ruby53
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El aventurero sin escrúpulos que gobierna este país decidió un día dejar piedra escrita sobre su particular manual de resistencia ante las 'múltiples' adversidades políticas que ha tenido que sortear para llegar al punto en el que nos encontramos. Esto es, aquel domingo en Paiporta . El constante ceremonial ególatra que le rodea y ha instaurado intenta dulcificar, en ocasiones, la malvada astucia que opera como brújula de su presunta gobernanza. Siempre es la vocación victimista. Y aquel manual, ya elevado a categoría de martirologio, habita las mesitas de noche de un gran ejército de opinión sincronizada que se encarga de su disciplinada propagación como una infantería sin desaliento.Pero si usted quiere tener una dosis útil de resistencia real no tiene más que dedicar unos minutos al caso de José Romero , el empresario de Torrecampo y de Prasa , que esta semana ha quedado absuelto, después de 17 años de enjuiciamiento (sí, más de seis mil días... y noches) por el caso Astapa , otro estruendo vacuo de política y supuesta corrupción que explotó en el volcán de la Malaya y que se ha disuelto como un simple azucarillo en el café amargo. Alguien debería explicar algún día en este país si el exceso y el defecto son buenos contrapesos en la balanza de la Justicia.El caso estalló justo cuando se empezaba a pinchar la burbuja inmobiliaria y acorraló a todo un grupo empresarial como el de Romero -una de las diez promotoras del país entonces- entre la crisis financiera y la reputacional de un caso judicial mediático y con todos sus perejiles: hasta Villarejo . El castigo tenía un efecto boomerang. El hijo del albañil del pequeño Torrecampo que puso los cimientos de la constructora, cogió su carpeta y se fue, banco por banco, puerta por puerta, a renegociar deuda y buscar luz en el largo túnel de la recesión que lo asoló casi todo. A convencer con la palabra que estrecha la mano, la perenne discreción y la formalidad de una trayectoria, ahora en la picota. Pero cuando lograba abrir una puerta, otra se le cerraba por detrás. La etiqueta de su procesamiento era una alerta que saltaba en el último segundo en el ordenador central del banco emisor, y de ahí al banco prestatario y, por su puesto, al fisco. Y Pepe Romero, tejía y destejía como Penélope esperando a que llegara el día; bajo el humo de un puro gastado y una paciencia infinita. Granítica. Adelgazando plantas y estructuras, sacrificando empleados, vendiendo suelo, cuadros o lo que fuera; refinanciando pasivo, metiendo a Prasa en concurso de acreedores, sumido en la siguiente crisis de la pandemia, enredado en la madeja normativa, fiscal y urbanística cuando intentaba coger impulso... Buscando víveres al otro lado del océano... Pero siempre con la misma brújula: su palabra. Y la adhesión inquebrantable de su familia.Más de seis mil doscientos días y noches. Una enfermedad severa como efecto colateral. Mucha saliva y sapos tragados. Mucho silencio y tiempo para poder arrojar la toalla y achicar agua. Un ejemplo palmario de que quien resiste, vence.
Francisco Poyato: Pepe Romero
Más de seis mil doscientos días después, este empresario sí puede esgrimir, sin presuntuosidad, aquello de que quien resiste, vence
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