winston93
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En la XXIX Cumbre Iberoamericana, celebrada en Cuenca (Ecuador), Felipe VI animó a «centrarse en lo que nos une». No agregó «empezando por la lengua», por no ser una comunidad con una sola, pero seguro que, al añadir «por encima de las discrepancias», no pasaron por su mente las numerosas que el español presenta, no sólo entre zonas distantes -como la Patagonia y el sur de los EEUU- o no tanto -Valladolid y Cádiz-, sino entre pueblos separados por apenas diez kilómetros. Disculpen los lectores este inicial exordio, innecesario, surgido al recibir el 'Diccionario del habla de Olivares', de T. Vélez López, filólogo y profesor de Lengua española, que viene a sumarse a la larga lista de obras –muy desiguales- en que se recogen las (que se creen) peculiaridades léxicas de una localidad o comarca de Andalucía. Para mí, sin embargo, no es «una más», ya que en esa población del Aljarafe sevillano pasé largas temporadas, y sobre su habla versó mi primer trabajo de investigación. Siempre he loado la labor de «cazar» acepciones y giros más o menos «singulares», por más que la afición, como la cinegética, acaba convirtiéndose a menudo en pasión. Incluso he llegado a prologar algunas, como el 'Vocabulario de los Pedroches', de J. Pizarro (1988). Pero, al toparme con este inventario de cerca de 3000 (¡) «palabras y expresiones del habla popular exclusivas de Olivares o de su comarca que no se hallan en los diccionarios», han regresado viejas reflexiones. Si de verdad fueran «exclusivas» de cada uno de los 800 municipios de Andalucía, no unos miles, sino un solo centenar de voces o acepciones, serían ignoradas por casi la totalidad de los andaluces aproximadamente 80.000, casi tantas como las que contiene el 'Diccionario académico' y muchas más de las que figuran en el 'Tesoro léxico de las hablas andaluzas', de M. Alvar Ezquerra.Claro que no es así. La mayoría de las voces de este listado -más del 90% de las cuales pertenecen, y es muy revelador, a unos pocos ámbitos referenciales (plantas y animales, agricultura y ganadería, cuerpo humano, alimentación y vestimenta)- son conocidas fuera de Olivares: cáscara, raspa, biergo, calzón, descote, alfiler, simplote, noblote, esaborío, redicho, vaina, cascarrabias, cañizo… Y lo mismo pasa con las simples deformaciones fonéticas, que abundan. En el apartado «religión» figuran «guisopo, presinarse, vigen…». La locución «cont[r]i má», de la que se dice que es «tenida por incorrecta, y equivale al familiar 'contra más', es decir, 'mientras (o cuanto) más'», se oye en toda Andalucía, y -transcrita como /contrimâ/- es definida así en el 'Andalusian Dictionary', de I. y P. Lobato González, también filólogas: «our favourite type of terms, those that show the Andalusian efficiency».De poco sirve que la selección se «escude» en el carácter «popular» de lo acumulado, pues tal adjetivo es tan utilizado (hasta en la denominación de un grupo político) como mal o no definido. Continuamente se «cuelan» en el ordenador vídeos de «propaganda», de «andalucismos», casi todos ya «previsibles» (encartar, pejiguera, chumino, lacio, pechá -o jartá-, arresío, capillita…), sin que falten esas secuencias mutiladas (no ni ná, follaíto vivo, fítetú…) que algunos pretenden convertir en «banderas». Apenas se dice nada en estos particulares vocabularios de lo que quien se acerca a consultarlos busca saber, esto es, si son muchos o pocos los que realmente usan cada una de las expresiones, si dejan de utilizarlas en cuanto salen del estrecho círculo en pueden ser comprendidas… Insisto, nada tengo en contra de una tarea encaminada –dicen- a «dignificar» el marginado andaluz. Pero es indiscutible que la riqueza del caudal léxico de los hablantes no se mide por unas pocas palabras «populares» que sólo cabe emplear en el reducido territorio en que pueden ser descifradas, sino por las muchísimas compartidas con todos o un amplio número de hispanohablantes. Todas son «nuestras» (no pueden ser «cosas mías»), y ninguna mejor ni peor que otra, pero la amplitud del radio de acción de las segundas es infinitamente superior. Reconocer el encomiable esfuerzo que supone tratar de impedir que caigan en el olvido vocablos hasta no hace mucho vivos, no implica llorar por la desaparición de los que ya no se necesitan ni se echan de menos. Algo sí parece avanzarse hacia actitudes menos subjetivas y encendidas. Con ocasión de la celebración en Cádiz (2023) del IX Congreso Internacional de la Lengua Española, el Ayuntamiento de la ciudad nos obsequió a los participantes con un ejemplar de 'Espabílate, que estás en Cádiz' (1857), cuyo autor, A. de Castro y Rossi, subtituló «Diccionario de voces gaditanas», pero en el que bastante de lo reunido («ajetreo», «naranjas de la China»…) es de uso general. Sorprende que el verbo del título –que se considera equivalente a «despabilar»- figure (en el interior y en la contraportada) escrito con /v/. Como si los gaditanos, al decir «espavílate, que estás en Cádiz», sin la d- inicial y pronunciando (¿) la consonante interior como labiodental, lograran mejor que nadie que el oyente «ande listo». Setenta años después, cosas así no se escriben.SOBRE EL AUTOR Antonio narbona Es catedrático emérito de la Universidad de Sevilla y Vicedirector de la RASBL
Antonio Narbona: Palabras nuestras
Reconocer el encomiable esfuerzo que supone tratar de impedir que caigan en el olvido vocablos hasta no hace mucho vivos, no implica llorar por la desaparición de los que ya no se necesitan ni se echan de menos
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