nettie.mclaughlin
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Desde el pasado 12 de septiembre, en el patio de entrada a Serrería Belga, el espacio de arte gestionado por el ayuntamiento a pocos pasos del Museo Reina Sofía y el Caixa Fórum, una figura imprevista da la bienvenida a los visitantes. Es La escultura (2024), una pieza de fibra de vidrio de 3,5 metros de altura que combina la silueta inconfundible de Marge Simpson con los rasgos faciales de Frida Kahlo. Su autor, Juan Pablo Chipe, explica que su obra siempre se mueve en un territorio fronterizo entre México y Estados Unidos, y que de ahí procede esta fusión. La tercera pata geográfica del proyecto es Madrid, la ciudad donde Chipe tiene su estudio y donde se ha producido esta obra que se presentó en la Bienal de Venecia. Esta peculiar Frida Simpson es el primer impacto visual de Arte Pulsante, la exposición que congrega a varios de los artistas españoles y latinoamericanos que a lo largo de los años han pasado por The Swatch Art Peace Hotel, el espacio de residencias artísticas que la relojera suiza Swatch tiene en el centro de Shanghái (China).
“Es un edificio que está en medio de Shanghái, en una zona muy transitada, y eso le da un carácter especial”, reflexiona Carlo Giordanetti, director creativo de Swatch y también de este proyecto de residencias artísticas que, cuenta, aspira a abrir nuevos horizontes a sus participantes. “Es una oportunidad de verdad. La semana pasada estuve allí, porque llegaban nuevos artistas. Cuando llegas a Shanghái con jet lag, estás en medio de la ciudad y todo es abrumador. Había uno que estaba agotado, así que se pasó un día durmiendo, pero los otros dos empezaron inmediatamente a pensar en qué hacer con su obra. Y en eso consiste el lujo del proyecto, que es un regalo para los artistas. Por eso es un proyecto de filantropía”.
Arte Pulsante, que se puede visitar hasta el próximo 13 de octubre de forma gratuita, cuenta con obras de 25 artistas que han pasado por esta iniciativa a lo largo de los años. Todos ellos son españoles, latinoamericanos o ligados a la cultura hispana. “Hoy Madrid está considerada como una ciudad de cultura alternativa”, responde Giordanetti cuando se le pregunta por la elección de la capital española como sede de esta muestra. “Además, nos dimos cuenta de que, en proporción, ha habido muchos artistas españoles en el Art Peace Hotel”.
Uno de ellos es el fotógrafo Xepo W. S., cuyas fotografías reflejan el fenómeno del consumismo en China: por ejemplo, la imagen de un niño con una camiseta de Ferrari visitando un museo dedicado a la historia del comunismo. Cada artista habla de experiencias catárticas, de búsqueda o de apertura de mente. Juan Olivares, por ejemplo, ha regresado hace menos de dos meses de su estancia. “Me planteé un proyecto utópico, que consistía en representar mis emociones allí”, cuenta. Su idea inicial era plasmarlo en un único color, pero al final acabó siendo una composición abstracta cuyo cromatismo refleja los contrastes y la imposibilidad de llegar a un tono ideal. La dibujante Edén Barrena, a su vez, ha compuesto un imponente mural con dibujos que recrean entradas de una enciclopedia de tradiciones chinas. Hay muebles, atuendos, personajes, todos ellos dibujados con delicadeza sobre pequeños papeles de colores como los que se usan en China para tomar notas o recados.
En la exposición también hay diálogos con la ciencia y la tecnología, en un reflejo de las corrientes que vertebran parte del arte contemporáneo. Javier Viver reflexiona sobre la inmortalidad a partir de un tipo de medusa capaz de regenerar sus propios tejidos; él recrea ese microcosmos con pintura al óleo aplicada con manga de pastelero, en lienzos que parecen madejas de hilo y que tardaron seis meses en secar. A su vez, Miguel Moreno Mateos ha creado un dispositivo que reflexiona sobre el paso del tiempo, el arte y la fe a través de una plataforma giratoria con placas de Petri en las que hay uvas que desarrollan vida bacteriana tras entrar en contacto con el dedo del artista y someterse a una pequeña lámpara de luz ultravioleta.
La chilena Ángeles Infante ha creado una estructura interactiva de cartón que invita a reflexionar sobre la generación y acumulación de residuos y el venezolano almenardiaz aplica su sensibilidad cinética a los colores de Venezuela o la bandera del orgullo LGTBIQ+, que adopta los patrones de los billetes de banco. Hay escultura, videoinstalaciones, textos y creaciones con inteligencia artificial. Un recorrido plural y variado que habla de la amplitud de miras con que se seleccionan los artistas participantes. “La parte más fascinante de esta tarea es descubrir a los artistas cuando mandan sus solicitudes”, explica Giordanetti. “Suelo esforzarme por apoyar propuestas que quizá se alejen estéticamente de lo habitual, pero que son interesantes para provocar esa disrupción”.
The Swatch Art Peace Hotel es un proyecto con dos vertientes. “Por un lado, llevar a Shanghái a artistas de todo el mundo, desde una perspectiva ajena al turismo, para que creen con libertad”, apunta Giordanetti. “Pero también llevar a Shanghái una visión del arte del resto del mundo más allá de lo que se puede ver en un museo. En China el comercio tiene gran importancia, pero este no es un proyecto comercial. Y hemos conseguido formar parte del mapa de lo que sucede en Shanghái. Viene mucha gente a visitarlo, de China y de fuera de China”. Hasta el próximo 13 de octubre, esa mirada al mundo recala en Madrid.
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“Es un edificio que está en medio de Shanghái, en una zona muy transitada, y eso le da un carácter especial”, reflexiona Carlo Giordanetti, director creativo de Swatch y también de este proyecto de residencias artísticas que, cuenta, aspira a abrir nuevos horizontes a sus participantes. “Es una oportunidad de verdad. La semana pasada estuve allí, porque llegaban nuevos artistas. Cuando llegas a Shanghái con jet lag, estás en medio de la ciudad y todo es abrumador. Había uno que estaba agotado, así que se pasó un día durmiendo, pero los otros dos empezaron inmediatamente a pensar en qué hacer con su obra. Y en eso consiste el lujo del proyecto, que es un regalo para los artistas. Por eso es un proyecto de filantropía”.
Arte Pulsante, que se puede visitar hasta el próximo 13 de octubre de forma gratuita, cuenta con obras de 25 artistas que han pasado por esta iniciativa a lo largo de los años. Todos ellos son españoles, latinoamericanos o ligados a la cultura hispana. “Hoy Madrid está considerada como una ciudad de cultura alternativa”, responde Giordanetti cuando se le pregunta por la elección de la capital española como sede de esta muestra. “Además, nos dimos cuenta de que, en proporción, ha habido muchos artistas españoles en el Art Peace Hotel”.
Uno de ellos es el fotógrafo Xepo W. S., cuyas fotografías reflejan el fenómeno del consumismo en China: por ejemplo, la imagen de un niño con una camiseta de Ferrari visitando un museo dedicado a la historia del comunismo. Cada artista habla de experiencias catárticas, de búsqueda o de apertura de mente. Juan Olivares, por ejemplo, ha regresado hace menos de dos meses de su estancia. “Me planteé un proyecto utópico, que consistía en representar mis emociones allí”, cuenta. Su idea inicial era plasmarlo en un único color, pero al final acabó siendo una composición abstracta cuyo cromatismo refleja los contrastes y la imposibilidad de llegar a un tono ideal. La dibujante Edén Barrena, a su vez, ha compuesto un imponente mural con dibujos que recrean entradas de una enciclopedia de tradiciones chinas. Hay muebles, atuendos, personajes, todos ellos dibujados con delicadeza sobre pequeños papeles de colores como los que se usan en China para tomar notas o recados.
En la exposición también hay diálogos con la ciencia y la tecnología, en un reflejo de las corrientes que vertebran parte del arte contemporáneo. Javier Viver reflexiona sobre la inmortalidad a partir de un tipo de medusa capaz de regenerar sus propios tejidos; él recrea ese microcosmos con pintura al óleo aplicada con manga de pastelero, en lienzos que parecen madejas de hilo y que tardaron seis meses en secar. A su vez, Miguel Moreno Mateos ha creado un dispositivo que reflexiona sobre el paso del tiempo, el arte y la fe a través de una plataforma giratoria con placas de Petri en las que hay uvas que desarrollan vida bacteriana tras entrar en contacto con el dedo del artista y someterse a una pequeña lámpara de luz ultravioleta.
La chilena Ángeles Infante ha creado una estructura interactiva de cartón que invita a reflexionar sobre la generación y acumulación de residuos y el venezolano almenardiaz aplica su sensibilidad cinética a los colores de Venezuela o la bandera del orgullo LGTBIQ+, que adopta los patrones de los billetes de banco. Hay escultura, videoinstalaciones, textos y creaciones con inteligencia artificial. Un recorrido plural y variado que habla de la amplitud de miras con que se seleccionan los artistas participantes. “La parte más fascinante de esta tarea es descubrir a los artistas cuando mandan sus solicitudes”, explica Giordanetti. “Suelo esforzarme por apoyar propuestas que quizá se alejen estéticamente de lo habitual, pero que son interesantes para provocar esa disrupción”.
The Swatch Art Peace Hotel es un proyecto con dos vertientes. “Por un lado, llevar a Shanghái a artistas de todo el mundo, desde una perspectiva ajena al turismo, para que creen con libertad”, apunta Giordanetti. “Pero también llevar a Shanghái una visión del arte del resto del mundo más allá de lo que se puede ver en un museo. En China el comercio tiene gran importancia, pero este no es un proyecto comercial. Y hemos conseguido formar parte del mapa de lo que sucede en Shanghái. Viene mucha gente a visitarlo, de China y de fuera de China”. Hasta el próximo 13 de octubre, esa mirada al mundo recala en Madrid.
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