ihahn
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Hace unos días, un amigo me comentaba con más sorpresa que preocupación que su hijo acababa de cambiar un buen empleo en Madrid por otro buen trabajo en Valencia. Sueldos similares, estatus profesional parejo. Cuando le preguntó la razón, el chaval se limitó a explicarle que estaba cansado de su experiencia laboral y que había cumplido una etapa. Apenas llevaba un año en la empresa que abandonaba. La anécdota no es aislada y señala una creciente tendencia a la movilidad profesional entre los jóvenes; según el estudio 'Retos y Tendencias en RR.HH 2024', realizado Sodexo, el 75% de los jóvenes quiere cambiar de empleo este año, frente al 30% de los mayores de 50 años. Encuentro que esta frenética rotación laboral es una de las grandes rupturas generacionales de hoy en día y está vinculada con una progresiva decadencia del sentido de la perdurabilidad, ya que hoy, al contrario que hace unas décadas, permanecer es devaluarse. Los jóvenes desean vivir etapas con la misma celeridad que consumen vídeos en tik tok.El tiempo les enseñará el valor de la aburrida estabilidad. Todos debemos descubrir nuestro lugar en el mundo, también en lo profesional. Me van a permitir que hoy hable de mí: hace tres décadas encontré parada y fonda en esta Casa, en ABC de Sevilla, donde he pasado (despierto) como poco tantas horas como en mi casa. El primer recuerdo de escritura que conservo es copiar las tres letras de la portada del diario y enseñar orgulloso el papel a mis padres; comprenderán que terminar escribiendo en estas páginas ha sido para mí mucho más que un mero compromiso profesional. En ABC encontré literalmente todo lo que tengo: mi esposa, una periodista enorme de la que me enamoré como un aprendiz de su maestra; un trabajo para mantener a mi familia y la oportunidad de contar algunas historias interesantes, que es al fin y al cabo para lo que uno se metió en este oficio de juntar letras.Pero, tras tantos años de raigambre en esta casa, llega la hora de retomar el viaje por otros derroteros profesionales. Me despido de ABC como quien se aleja de su hogar, y dejo esta página en la que he tenido el honor de escribir en el espacio de Antonio Burgos y a la sombra de Ignacio Camacho, casi nada. Me he sentido como un novillero puretón que torease con el capote de Curro compartiendo cartel con Morante, abrumado ante la perspectiva de un reto imposible. Sin embargo, me consideraría triunfador si alguna vez cuestioné las convicciones de algún lector; vivimos tiempos en los que los ciudadanos demandan consignas antes que reflexiones, y eso es peligroso, porque la ausencia de razonamiento critico siempre ha preludiado los peores momentos de la humanidad.Como este es un artículo íntimo, me tomaré la licencia de dedicar mis últimas líneas en ABC a mis padres, a quienes enseño, en la tierra y en el cielo, estas postreras letras con la misma ilusión del niño que les ofrecía su caligrafía primeriza.Muchas gracias a todos por todo.
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