Kaylin_Douglas
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Acabo de salir del cine de ver 'Gladiator 2' y estoy confuso. Me ha mantenido con los ojos como platos en plena hora golfa, un viernes por la noche, tumbado en la moderna butaca del cine de Lagoh por su profusión de acción y violencia descontrolada. Y me he llevado las casi dos horas y media que dura con un tremendo dilema: o a Ridley Scott se le ha ido la perola a sus casi 90 años o se ha reído de sí mismo en una especie de parodia de la película original, que está en el olimpo de la historia del séptimo arte. La bacanal de amputaciones y homoerotismo es inversamente proporcional a la tragedia griega clásica y masculina que triunfó con Russell Crowe y Joaquin Phoenix, el yin y el yang, donde el guion y los diálogos estaban muy por encima de la acción, que tampoco faltaba. Salgo de la sala MacroXe, con una pantalla de 150 metros cuadrados y habiéndome metido entre pecho y espalda medio kilo de palomitas, y la verdad es que no soy capaz de acordarme de una sola frase para la posteridad, más allá de la actuación estelar y la pose crápula de Denzel Washington, que es la única y verdadera salsa de esta segunda de 'Gladiator'. He pensado en la definición que Arturo Pérez Reverte hace de Pedro Sánchez, aquello de «embustero, tramposo, sin escrúpulos, pero un genio», y he comprendido finalmente que lo que Ridley Scott ha querido hacer es un retrato de la política española, con este Denzel en versión 'El Uno' y con este intrascendente Pedro Pascal, que parece el Feijóo del PP: un aparente buenismo que lo lleva al fracaso después de ganar la batalla por una estrategia incompetente para derrocar al Gobierno. Y si el nuevo Máximo Décimo Meridio es este Paul Mescal, absoluto plagiador de su progenitor, e incapaz de aportar originalidad en sus frases hechas, me viene a confirmar mi teoría de que la arena (y el agua con tiburones) del coliseo de 'Gladiator 2' es el campo de batalla del Congreso y de Twitter. «Yo no me voy a ir de aquí. No voy a dejar de luchar. Sé que mi vida sería mucho mejor si dejase esta red. Pero mis causas son más importantes que mi vida. Así que aquí seguiré. No pienso ceder este espacio sólo para quienes intoxican o difaman». No es Lucio Vero, alias Jano, luchando contra los monos depredadores de la ultraderecha, sino Óscar el gladiador de X, que lleva con fuerza y honor limpiando carreteras dos semanas a la misma velocidad con la que se le paran los AVE que vienen a Sevilla. Un gladiador follonero capaz de derribar los puentes imaginarios tres días después de empezar a diseñarlos con estilo chapucero o un cierto interés espurio por remover la arena para que otro se moje en su charco. Óscar, no se sabe si por inútil o por listo, alcanzará su venganza. En esta vida o en la otra.
Javier Macías: Óscar, el gladiador
'Gladiator 2' es un retrato de la política española, con este Denzel en versión 'El Uno' y con este intrascendente Pedro Pascal, que parece el Feijóo del PP
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