Loy_Jacobson
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Hace cosa de dos décadas y media, en aquellos 1999-2001 del cambio de siglo —cómo pasa el tiempo convendrá la interesada—, Paz Vega se convirtió en uno de los rostros más fotografiados, filmados y perseguidos del cine español. Su volcánica irrupción en la película Lucía y el sexo, donde correteaba desnuda por las playas de Formentera porque así se lo había pedido el director Julio Medem y porque así lo había aceptado ella sin prejuicios ni miedos, causó un impacto que pervive. Ya para entonces había conquistado el formato televisivo gracias a la imbatible mezcla de candor y poderío de su personaje de Laura en la serie 7 vidas (en Telecinco). Luego, tras rodar con los Martínez-Lázaro, Almodóvar y Aranda, se marchó a hacer las Américas, aunque las Américas se le resistieron. Su carrera se tambaleó entre algún éxito y numerosos claroscuros. Pero, al parecer, todo aquello era puro prolegómeno porque —sostiene— solo soñaba con dirigir. Y ahora —sostiene otra vez— el sueño se ha cumplido con creces y ella es feliz. Su primera película tras las cámaras, Rita, protagonizada por la asombrosa niña Sofía Allepuz y por ella misma, llegará a los cines el próximo 25 de octubre tras pasar por el Festival de Locarno y por la Seminci de Valladolid. Las siempre complejas relaciones que mantienen quienes dirigen las películas con sus actores y actrices es uno de los trasfondos de esta conversación con Paz Vega, actriz… y directora.
Vengo muy nerviosa a la entrevista.
¿Y eso por qué?
No sé. Y mira que he hecho muchas, pero no es lo mismo hablar de un personaje que no es tuyo, que no lo has creado tú, que hablar de algo que has creado de la nada, a partir de una idea abstracta que tuviste un día. Hablar de eso me cuesta, no sé…
¿Le da pudor?
Me da mucho pudor.
Lógico, se supone que la necesidad de involucrarse al escribir y crear una historia y unos personajes será mucho mayor que cuando solo tienes que interpretar. ¿Es así?
Claro, te metes hasta la piel. Y yo he sido muy obsesiva con cada parte del proceso.
Y ese ser obsesiva ¿cree que puede ser una prolongación de cómo es usted como persona?
Digamos que mi espíritu perfeccionista y obsesivo se me ha exacerbado haciendo esta película, en la que además he estado metida en todo, desde el guion hasta la elección del papel pintado de la casa de la película. Soy alguien a quien le gusta tener el control, lo admito, me da tranquilidad. Tengo un poco de TOC [trastorno obsesivo compulsivo] con el tema del control. Tener un cierto nivel de estrés me gusta, me va bien. Y reconozco que puedo llegar a ser muy pesada.
Cuando es actriz o, ahora, directora… ¿ese carácter obsesivo le hace serlo todo el tiempo? Quiero decir, ¿se lleva su trabajo a casa, a todas partes?
Qué horror. Como actriz soy justo el antieso. Corto con facilidad. A ver, tengo tres hijos adolescentes que me ponen en mi sitio. Yo acabo la jornada de rodaje y corto, se acabó. Y me pongo a pensar en qué voy a hacer de cenar. Ahora bien, como directora, no he podido cortar así. De hecho, durante el rodaje me fui a Sevilla y estuve viviendo sola todo el tiempo. Como directora y productora, cuando acabas el día de rodaje llegas a casa y tienes que preparar muchas cosas del día siguiente. No habría podido estar allí con mi familia. Fue muy intenso; mira que soy flaca, pero perdí tres o cuatro kilos.
¿Ha merecido la pena?
Ha sido la experiencia más bonita que he vivido a todos los niveles, a nivel profesional, personal, mental y de corazón… Fue un nivel de felicidad total. Puedo decir que yo he sido feliz cuando tuve a mis hijos y rodando esta película. Me pregunto por qué no lo habré hecho antes.
Pues por algo sería.
Porque no estaría preparada.
¿Cree que esta película es un paréntesis en su carrera, o más bien el inicio de otra?
Mmmmm…
Tuvo un arranque de carrera espectacular, luego alternó altos y bajos, pero seguramente esto no es comparable a nada, ¿no?
Es que al inicio de mi carrera no le daba casi importancia a las cosas que iban viniendo. Fui haciendo. Trabajé aquí, luego me fui a Estados Unidos, luego volví… pero esta sensación de plenitud y, de alguna manera, de cerrar un círculo, solo la he tenido rodando esta película. Y ahora me digo: a lo mejor resulta que yo he sido actriz tantos años para poder llegar a este punto, a ser directora.
Igual es al revés, igual se ha convertido en directora por haber sido actriz.
Pues también puede ser… El otro día leí una entrevista con Jodie Foster en la que decía que lo que de verdad le gusta del mundo del cine es la parte técnica, que nunca se llegó a enamorar de verdad de la interpretación.
¿Y qué pensó?
Me hizo el corazón ¡buuum! Porque sentía lo mismo.
¿O sea, que nunca se ha enamorado de la profesión de actriz?
Es que ser actriz y convertirte en directora es como cuando estás enamorada… pero conoces a otro. Y dices: “No era eso, es esto”. Ser actriz me ha hecho disfrutar, me ha hecho conocer mundo y me ha permitido vivir bien. Pero cuando eres actriz y ya has rodado tu escena no tienes el control, porque dependes de muchas cosas, del criterio del director, del criterio del montador, del productor… resulta que al final tú eres un trazo y hacen contigo lo que quieran. Ahora me he puesto en el otro lado, donde sí se controla todo, y es otra cosa.
Entonces, ¿la directora Paz Vega ya ha ganado a la actriz Paz Vega?
Yo diría que le va ganando por 1-0.
¿Cuál era la prioridad en esta historia?
En mi caso, me centré en lo que me tenía que centrar que es la niña, que es Rita. Y no solo en lo que sale en imagen. En esta película es tan importante lo que pasa dentro del cuadro como lo que pasa fuera. Lo que pasa fuera es lo que genera la acción de lo que pasa dentro, que es en lo que me centro, o sea, en los niños. Los adultos son sombras, personajes de trazo gordo, están fuera. Pero claro, lo que hacen afecta a lo que está dentro. Lo que yo quería contar era la historia de una niña que está atrapada en un lugar, y que el espectador sienta ese atrapamiento y esa angustia como propios. Lo de fuera no se ve, solo se intuye, y eso produce aún más angustia. Esta película es una cajita de música donde hay una muñequita encerrada. Punto.
¿Qué quiso simbolizar en Rita? ¿La ausencia de filtros en la infancia? ¿Su natural tendencia a la felicidad?
Filtros sí tienen, a ver… El estado natural de la infancia es la felicidad, o debería serlo, lo que pasa es que el mundo de los adultos a veces les corta esa felicidad. Todo para ellos debería ser un parque de atracciones, los niños llegan al mundo y todo para ellos es descubrimiento. Hay una frase muy bonita de una poeta estadounidense, Louise Glück, que dice: “Miramos al mundo una sola vez, en la infancia. Lo demás es memoria”. Para mí, Rita es memoria, ella apela a esos recuerdos que tenemos todos, aunque sea arrinconados en algún lugar, y que si sacamos a la luz nos pueden ayudar a entender nuestro presente, cómo somos ahora.
¿Cree que esos recuerdos nos moldean?
Muchas personas suelen decir “mira, yo soy así porque soy así, y punto”. O “yo soy de derechas y ya” o “yo soy de izquierdas y ya”. Y la verdad es que no son así, sino que la vida les ha hecho así. Los niños se enfrentan al mundo desde un lugar muy limpio, sin prejuicios, lo único que intentan es adaptarse a su entorno y sobrevivir. Y eso es lo que te va moldeando. En ese sentido, esta película intenta apelar un poco al espectador, primero para eso, para que acuda a sus recuerdos, a su memoria, y de alguna manera intente dar respuesta a cuestiones que igual están ahí, en su cabeza, y que le están molestando.
En su debut firma una película, a la vez que tierna, seca, áspera, sin florituras…
Es pequeña, concisa y concreta, espero que no encorsetada, pero sí concisa. Lo que espero es que a la gente no le parezca ñoña.
Woody Allen suele decir que trata de hacer las películas que a él le gustaría ver. ¿Ha hecho la película que le gustaría ver?
Totalmente. Lo pensé varias veces: yo hago esto porque me gustaría ver esto. Por eso me encabroné mucho con algunas cuestiones de la película, por ejemplo decisiones mías a nivel técnico que eran cuestionadas por parte del equipo —cosa normal, por supuesto—, como que todos los planos estuviesen en movimiento para dar un cierto aire de inestabilidad. Porque no es precisamente la historia de una familia estable. Es una familia que se está desmoronando, por eso todas las paredes de la casa que aparecen en pantalla se están descascarillando, son paredes rotas, eso está buscado. Una historia donde algo se está resquebrajando, y quiero que el espectador lo capte.
¿Hay cosas de su infancia en Rita?
Sí, las hay.
¿Cuáles?
Es que mi idea era contar esta historia a través de los ojos de unos niños, que es lo que creo que aporta de novedad la película: no la visión del conflicto en sí, sino de cómo afecta a los niños. Pero yo no conozco bien a los niños de ahora, que están todo el día con las pantallas y sin salir a la calle, así que decidí irme a mi propia infancia. Me fui a 1984, cuando yo tenía siete años, a mi barrio de Triana, a una madre costurera que me hace la ropa, a las sevillanas, a la piscina en Mairena, etcétera. Todo lo que está alrededor de Rita es mío. Yo también subía a la azotea a jugar a los cromos y con las cosas que tenía en una palangana. He escrito y he rodado algo que conozco bien.
¿Ser madre de tres hijos le ha ayudado a sacar adelante esta película?
Hombre, claro. Me ayudó en todo. Pero también me ayudó ser hija. Casi me ha ayudado más ser hija que ser madre. He querido, eso sí, homenajear a las madres de mi generación, a nuestras madres, que sacrificaron muchas cosas, que en gran parte dejaron de ser ellas por ser madres, mujeres que en su gran mayoría no estudiaron y a las que les tocó vivir una época de opresión; bueno, había opresión en todo, pero para las mujeres, más. Estaban adoctrinadas desde pequeñas para ser buenas amas de casa. Que si eres ama de casa por elección propia me parece maravilloso, pero cuando no es así, pues…
¿Qué errores cree que ha cometido en su debut como directora que cambiaría si pudiera?
Pues creo que fue un error que yo interpretara a la madre de la niña. A toro pasado, creo que habría disfrutado más no entrando nunca en el set como actriz. Me dije a mí misma: “Bueno, tendremos cinco o seis sesiones los niños y yo, y ya está”. Pensé que sería fácil. Pero cuando me llegó el plan de rodaje salían 22 sesiones. O sea, de un total de 28 sesiones, yo estaba en 22. Así que tuve que desdoblarme. Me tenía que vestir, colocarme en el plano, y a la vez controlando el combo de rodaje, y eso era… dije “nunca más”. Entre otras cosas porque la parte de madre, la parte de actriz, la disfruté regular. Cometí un error por pasarme de valiente. En la siguiente película no será así. Dirigir y actuar, no.
Y alargando la pregunta, ¿le puedo preguntar qué errores cree que ha cometido, en general?
¿En mi carrera?
Sí, bueno, preguntar por los errores en su vida sería demasiado preguntar.
Uy, en la vida he cometido muchos errores, muchos muchos. Y en la carrera, también. Desde películas a las que dije que no porque no me pagaban tanto y cuánto, hasta películas terribles que he hecho porque las tenía que hacer porque… a ver, porque sí, porque esto es un trabajo y necesitas pagar facturas. Que sí, que es un trabajo que tiene que ver con el arte y la sensibilidad y todo eso, pero es un trabajo. Tengo tres hijos que son una lima y comen mucho. A mí me gustaría seguir en esto, en dirigir, y de hecho ya estoy buscando otra historia que adaptar, pero por desgracia yo no me puedo parar seis o siete años esperando a poder dirigir otra vez, ni cinco, ni dos, así que tendré que seguir compaginando la interpretación con la dirección. ¿Que me hubiera gustado tener en mi carrera más éxitos en películas chulas de directores chulos? Obvio. Pero no me lo he podido permitir.
¿Cómo se toma su experiencia en Estados Unidos?
Disfruté mucho los 14 o 15 años que estuve allí. Aprendí un idioma que no sabía, me adapté a una cultura totalmente ajena a la mía, crie a mis hijos en Los Ángeles, y eso fue muy bueno.
¿Y profesionalmente?
Pues trabajé en alguna película interesante, hice cosas con gente importante que admiro, joder, trabajar con Nicole Kidman no es cualquier cosa, o con Morgan Freeman. Pero lo mejor que aprendí en Estados Unidos es la disciplina, porque allí es muy férrea. Los tiempos, el compromiso… increíble, algo casi soviético. Me hacía sentir muy segura, sabías que nada raro iba a pasar. Aprendí mucho. Y luego, otra cosa: no tienen complejos a la hora de creer en su potencial. Alguien que es bueno lo dice, dice “soy bueno”, y le pagan por ser bueno, o por ser el mejor. Se lo creen. Y yo me pregunto: y en España, ¿por qué no nos lo creemos? ¡Si hay gente maravillosa! Aquí la gente tiene complejos para decir que es buena.
¿Qué son 48 años en la vida? ¿O en la vida de una mujer? Como prefiera.
En mi caso, 48 años quiere decir haber cerrado un círculo. Algo en mí se ha cerrado. He llegado a un punto en el que me siento a gusto, en el que me siento… no voy a decir empoderada porque a mí esa palabra no me gusta… en el que me siento feliz. Y tranquila. Y asentada. Realizada.
Algo o mucho habrá tenido que ver el haber podido dirigir su primera película, se entiende…
Claro. He conseguido hacer algo que quería hacer y deseo poder seguir desarrollándolo. Tardé mucho en hacer esta película, siete u ocho años, pero es verdad que cuando empecé a escribir Rita, Rita no había nacido, con lo cual este proyecto ha tenido que esperar a esta niña, a la actriz Sofía Allepuz, que cumplió siete años dos días antes de empezar el rodaje.
¿Cómo es ella?
Hay niños que nacen sabiondos, pero Sofía es sabia. Y tiene una inmensa capacidad de escucha. Ella escucha, analiza y responde de forma natural. Y tiene tablas. Tiene futuro en esto, ojalá no la maleen mucho.
No siempre es el caso con niños actores, ¿no?
No. Ni con niños actores… ni con muchos adultos actores. No escuchan, van con su retahíla y tú les puedes decir lo que sea que te van a responder igual. Sofía escucha. Y el poder de la escucha es tan importante y está tan denostado en estos tiempos… ojalá hubiera más gente como ella en el mundo. El mundo miraría hacia otro lugar.
Clara Roquet, Carla Simón, Estibaliz Urresola, Alauda Ruiz de Azúa, Pilar Palomero, Paz Vega. Decididamente, la mujer se ha incorporado del todo a la dirección. Se rompió el techo de cristal, ¿no?
Sí, lo de las mujeres cineastas se ha normalizado. Ya no es “cine femenino”, o “cine sobre mujeres”, o “cine hecho por mujeres…” que, por cierto, yo me digo, eso del cine de mujeres ¿qué es? Yo creo que el cine es cine y simplemente es bueno o malo. Y las historias son las historias y cada uno y cada una las cuenta como quiere.
¿Quiere opinar sobre las denuncias pasadas y recientes —con acción legal de por medio o no— de casos de abuso, acoso u agresión sexual contra mujeres en el mundo del cine?
Vamos a ver, yo he vivido situaciones de esas, absolutamente. He vivido varias, pero hablar de nombres y eso… A mí, por ejemplo, me han engañado, me han robado planos y me han sacado en pelotas diciéndome que no me iban a sacar. Desde que tenía 20 años me he pasado el día discutiendo con directores que ponían la cámara en lugares donde yo no quería que la pusieran porque no quería enseñar ciertas cosas. Un día me largué del estreno por una escena de cama que no estaba prevista que saliera en la película. No me hizo ni puta gracia.
¿Pero ha tenido situaciones de acoso o abuso?
No, de esas no he tenido, lo juro por mis hijos. Pero siempre he mantenido actitudes distantes, sé guardar las distancias. Y, por supuesto, nadie es quién para abordar a alguien si ese alguien no quiere. Otra cosa es que se quiera dejar abordar. Yo nunca he dado pie, y si he sentido algo, que siempre he tenido mucho radar para eso, automáticamente lo he cortado.
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Vengo muy nerviosa a la entrevista.
¿Y eso por qué?
No sé. Y mira que he hecho muchas, pero no es lo mismo hablar de un personaje que no es tuyo, que no lo has creado tú, que hablar de algo que has creado de la nada, a partir de una idea abstracta que tuviste un día. Hablar de eso me cuesta, no sé…
¿Le da pudor?
Me da mucho pudor.
Lógico, se supone que la necesidad de involucrarse al escribir y crear una historia y unos personajes será mucho mayor que cuando solo tienes que interpretar. ¿Es así?
Claro, te metes hasta la piel. Y yo he sido muy obsesiva con cada parte del proceso.
Y ese ser obsesiva ¿cree que puede ser una prolongación de cómo es usted como persona?
Digamos que mi espíritu perfeccionista y obsesivo se me ha exacerbado haciendo esta película, en la que además he estado metida en todo, desde el guion hasta la elección del papel pintado de la casa de la película. Soy alguien a quien le gusta tener el control, lo admito, me da tranquilidad. Tengo un poco de TOC [trastorno obsesivo compulsivo] con el tema del control. Tener un cierto nivel de estrés me gusta, me va bien. Y reconozco que puedo llegar a ser muy pesada.
Cuando es actriz o, ahora, directora… ¿ese carácter obsesivo le hace serlo todo el tiempo? Quiero decir, ¿se lleva su trabajo a casa, a todas partes?
Qué horror. Como actriz soy justo el antieso. Corto con facilidad. A ver, tengo tres hijos adolescentes que me ponen en mi sitio. Yo acabo la jornada de rodaje y corto, se acabó. Y me pongo a pensar en qué voy a hacer de cenar. Ahora bien, como directora, no he podido cortar así. De hecho, durante el rodaje me fui a Sevilla y estuve viviendo sola todo el tiempo. Como directora y productora, cuando acabas el día de rodaje llegas a casa y tienes que preparar muchas cosas del día siguiente. No habría podido estar allí con mi familia. Fue muy intenso; mira que soy flaca, pero perdí tres o cuatro kilos.
¿Ha merecido la pena?
Ha sido la experiencia más bonita que he vivido a todos los niveles, a nivel profesional, personal, mental y de corazón… Fue un nivel de felicidad total. Puedo decir que yo he sido feliz cuando tuve a mis hijos y rodando esta película. Me pregunto por qué no lo habré hecho antes.
Pues por algo sería.
Porque no estaría preparada.
¿Cree que esta película es un paréntesis en su carrera, o más bien el inicio de otra?
Mmmmm…
Tuvo un arranque de carrera espectacular, luego alternó altos y bajos, pero seguramente esto no es comparable a nada, ¿no?
Es que al inicio de mi carrera no le daba casi importancia a las cosas que iban viniendo. Fui haciendo. Trabajé aquí, luego me fui a Estados Unidos, luego volví… pero esta sensación de plenitud y, de alguna manera, de cerrar un círculo, solo la he tenido rodando esta película. Y ahora me digo: a lo mejor resulta que yo he sido actriz tantos años para poder llegar a este punto, a ser directora.
Igual es al revés, igual se ha convertido en directora por haber sido actriz.
Pues también puede ser… El otro día leí una entrevista con Jodie Foster en la que decía que lo que de verdad le gusta del mundo del cine es la parte técnica, que nunca se llegó a enamorar de verdad de la interpretación.
¿Y qué pensó?
Me hizo el corazón ¡buuum! Porque sentía lo mismo.
¿O sea, que nunca se ha enamorado de la profesión de actriz?
Es que ser actriz y convertirte en directora es como cuando estás enamorada… pero conoces a otro. Y dices: “No era eso, es esto”. Ser actriz me ha hecho disfrutar, me ha hecho conocer mundo y me ha permitido vivir bien. Pero cuando eres actriz y ya has rodado tu escena no tienes el control, porque dependes de muchas cosas, del criterio del director, del criterio del montador, del productor… resulta que al final tú eres un trazo y hacen contigo lo que quieran. Ahora me he puesto en el otro lado, donde sí se controla todo, y es otra cosa.
Entonces, ¿la directora Paz Vega ya ha ganado a la actriz Paz Vega?
Yo diría que le va ganando por 1-0.
¿Cuál era la prioridad en esta historia?
En mi caso, me centré en lo que me tenía que centrar que es la niña, que es Rita. Y no solo en lo que sale en imagen. En esta película es tan importante lo que pasa dentro del cuadro como lo que pasa fuera. Lo que pasa fuera es lo que genera la acción de lo que pasa dentro, que es en lo que me centro, o sea, en los niños. Los adultos son sombras, personajes de trazo gordo, están fuera. Pero claro, lo que hacen afecta a lo que está dentro. Lo que yo quería contar era la historia de una niña que está atrapada en un lugar, y que el espectador sienta ese atrapamiento y esa angustia como propios. Lo de fuera no se ve, solo se intuye, y eso produce aún más angustia. Esta película es una cajita de música donde hay una muñequita encerrada. Punto.
¿Qué quiso simbolizar en Rita? ¿La ausencia de filtros en la infancia? ¿Su natural tendencia a la felicidad?
Filtros sí tienen, a ver… El estado natural de la infancia es la felicidad, o debería serlo, lo que pasa es que el mundo de los adultos a veces les corta esa felicidad. Todo para ellos debería ser un parque de atracciones, los niños llegan al mundo y todo para ellos es descubrimiento. Hay una frase muy bonita de una poeta estadounidense, Louise Glück, que dice: “Miramos al mundo una sola vez, en la infancia. Lo demás es memoria”. Para mí, Rita es memoria, ella apela a esos recuerdos que tenemos todos, aunque sea arrinconados en algún lugar, y que si sacamos a la luz nos pueden ayudar a entender nuestro presente, cómo somos ahora.
¿Cree que esos recuerdos nos moldean?
Muchas personas suelen decir “mira, yo soy así porque soy así, y punto”. O “yo soy de derechas y ya” o “yo soy de izquierdas y ya”. Y la verdad es que no son así, sino que la vida les ha hecho así. Los niños se enfrentan al mundo desde un lugar muy limpio, sin prejuicios, lo único que intentan es adaptarse a su entorno y sobrevivir. Y eso es lo que te va moldeando. En ese sentido, esta película intenta apelar un poco al espectador, primero para eso, para que acuda a sus recuerdos, a su memoria, y de alguna manera intente dar respuesta a cuestiones que igual están ahí, en su cabeza, y que le están molestando.
En su debut firma una película, a la vez que tierna, seca, áspera, sin florituras…
Es pequeña, concisa y concreta, espero que no encorsetada, pero sí concisa. Lo que espero es que a la gente no le parezca ñoña.
Woody Allen suele decir que trata de hacer las películas que a él le gustaría ver. ¿Ha hecho la película que le gustaría ver?
Totalmente. Lo pensé varias veces: yo hago esto porque me gustaría ver esto. Por eso me encabroné mucho con algunas cuestiones de la película, por ejemplo decisiones mías a nivel técnico que eran cuestionadas por parte del equipo —cosa normal, por supuesto—, como que todos los planos estuviesen en movimiento para dar un cierto aire de inestabilidad. Porque no es precisamente la historia de una familia estable. Es una familia que se está desmoronando, por eso todas las paredes de la casa que aparecen en pantalla se están descascarillando, son paredes rotas, eso está buscado. Una historia donde algo se está resquebrajando, y quiero que el espectador lo capte.
¿Hay cosas de su infancia en Rita?
Sí, las hay.
¿Cuáles?
Es que mi idea era contar esta historia a través de los ojos de unos niños, que es lo que creo que aporta de novedad la película: no la visión del conflicto en sí, sino de cómo afecta a los niños. Pero yo no conozco bien a los niños de ahora, que están todo el día con las pantallas y sin salir a la calle, así que decidí irme a mi propia infancia. Me fui a 1984, cuando yo tenía siete años, a mi barrio de Triana, a una madre costurera que me hace la ropa, a las sevillanas, a la piscina en Mairena, etcétera. Todo lo que está alrededor de Rita es mío. Yo también subía a la azotea a jugar a los cromos y con las cosas que tenía en una palangana. He escrito y he rodado algo que conozco bien.
¿Ser madre de tres hijos le ha ayudado a sacar adelante esta película?
Hombre, claro. Me ayudó en todo. Pero también me ayudó ser hija. Casi me ha ayudado más ser hija que ser madre. He querido, eso sí, homenajear a las madres de mi generación, a nuestras madres, que sacrificaron muchas cosas, que en gran parte dejaron de ser ellas por ser madres, mujeres que en su gran mayoría no estudiaron y a las que les tocó vivir una época de opresión; bueno, había opresión en todo, pero para las mujeres, más. Estaban adoctrinadas desde pequeñas para ser buenas amas de casa. Que si eres ama de casa por elección propia me parece maravilloso, pero cuando no es así, pues…
¿Qué errores cree que ha cometido en su debut como directora que cambiaría si pudiera?
Pues creo que fue un error que yo interpretara a la madre de la niña. A toro pasado, creo que habría disfrutado más no entrando nunca en el set como actriz. Me dije a mí misma: “Bueno, tendremos cinco o seis sesiones los niños y yo, y ya está”. Pensé que sería fácil. Pero cuando me llegó el plan de rodaje salían 22 sesiones. O sea, de un total de 28 sesiones, yo estaba en 22. Así que tuve que desdoblarme. Me tenía que vestir, colocarme en el plano, y a la vez controlando el combo de rodaje, y eso era… dije “nunca más”. Entre otras cosas porque la parte de madre, la parte de actriz, la disfruté regular. Cometí un error por pasarme de valiente. En la siguiente película no será así. Dirigir y actuar, no.
He cometido muchos errores en mi carrera, desde películas a las que dije que no porque no me pagaban tanto y cuánto, hasta otras terribles que hice
Y alargando la pregunta, ¿le puedo preguntar qué errores cree que ha cometido, en general?
¿En mi carrera?
Sí, bueno, preguntar por los errores en su vida sería demasiado preguntar.
Uy, en la vida he cometido muchos errores, muchos muchos. Y en la carrera, también. Desde películas a las que dije que no porque no me pagaban tanto y cuánto, hasta películas terribles que he hecho porque las tenía que hacer porque… a ver, porque sí, porque esto es un trabajo y necesitas pagar facturas. Que sí, que es un trabajo que tiene que ver con el arte y la sensibilidad y todo eso, pero es un trabajo. Tengo tres hijos que son una lima y comen mucho. A mí me gustaría seguir en esto, en dirigir, y de hecho ya estoy buscando otra historia que adaptar, pero por desgracia yo no me puedo parar seis o siete años esperando a poder dirigir otra vez, ni cinco, ni dos, así que tendré que seguir compaginando la interpretación con la dirección. ¿Que me hubiera gustado tener en mi carrera más éxitos en películas chulas de directores chulos? Obvio. Pero no me lo he podido permitir.
¿Cómo se toma su experiencia en Estados Unidos?
Disfruté mucho los 14 o 15 años que estuve allí. Aprendí un idioma que no sabía, me adapté a una cultura totalmente ajena a la mía, crie a mis hijos en Los Ángeles, y eso fue muy bueno.
¿Y profesionalmente?
Pues trabajé en alguna película interesante, hice cosas con gente importante que admiro, joder, trabajar con Nicole Kidman no es cualquier cosa, o con Morgan Freeman. Pero lo mejor que aprendí en Estados Unidos es la disciplina, porque allí es muy férrea. Los tiempos, el compromiso… increíble, algo casi soviético. Me hacía sentir muy segura, sabías que nada raro iba a pasar. Aprendí mucho. Y luego, otra cosa: no tienen complejos a la hora de creer en su potencial. Alguien que es bueno lo dice, dice “soy bueno”, y le pagan por ser bueno, o por ser el mejor. Se lo creen. Y yo me pregunto: y en España, ¿por qué no nos lo creemos? ¡Si hay gente maravillosa! Aquí la gente tiene complejos para decir que es buena.
¿Qué son 48 años en la vida? ¿O en la vida de una mujer? Como prefiera.
En mi caso, 48 años quiere decir haber cerrado un círculo. Algo en mí se ha cerrado. He llegado a un punto en el que me siento a gusto, en el que me siento… no voy a decir empoderada porque a mí esa palabra no me gusta… en el que me siento feliz. Y tranquila. Y asentada. Realizada.
Algo o mucho habrá tenido que ver el haber podido dirigir su primera película, se entiende…
Claro. He conseguido hacer algo que quería hacer y deseo poder seguir desarrollándolo. Tardé mucho en hacer esta película, siete u ocho años, pero es verdad que cuando empecé a escribir Rita, Rita no había nacido, con lo cual este proyecto ha tenido que esperar a esta niña, a la actriz Sofía Allepuz, que cumplió siete años dos días antes de empezar el rodaje.
¿Cómo es ella?
Hay niños que nacen sabiondos, pero Sofía es sabia. Y tiene una inmensa capacidad de escucha. Ella escucha, analiza y responde de forma natural. Y tiene tablas. Tiene futuro en esto, ojalá no la maleen mucho.
No siempre es el caso con niños actores, ¿no?
No. Ni con niños actores… ni con muchos adultos actores. No escuchan, van con su retahíla y tú les puedes decir lo que sea que te van a responder igual. Sofía escucha. Y el poder de la escucha es tan importante y está tan denostado en estos tiempos… ojalá hubiera más gente como ella en el mundo. El mundo miraría hacia otro lugar.
Yo me digo: eso del cine de mujeres, ¿qué es? Yo creo que el cine es cine, y simplemente es bueno o malo
Clara Roquet, Carla Simón, Estibaliz Urresola, Alauda Ruiz de Azúa, Pilar Palomero, Paz Vega. Decididamente, la mujer se ha incorporado del todo a la dirección. Se rompió el techo de cristal, ¿no?
Sí, lo de las mujeres cineastas se ha normalizado. Ya no es “cine femenino”, o “cine sobre mujeres”, o “cine hecho por mujeres…” que, por cierto, yo me digo, eso del cine de mujeres ¿qué es? Yo creo que el cine es cine y simplemente es bueno o malo. Y las historias son las historias y cada uno y cada una las cuenta como quiere.
¿Quiere opinar sobre las denuncias pasadas y recientes —con acción legal de por medio o no— de casos de abuso, acoso u agresión sexual contra mujeres en el mundo del cine?
Vamos a ver, yo he vivido situaciones de esas, absolutamente. He vivido varias, pero hablar de nombres y eso… A mí, por ejemplo, me han engañado, me han robado planos y me han sacado en pelotas diciéndome que no me iban a sacar. Desde que tenía 20 años me he pasado el día discutiendo con directores que ponían la cámara en lugares donde yo no quería que la pusieran porque no quería enseñar ciertas cosas. Un día me largué del estreno por una escena de cama que no estaba prevista que saliera en la película. No me hizo ni puta gracia.
¿Pero ha tenido situaciones de acoso o abuso?
No, de esas no he tenido, lo juro por mis hijos. Pero siempre he mantenido actitudes distantes, sé guardar las distancias. Y, por supuesto, nadie es quién para abordar a alguien si ese alguien no quiere. Otra cosa es que se quiera dejar abordar. Yo nunca he dado pie, y si he sentido algo, que siempre he tenido mucho radar para eso, automáticamente lo he cortado.
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