló en cuanto el toro de Victoriano del Rio se decidió a buscar las tablas y refugiarse en ellas. Lo que vino a continuación fue un poco de nada. Por cierto, ese toro fue bravucón en varas y en la primera derribó con estrépito al picador Agustín Romero y su montura.

Y Alejandro Talavante, porfía inútil ante el encogido tercero, con algún natural suelto a la inercia de la embestida cansina del astado. Con el toro metido en tablas, la faena acabó incolora. El sexto, lidiado al son de unas tímidas palmas de tango, no solo se negó a pasar de principio, sino que se echó una vez, para levantarse a la fuerza, pero antes de que Talavante montara la espada se volvió a acostar. Ya nadie lo pudo levantar y un banderillero lo apuntilló a la primera. En aquel tercero, dos pares de banderillas de Javier Ambel, comprometidos, fueron lo mejor de una tarde nefasta.

La música sigue tocando a destiempo, venga o no a cuento, y en el ambiente de esta corrida se percibía mucho público no habitual. En esta corrida le han asestado una puñalada trapera a una feria de la que dicen quieren recuperar. No llamen al enemigo, que duerme en casa.

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