Pala: poeta con eco universal

mcglynn.kay

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“Abajo había nubes”. Esa frase habita los ojos de un niño en Yarumal que ve el mundo desde las alturas de un pueblo solo visitado por la niebla, el frío y el olvido. Digo olvido porque este pueblo antioqueño está registrado como el pueblo con mayor número de casos de Alzheimer en el mundo.

Pero hablamos de recuerdos.

Justo en ellos nace, también, la poesía.


Ese niño se llama Carlos Alberto Palacio (Yarumal, 55 años), todos le dicen Pala, y esa frase da título a un libro suyo que mereció el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández en España, en 2020. Pala es médico y cirujano –estudió en Medellín–, músico –estudió en La Habana– y filólogo hispanista –se graduó no hace mucho– además de poeta, que lo es desde hace tanto. Por años, considerado uno de los mejores letristas del país, dicho por críticos y medios internacionales.

Como cantautor ha publicado ya diez discos de estudio y un concierto sinfónico; en ellos atesora composiciones y anécdotas memorables. En el primero le acompañó el ingeniero de sonido de Michael Jackson y Eric Clapton; en otro más compartió sesiones y estudio con Charly García; en el más reciente hizo dúos con colegas que son sus amigos: Jorge Drexler, El Kanka, Juanes, Pedro Guerra… referentes del mundo de la canción de autor toman el teléfono cuando ven su nombre en el identificador. Algo aprende él con ellos, tanto aprenden ellos con él. Cuenta y canta como pocos pueden, además de tocar más bello la guitarra cada día.

Su pasaporte tiene matasellos de algo más de una treintena de países marcando la ruta de sus días. Si una pasión tiene, además de la de pulir palabras, es viajar. Vive parte del año en España, por años vivió en Argentina, al final de sus historias regresa siempre a Medellín. Queda constancia de esto en La vocación del remo, poemario suyo que obtuvo el Premio Internacional de Poesía José de Espronceda, en 2022. Un libro que cruza ciudades y continentes como quien bautiza nuevos paisajes.

Premios, casi parece coleccionista de ellos, desde el Premio Nacional de Música en 2012 hasta el Premio Nacional de Literatura en 2024. Y en el arco entre ambos están el Premio de Poesía Antonio Machado, el Premio Jaén de Poesía y la suma de aplausos y laureles entre América y Europa sigue y crece. Sobre las palabras dice: “La palabra es herramienta, y traduce lo que sienta quien la tiene en su poder. Sirve para lo más abyecto y lo más dulce. La única forma de superar las limitaciones de la palabra es la poesía. Solo con la palabra podemos intentar decir algo que va más allá de la palabra. Es una herramienta que supera la herramienta misma”. Ese es su misterio.

Si una palabra lo define es hedonismo. La ruta suya está marcada por una pasión por la técnica. Cada oficio contiene técnica y pulsión. La medicina le enseñó disciplina y rigor, y eso mismo hace parte de su poesía, hace suyas estas palabras de Octavio Paz: “La poesía es hija del azar, pero fruto del cálculo”. Cada año prepara un nuevo libro. “Soy muy disciplinado, no escribo un poema, me planteo el reto de escribir un poemario. Escribo la mayoría de mis poemarios durante los primeros meses del año. Luego corrijo, tomo apuntes. De diciembre a marzo escribo ocho horas al día, con rigor, esa es mi metodología. También es verdad esto: me interesa la poesía dócil, que no hay que sufrir para leerla, la que se deja saborear sin ofrecer resistencia”. Lo busca y lo logra. En lo que escribe. Y en lo que lee.

Pala no dice que es poeta. “Poeta es una palabra que deben pronunciar los otros y no uno” escribió Raquel Lanseros y él está de acuerdo con esa línea. Aunque, obvio, admite que escribe libros de poesía. Sus libros son temáticos, tienen estructuras, hilos que unen y avanzan. Pueden leerse como quien se enfrenta a una bella novela.

“Me interesa la camada de nuevas poetas colombianas: Alejandra Lerma, del Valle del Cauca; Ana María Bustamante, de Medellín; y Diana Villa, a medio paso entre Colombia y España”. Y al momento de citar un faro dice Piedad Bonnett, primer nombre entre todos sus nombres, como quien enciende una luz.

Para Pala la literatura colombiana goza de muy buena salud, es más, siempre la ha tenido: “Un país que ha estado históricamente contra la pared encuentra formas fértiles de salir de eso”. Algo por decir: “A la literatura colombiana le haría mucho bien dejar de preocuparse por el tema académico de la apropiación cultural. Como bien lo cuenta Juan Gabriel Vásquez en su libro de ensayos La traducción del mundo, corren tiempos en que parece impresentable que un escritor se ponga en la piel del otro; que un escritor blanco tenga un personaje blanco o que un escritor colombiano escriba sobre un emperador romano. Estamos en mora de celebrar lo que nos hace diversos. Y de permitir que un escritor sea lo que debe ser: un traductor del mundo”.

La vida ha puesto a Pala en lugares insólitos y en hermosas compañías. Silvio Rodríguez le dedica en créditos uno de sus discos, Sabina lo invita a tomarse un vino en su sala, camina con Jorge Drexler a llevar los chicos al colegio. No hay héroe que no sucumba a su encanto.

Que hable, entre tantos asuntos suyos destacables, de un premio, de un disco y de un libro: “El premio que más me ha emocionado es el Miguel Hernández, por el nombre, por lo que significó Miguel Hernández cuando estaba pequeño y porque a él llegamos en Latinoamérica por la canción. Y porque fue el primero. Mi disco favorito es Yo y ya, aunque si tengo que recomendarle a la gente que escuche uno propondría El siglo del loro porque ahí está la combinación entre el escritor de poesía y el cantautor, además de muchos amigos que quiero mucho. Mi libro editado favorito es La vocación del remo, creo que es un poemario sólido y están allí algunos de los poemas que más me enorgullecen, aunque el que más me gusta es Taxidermia del instante, que acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura, es un poemario sobre Medellín que postergué mucho como todo lo que tiene que ver con mi ciudad, me resulta un libro disfrutable…”.

Una vida singular la suya, que también lo ha llevado al aula a pasar de estudiante a profesor. Enseña en la Universidad de Antioquia. “Me siento afortunado porque escribir y hacer canciones me permite vivir y viajar. He aprendido mucho por prueba y error, pero los errores me han llevado a lugares que me han hecho muy feliz. Me gusta la vida que he vivido”.

Y que siga escribiendo, maestro.

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