Herman_Ankunding
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La Fundación Juan XXIII lleva más de 50 años impulsando la inclusión de las personas con discapacidad intelectual o en situación de vulnerabilidad psicosocial. Una de sus principales 'patas' es la del empleo, pues dan trabajo a unas 500 personas en estas situaciones. Ahora, tras años de fomentar su autonomía, se están enfrentando a otra nueva realidad, las personas con discapacidad envejecen y, tras años de duro trabajo, también tienen derecho a jubilarse, en su caso además, muchos de ellos unos años antes que la población general.
Para hacer frente a esta realidad, en Juan XXIII llevan años pensando soluciones para seguir apoyándoles en esta etapa. Así nació Juan Senior, una iniciativa que surgió a raíz de la pandemia y que da trabajo, tras evaluar las necesidades de cada empleado, a los de mayor edad, que ya van demandando trabajos más tranquilos, "son perfiles en proceso de envejecimiento y que se van a jubilar en pocos años, porque los estudios apuntan a que el deterioro cognitivo y envejecimiento en persona con discapacidad intelectual se puede producir a partir de los 45 años. En estos casos, adaptamos el puesto a sus capacidades hasta que llega le edad de jubilación, una palabra que, además, a muchos les asusta mucho", explica Laura García, responsable de la unidad de apoyo de fondo especial de empleo.
Estos años, en Juan Senior les prepara para que, los que quieran, continúen en Impulsa Senior, un programa pionero que les acompaña más allá de la jubilación, "Impulsa Sénior surge el año pasado con el objetivo al final de "mantener una relación en el tiempo de aquellos trabajadores que han estado toda la vida con nosotros. Veíamos que trabajadores que estaban con nosotros desde los inicios, más de 30 años, de repente tenían que jubilarse y su vida cambiaba radicalmente, dejaban de tener la rutina laboral y eso les asustaba", asegura Laura.
Se trata de un programa voluntario cuyo objetivo es facilitarles el proceso de pasar de una vida activa, con obligaciones diarias, a una vida más tranquila, sin rutinas, algo que asusta a algunos hasta tal punto que no quieren jubilarse a pesar de que ya tienen derecho, "por eso decidimos crear una especie de soporte para que al día siguiente de su jubilación siguieran manteniendo la relación con la zona de confort que ellos tienen, que es la Fundación Juan XXIII".
Vienen, como explica Laura, de voluntarios uno o dos días a la semana, los martes y jueves, y realizan distintas actividades, "llegan las 10:30 horas, que coincide con el descanso de sus compañeros de siempre, comparten el desayuno con ellos, y después hacemos todo tipo de actividades, ya sean de estimulación cognitiva, de atención, de memoria… y además, hay momentos que ayudan a sus compañeros en temas de producción sencillos, para que ellos se quieran seguir siendo útiles".
El programa, a día de hoy, está formado por cinco compañeros, y el año que viene está previsto que se unan tres más.
Pepi, por ejemplo, se jubiló el pasado mes de mayo, y aunque al principio era un poco reticente a apuntarse al programa porque quería ayudar a su hermana con sus nietos, se alegra mucho de haberse apuntado a Impulsa Senior, sobre todo porque sigue vinculada a una la que ha sido su casa muchos de los 29 años que llevan trabajando. No niega que tenía ganas de jubilarse, pero mantener el apoyo con sus compañeros para ella es crucial, "me apetecía seguir, sobre todo para no perder el contacto con los compañeros, porque les echo de menos, me llevo muy bien con todos. A mí me sigue gustando venir para ver a los compañeros, les ayudo", dice mientras nos enseña orgullosa todos los regalos de despedida que le hicieron sus amigos el día en que se jubiló.
El primer año del programa, además, siguen vinculados a la fundación como un empleado más, "mantienen con nosotros una relación en la cena de Navidad o en las actividades que hagamos en fundación, como nuestro tradicional viaje a la playa en julio, más de 200 personas. La idea es que el cambio no sea tan drástico para ellos".
Flexibilidad y personalizar cada caso
Laura García nos explica que en Juan Senior todo es muy flexible y personalizado. Por un lado, eligen el puesto en función de las capacidades de cada uno, y por otro, elaboran planes de jubilación y prejubilación, "se hace un estudio individual en cada caso, y según el tipo de discapacidad y los años, tienen la opción de jubilarse o prejubilarse".
Este es el caso de Ilenio y Mariano, que todavía no pueden jubilarse por edad, pero sí pueden acogerse a lo que se 'contrato de relevo', una prejubilación en la que pueden elegir si trabajan todos los días pocas horas, unos días a la semana o solo unos meses al año.
Ilenio, que ha cotizado casi 40 años, ha decidido ir a trabajar de octubre a diciembre y el resto del año no trabaja, pero se ha acogido al programa Impulsa Senior y viene de voluntario martes y jueves, "para jubilarme aún me queda dos años", cuenta.
Mariano, que está en una situación parecida, ha decidido trabajar todo el año los lunes y los miércoles y martes y jueves va de voluntario, solo que viene con el chaleco de distinto color, "llevo trabajando 34 años y ya se la fecha de jubilación, el 30 de noviembre de 2026".
María Elena, que lleva trabajando 31 años -11 de ellos en la Juan XXIII-, desde el cambio de ley el año pasado, puede prejubilarse con 56, y eso es lo que ha decidido hacer, "me jubilo en febrero de 2025, y lo estoy deseando. Cuando me dijo mi hermano que ya podía jubilarme, me puse muy contenta", nos confiesa.
Mientras llega esta fecha, María Elena está en periodo de transición, y los jueves acude al programa Impulsa senior, algo que seguirá haciendo cuando se jubile, "quiero ayudar a mis padres, que ya son mayores, tienen 80 años, pero no quiero perder el contacto con mis compañeros, no quiero perder el contacto con los ellos, porque me llevo muy bien con todos y no quiero que eso se acabe", cuenta.
Lo importante de este programa es que, como quiere dejar claro Laura García, no se trata, ni mucho menos de una obligación, sino que cada uno elige lo que más la conviene en cada momento en función de sus necesidades y preferencias, "se lo ofrecemos a todos los que se jubilan y, de primeras, casi todos dicen que sí. Luego, hay algunos que empiezan muy fuerte y van dejando de venir o vienen solo un día… Nos adaptamos a lo que ellos quieran, y si una semana no quieren venir, es totalmente flexible a lo que ellos necesiten en ese momento, porque también hay otros que dicen que no y después de un mes empiezan a venir porque se dan cuenta de que necesitan una rutina, sentirse útiles de alguna manera…. Entendemos que muchos perfiles no van a estar siempre viniendo porque también querrán tener su vida y crear su rutina, por eso esto está pensado para que lo hagan el tiempo que ellos quieran", insiste.
Apoyo a la jubilación y generación de conocimiento
"Como dicen en mi pueblo, 'gente parada, malos pensamientos'", nos contaba Ilenio, por eso, otra de las razones para seguir viniendo a la Fundación es mantenerse activos, algo que, además, les beneficia en todos los sentidos, "al final, su rutina para y a nivel de memoria, de retención, de hábitos... retroceden. Necesitan sentirse útiles y salir un poco también de casa, y por eso la familia también apuesta por que vengan, porque este parón repentino puede afectar a su salud y acelerar su deterioro. Y aquí, aunque sea un día o dos a la semana, siguen trabajando atención, memoria, la parte manipulativa… De 11 a 13 están haciendo talleres de todo tipo, como lengua de signos, inglés, estimulación cognitiva, van a conocer todos los servicios y espacios de la Fundación"...
Ilenio, además de ir a estos talleres, va un día a magia y, por su cuenta, a yoga… así, los meses que no trabaja asegura que "lo voy llevando bien".
La jubilación, si todo va bien, va a llegar para todos, forma parte de la vida, así que la idea es prepararos y, sobre todo, que tengan opciones, "la palabra jubilación les asusta mucho, por eso decidimos acompañarles en ese proceso, para que sepan que pueden seguir vinculados a su centro de toda la vida, que no vean la jubilación como un salto al vacío. Saben que, si se jubilan hoy, mañana van a seguir siendo los mismos para nosotros y van a seguir teniendo la misma importancia, no se van, por ejemplo, a centro cultural del barrio donde no conocen a nadie".
Y es que, uno de los objetivos de Juan XXIII es acompañarlos durante todo su ciclo vital, y la jubilación forma de este ciclo, tanto si son trabajadores suyos como si no, "al margen de que sean trabajadores o vengan al centro de día, también pueden ir a SumaMente, y ese centro está abierto por si necesitan fisio, psicoterapia…".
Estos programas les sirven, además, para crear y compartir conocimiento, "nos hemos dado cuenta de que no había nada hecho, no hay estudios anteriores de jubilación en personas con discapacidad intelectual, así que esto es un poco ensayo y error e innovación, pero siempre con el objetivo de pensar en ellos y en su calidad de vida".
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