Otis_Wilkinson
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No le vendría mal a la tierra un roción, que, en lo arado, los terrones oreados ya piden un trago. No obstante, ahí está la otoñada, espléndida, verdeciéndolo todo, que las calles del olivar se pintan con verdísimas banderas de yerba; y los vallados donde, aunque nadie lo vea, las esparragueras empiezan a llamar a sus niños para que vayan asomando en cuanto el invierno pase su mano por todo este paraíso. Verdes de yerbas están las lindes, y verde toda la tierra donde no haya entrado la guillotina de un hierro. Arriba, cielo firme, celeste; no se mueve una hoja. Cerca, los frutales se deshojan con lentitud de desgana, sin descuidar los primeros apuntes de lo que vendrá por la primavera. Cerca también, los desmarojadores tijeretean entre las ramas de los olivos para darle aire al árbol, alivio a la savia, gracia al ramaje. A los pies de los olivos queda, como a los pies de un sillón de barbería, el resultado de la tala. Ya vendrán las candelas de ramón a levantar columnas blancas en estos olivares.El calmo, de la misma tierra riquísima, es alma hortelana. Así lo ha dispuesto el agricultor, que embona cuanto toca. La belleza sin mácula de las matas de habas, con la marcialidad de quien en la buena labranza no descuida la estética, el orden, el equilibrio, se hermana con la gracia única de las plantas de alcauciles, esa piña que en la cocina enjoya tantos platos, sin olvidar el juego de sus gustosas pencas. Cuando el agricultor lava en un pilón un manojo de cebolletas con un blancor inmaculado, la memoria acarrea sartén, aceite y huevos. La mano agricultora, con previsión de quien todo lo estudia para conseguir extraordinarias criaturas verdes, ya ha dispuesto arcos donde colocar la red protectora que a las tomateras les permita recibir luz y aire y que el sol no las incendie cuando vengan los días de fuego que acabarán viniendo. El otoño en el campo, tan tierno de verduras tiernas, tan apetecido en las almácigas donde ya la semilla está gestando y gestándose. Cuando febrero se asome a este campo que ahora adorna la cercanía del naranjal que termina de cuajar el amarillor, al ver cómo crecen cebollas, habas, lechugas, alcauciles, comeremos con la memoria y haremos una digestión de recuerdos de los primeros sabores. Entonces, primer ensayo de la primavera, nada habrá en el mundo que supere a la sencillez de la más básica geoponía minifundista.
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