Oriana Fallaci, el regreso de la “testaruda” periodista que se enfrentó al poder y fue condenada por islamofobia

lavern20

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La mañana en que Donald Trump ganó las elecciones, la legendaria periodista Oriana Fallaci (Florencia, Italia, 1929-2006) habría amanecido horrorizada. “Ella conocía bien a Trump, como todos los neoyorquinos, y le detestaba. Lo consideraba un tipo zafio y vulgar. Si hubiera estado viva creo que hoy estaría haciendo las maletas porque le dolería demasiado ver el rumbo que ha tomado el país”. Lo explica Edoardo Perazzi, su sobrino y heredero, apesadumbrado a través del teléfono, sin esconder su estupor ante los resultados electorales.

Fue una coincidencia conversar precisamente tras la victoria del republicano, pero hablar de ello parecía necesario ya que Fallaci residió en Nueva York desde los años sesenta hasta su muerte en 2006, y si su carrera fue un éxito en parte se lo debe a Estados Unidos. “Ella se mudó buscando la libertad que sentía que no le ofrecía Italia, sobre todo desde el punto de vista profesional, pero sabía que era un lugar lleno de contradicciones. Hoy seguramente habría subrayado que Trump ganó dos veces frente a dos mujeres. La libertad y la igualdad de las mujeres era una de sus grandes preocupaciones y estas elecciones la habrían irritado mucho”.

Basta ojear los libros de Fallaci para reconocer ese compromiso: en El sexo inútil, un viaje-denuncia sobre la condición de la mujer a través de diferentes países publicado en 1961, la periodista escribió una frase que casi media humanidad aún no acepta: “La revolución más grande en un país es la que cambia a las mujeres y su forma de vida. No se puede hacer la revolución sin mujeres”.

 Oriana Fallaci, en los años ochenta.

Perazzi puede atreverse a especular, ya que además de crecer cerca de Fallaci le ha dedicado los últimos veinte años de su vida al legado de la que posiblemente fuera la periodista estrella del siglo XX. Sus crónicas y entrevistas, publicadas en medios de todo el mundo, se estudian en las universidades de periodismo, y sus libros, de los que se han vendido más de 20 millones de ejemplares, continúan reeditándose. En España, Alianza Editorial tiene en proyecto recuperar sus principales títulos y acaba ya de publicar Un hombre, “su libro más querido”, en palabras de Perazzi, donde novela la vida y la relación que mantuvo con el héroe de la resistencia griega Alekos Panagulis, al que aquel libro convirtió en leyenda.

Mientras, Italia se prepara para celebrar el año próximo el 50 aniversario de la publicación de Carta a un niño que no llegó a nacer, un best seller mundial que condensa las dudas de una mujer (universal) frente al aborto. Últimamente los grupos pro vida han tratado de identificarlo con un libro contra el aborto por su final abierto, aunque el texto, intimista y sincero, defiende firmemente, como Fallaci, el derecho de la mujer a elegir. Aún hoy circulan por las redes sociales sus declaraciones, actualísimas, donde critica que no se permita a las mujeres decidir sobre este asunto, sin paternalismos.

Además, en 2025 también se estrenará en Italia la serie Miss Fallaci, presentada recientemente en Festival de Cine de Roma. Centrada en sus inicios como reportera en la revista italiana El Europeo, es una época de su vida poco conocida, que abarca tanto su viaje a Hungría tras la invasión rusa, donde asoma ya la futura cronista de guerra, como sus primeros pasos como entrevistadora en Hollywood.

Miriam Leone interpreta a Oriana Fallaci en la serie 'Miss Fallaci' (2024).

Allí ya dejaba entrever su talento, por ejemplo en un perfil sobre Marilyn Monroe, donde estaba muy presente la voz de la periodista —algo que, en los años cincuenta, apuntaba la llegada del Nuevo Periodismo— y en el que relataba sus infructuosos intentos por entrevistar a la actriz. Con ello se adelantó una década al célebre Sinatra está resfriado de Gay Talese, un retrato del cantante escrito sin hablar con el protagonista. “Su desparpajo y atrevimiento, y su talento con la pluma, mezclando honestidad e ironía, la llevó a construirse sólidas amistades en Hollywood que mantuvo el resto de su vida, aunque también enemigos porque era directa y sincera y eso no siempre sentaba bien, sobre todo entre los poderosos”, afirma Perazzi.

La Fallaci, como la llamaban en Italia, rompió todos los techos de cristal en una época en la que en las redacciones de los periódicos apenas había mujeres. Se hizo íntima amiga de personajes como Orson Welles sin apenas hablar inglés. Cambió la forma de contar las guerras, a las que hasta entonces solo iban reporteros varones y persiguió las noticias hasta el punto de casi morir a tiros en la matanza de Tlatelolco en México en 1968. “Creó escuela con sus crónicas y sus afiladas entrevistas a políticos de todos los bandos (recogidas en el libro Entrevista con la historia y Entrevista con el poder). Era fiel a la verdad, algo que hoy se echa en falta en el periodismo”. Lo dice Luca Ribuoli, uno de los tres directores de Miss Fallaci, que han pasado varios años buceando en la vida y obra de la periodista.

Su opinión coincide con la de Perazzi: “Pese a ser testaruda y de reacciones exageradas, era extremadamente perfeccionista, sabía escuchar y por eso era capaz de cambiar de opinión frente a la realidad. Hizo temblar a Kissinger con sus preguntas sobre Vietnam, pero cuando vio con sus propios ojos las atrocidades que cometía el Vietcong también lo denunció y por ello perdió, por ejemplo, su amistad con Jane Fonda, que nunca le perdonó que hablara mal del bando al que apoyaban todos los que se oponían a la guerra de Vietnam”.

Y volviendo a las hipótesis, Perazzi señala las actuales guerras en Gaza y el Líbano. “Ella cubrió el conflicto entre Palestina e Israel y estuvo también en el Líbano [publicó una entrevista con Ariel Sharon en El PAÍS]. Era capaz de atacar con dureza a Israel, pero también a Yasir Arafat. No obstante, estoy seguro de que hoy denunciaría la masacre cometida por Israel en Gaza porque nunca toleró el abuso de poder y sería difícil que Oriana justificara la muerte de miles de civiles. Ella participó en la resistencia italiana de adolescente. Sabía lo que era una guerra”, cuenta.

Fallaci ejerció durante la época dorada del periodismo, cuando la proliferación de noticias falsas aún no era noticia. “Por suerte Oriana no ha tenido que vivirlo”, afirma su sobrino. “Ella, que pasaba meses preparando una entrevista para que nadie pudiera acusarla de haberse equivocado o de haber escrito algo erróneo, se moriría viendo la avalancha de basura que hay en redes sociales y en medios”.

Pero hubo un tiempo, antes de que existieran poderosos jefes de comunicación manejando los hilos de la política y, sobre todo, antes de que la máquina del fango alcanzara su mayoría de edad con las redes sociales, en que Fallaci era capaz de sacar su bisturí de preguntas y hacer que sus entrevistados hablaran más de lo que les gustaría. Su entrevista al rey etíope Haile Selassie provocó un conflicto diplomático entre Italia y Etiopía, la del secretario de Estado Henry Kissinger llevó a Nixon a retirarle la palabra durante meses, la que le hizo a Jomeini reveló la verdadera naturaleza de la revolución iraní… La historia política de los años sesenta y setenta puede contarse a través de sus entrevistas. En los ochenta y noventa, en cambio, se dedicó con éxito a los libros.Ç

Oriana Fallaci, retratada en 1992.

No obstante, tras los atentados del 11-S, la extraordinaria trayectoria de la Fallaci quedó empañada por su reacción visceral contra el extremismo islámico. “Lo que escribió tras los atentados hizo que el mito se derrumbara, pero también ha sido víctima de la instrumentalización que hizo de ella la derecha. A Oriana no se la puede leer descontextualizada, no se pueden resumir sus palabras en un tuit”, explica Perazzi. “Ella criticó el extremismo islámico mucho antes del 11-S. Estaba a favor de la integración, pero en contra de aceptar esa parte de la cultura musulmana —poligamia, mujeres bajo una burka— que reduce las libertades de las democracias occidentales. Su reacción al 11-S fue, sobre todo, una crítica contra Europa. Pero ella jamás habría querido ver como Italia deporta inmigrantes a Albania, aunque ahora Salvini y otros digan que sí”.

Sin embargo, es difícil no sorprenderse ante frases como “los musulmanes se reproducen como ratas” o “¿qué hay detrás de la cultura musulmana? Nada. Yo solo veo a Mahoma y su Corán”, de su libro El orgullo y la rabia (2002), por el que fue juzgada en Francia, donde fue absuelta, y en Suiza, donde la condenaron por xenofobia. “Hay muchas opiniones de aquella época con las que no estoy de acuerdo pero a ella le gustaba provocar, era su manera de agitar conciencias. Pese a ello, era lúcida en sus análisis. Vio venir el Estado islámico mucho antes de que naciera ISIS. Sin embargo, su último libro, El apocalipsis, tiene un tono que a veces roza lo ridículo, ni siquiera la escritura suena a Oriana. Yo no lo habría publicado”. En 2005 aún no se hablaba de cancelación, aunque hoy seguramente se utilizaría esa palabra. “Cayó sobre ella una especie de damnatio memoriae”, admite Perazzi, “pero Oriana no deja de ser una gran intelectual del siglo XX con muchas cosas que decir sobre el presente”.

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