Pasaditos de decibelios

Beth_Purdy

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HAY conciertos de heavy metal que son más soportables que la atronadora banda de la sopa boba de nuestra política, que hacen música de viento huracanado y percuten como timbalistas de misa negra con los palos de la polarización. Les han pillado afición a los decibelios del mal gusto y desmedida ordinariez, para convertir cualquier sesión parlamentaria, en una bronca de disco barata, donde las buenas formas se consideran una debilidad inadmisible. Tienes que tronar, tienes que rugir y, llegado el caso, tienes hasta que mugir. El debate sereno se lo dejamos a los monjes del templo de Shaolin. O a una de las inolvidables frases de la resistencia pasiva de Gandhi. La serenidad es una meta no puntuable en esta política de UFC que se practica en la nación, donde no se necesitan parlamentos sino un palacio de los deportes con un octógono donde se pelea a veneno puro. Del discurso de Felipe VI en Nochebuena puedes quedarte con cualquiera de los temas de su argumentario desarrollado, por vez primera tras su primer decenio de reinado, en el Palacio Real. Puedes quedarte con la crispación, con la falta de vivienda, con la ausencia de agilidad y coordinación en las ayudas a Valencia, con el bien común, con la capacidad movilizadora de la juventud y de las fuerzas armadas para derrochar solidaridad a manos llenas, con la inmigración como asunto de humana resolución en origen y en destino, sin olvidar lo mucho que tiene que decir Bruselas al respecto. Pero pongan atención a lo que les voy a decir. Todos estos temas, a cuál más espinoso y de atronadoras controversias en el debate político, nos llevan siempre al mismo libro sagrado: la Constitución. Que tampoco olvidó el monarca. La Constitución, esa Carta escrita por la política de la Transición para civilizarnos, volvió a reivindicarla Felipe VI como el mejor aliado de la España liberal y democrática, pese a que algunos la quieren enterrar sin haberla leído. Tan derrumbadas tienen la cabeza que suelen hablar de prestado…A nadie le pudo sonar como nuevas las causas que abordó el discurso de Nochebuena del monarca. Porque no esquivan ninguna su actualidad. Aparecen a diario en los periódicos, en las televisiones y en las radios. Ni les cuento de las redes sociales, donde tanta tinta de calamar camufla intenciones nada claras. Habló de lo que se habla en esta España que sigue pensando que el atronador ruido con el que divorcian de la serenidad el lógico debate político solo tiene como objetivo enardecer las bajas pasiones y anestesiar el pensamiento. No quieren ciudadanos. Pretenden hooligans descerebrados para seguir viviendo de sus decibelios enloquecidos. Puso mucho énfasis en el bien común. Totalmente contrario a la corrupción rampante. Y sí, la noche fue muy buena…

 

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