‘Orlando, mi biografía política’: de la habitación propia de Virginia Woolf al cuerpo propio de Paul B. Preciado

runte.avis

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Orlando, mi biografía política es la respuesta del filósofo trans Paul B. Preciado a la propuesta del Canal Arte de un documental sobre su vida. Como tantos de sus textos, se trata de una respuesta de naturaleza híbrida y experimental; una indagación en la teoría queer en forma de película-ensayo, pero también de carta y poema a la autora de Orlando, Virginia Woolf. Ocho décadas después de su suicidio, a los 59 años en el río Ouse, cerca de su casa de Sussex, acosada por la depresión y la reciente muerte de su sobrino en la guerra civil española, la escritora inglesa y su personaje reviven en una película que en lugar de reclamar una habitación propia —como el célebre ensayo feminista de Woolf— reivindica el cuerpo propio de Preciado y todos los orlandos.

Con voz pausada, el filósofo arranca así su relato: “Alguien me preguntó: ‘¿Por qué no escribes tu biografía?’. Y yo respondí: ‘Porque la capulla de Virginia Woolf la escribió por mí en 1928. Querida Virginia, siento haberte llamado capulla, lo digo con ternura y admiración… pero también lo digo con un poquito de rabia…”. La falta de conciencia de clase de la autora de Al faro será un reproche recurrente (“Mira estos orlandos, no han vivido como poetas o aristócratas, han sido reducidos a pacientes de la psiquiatría”) en una película que, por otro lado, es un canto de amor a una escritora adelantada a su tiempo.

Con este clásico de la literatura en la mano, Preciado pone el yo al servicio de una historia colectiva, la historia de los que no han tenido derecho a su propia historia. En esos primeros minutos, mientras escuchamos la voz en off de su narrador, también lo vemos ejecutar uno de los gestos políticos clandestinos más universales: la pegada de carteles en una noche oscura.

Queda pronto claro que esta es una película-manifiesto, un manifiesto onírico que rehúye los dogmas para proclamar la libertad absoluta del cuerpo. Es también una película epistolar escrita a mil manos con recuerdos de las primeras hormonas inyectadas, los nombres impuestos y otros imaginados, las metamorfosis y los sueños, no de ser otra persona sino todas las posibles. Conocemos a Lilie, a Arthur, a Janis, a Óscar, a Elios, a Amir, y Emma, a Jenny y a Paul, el hijo de una costurera y el dueño de un garaje de un pueblo del norte de España. Un orlando al que sus padres llevaron al psiquiatra con 14 años por ser un chicazo.

Si Sally Potter convirtió a principios de los noventa a una jovencísima y melancólica Tilda Swinton en la encarnación del personaje de Woolf, Preciado apuesta, también con dosis de humor, por una polifonía de rostros contemporáneos cuyo destino desemboca en esos “niños del futuro” a los que cantaba el poeta chileno Pedro Lemebel, figura clave para entender esta nueva revolución del cuerpo.

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