Pasmados ante el fantasma de la extrema derecha

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kyra50

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Andamos algunos demócratas un poco obsesionados con el fantasma de la extrema derecha que oímos ulular por tantos países. Como en el cuento de Julio Cortázar, Casa tomada, hablamos de esa fuerza como una amenaza sin nombre, forma ni rostro que va apoderándose de las habitaciones, elección tras elección. Pasmados, reaccionamos entre la soberbia y el catastrofismo, y señalamos monstruos donde solo hay sombras caprichosas, y nos aliamos con males menores, y transigimos con pasotes déspotas de la izquierda que, en otras circunstancias, deploraríamos con virulencia.

Me reconozco en la caricatura que la bilis facha dibuja del progre cariacontecido que no sabe en qué armarios vivían tantos racistas y energúmenos y por qué se expresan ahora tan sin complejos. Me alucina, por ejemplo, que la inmigración sea un problema en España, donde nunca lo ha sido y en cuyo paisaje no ha cambiado sustancialmente nada (salvo que ahora gritan los que antes callaban con vergüenza) para que de pronto lo sea. Y mientras alucino y alucinamos, el fantasma ríe y sigue tomando la casa.

Una de las pocas cosas que pueden sacarnos de la catatonia es poner cara y cuerpo a la fuerza que toma la casa, un ejercicio de ponerse en la piel ajena al que pocos están dispuestos en estos tiempos de solipsismo histérico. Es lo que ha hecho en Estados Unidos Paola Ramos, hija del celebérrimo periodista de Univisión Jorge Ramos (celebérrimo no en España, pero casi un héroe cívico entre los hispanohablantes norteamericanos), en un ensayo audaz y algo polémico titulado Desertores: el auge de la extrema derecha latina y su repercusión en Estados Unidos.

Periodista como su padre —llevó la campaña de prensa en español de Hillary Clinton—, Ramos se adentra en el submundo del trumpismo para comprender por qué tantos latinos se sienten atraídos por un movimiento que, en su esencia, los desprecia. Resume las causas en tres palabras: tribalismo, tradicionalismo y trauma. También podría haberlas dejado en soledad e incomprensión. Como en tantos otros movimientos radicales, el fanatismo está hecho de abandono, una emoción subjetiva que no siempre se justifica en los datos. Uno puede sentirse abandonado y a la intemperie sin que realmente lo esté, pero cuando se convence de que lo está, nada puede hacerle cambiar de opinión.

Necesitamos más Paolas Ramos en España y en todos los países: gente dispuesta a sobreponerse a sus propios prejuicios, mirar a los ojos a los demás, interesarse por sus vidas y preguntarles sin soberbia sus porqués. Esto no detendrá su avance ni desactivará nada, pero es un comienzo indispensable para dejar de vivir como ridículos personajes de Cortázar.

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