Operación Macarena

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Después de lo de Aldama y viendo que se les echaba el tiempo encima no se les ocurrió otra cosa que improvisar un Cecopi –por allí andaba Begoña, meritoria en 'Las cuatro estaciones'– para tratar de planificar una operación salida que se les había complicado a última hora y sin apenas tiempo de reacción. Tras el episodio de Paiporta, cuando los guardaespaldas tuvieron que encapsularlo, cualquier exposición pública del 1 era una temeridad, un reto cuya complejidad logística aumentaba de forma exponencial según se iban conociendo los detalles del bochinche organizado o fabulado por el comisionista arrepentido , hidrocarburos sin IVA para el fuego de la indignación, y Lobato se alobaba. Que ninguna solución iba a ser buena lo sabían todos los miembros del Cecopi, pero nadie pensaba en aquella última semana de noviembre que la cosa iba a terminar como acabó. Sobre la base de los testimonios de los supervivientes, contradictorios y poco fiables, sin actas que documenten la autoría de cada propuesta, especialmente la que finalmente se adoptó, resulta imposible señalar al responsable de un plan que no solo se demostró descabellado, sino suicida.Presentarse en el Congreso Federal de Sevilla a bordo del Falcon fue la primera opción descartada.—Te buscamos un acto oficial en cualquier pueblo de al lado y arreando, como hacemos siempre. Ya tenemos a tres o cuatro alcaldes localizando exteriores.—Ni pensarlo. Nos cogen a la salida del pueblo y no la contamos.El miedo a la gente, precisamente su gente, aquella a la que durante años y en dosis de refuerzo había inoculado el virus sin atenuar del descontento, carne de su carne, progreso de su progreso, se había convertido en fobia. Además, la palabra pueblo le daba alferecía desde lo de Paiporta.Aunque tuvo su debate, lo del AVE tampoco pasó el corte. La idea de reservar un convoy, viajar de noche y bajarse en Santa Justa a deshora iba a tener tantos testigos, personal del Adif y la Renfe, por decenas, que obligaba a desconfiar de su necesario silencio, sin Aldamas que lo pagasen. —La gente, otra vez la gente, la puta gente. Estoy hasta los cojones de la gente.Hacer el trayecto de día tenía la ventaja de pasar inadvertidos, pero solo hasta la estación de Sevilla, cuyas rampas automáticas, desde el andén al vestíbulo, lentas como el paso por la carrera oficial de una hermandad de negro, vislumbró el 1, ya entre sudores, como el camino del cadalso. «No salimos vivos».Nadie se acuerda o no quiere acordarse de dónde y de quién salió lo del autobús de Hazte Oír, alarde de genio y estrategia. «¿Quién va a pensar que vamos dentro?», preguntó el que asó la manteca, aún sin identificar pese al tiempo transcurrido. «Hay que agenciarse el último que sacaron, el de 'La rosa nostra', en el que salían Koldo, Begoña y Delcy... Paramos en La Perdiz a picar algo y seguimos hasta Sevilla». Eso fue todo, o casi todo, según los que pudieron contarlo después de que, a la altura de Cerro Perea, en un gasolinera cuyos baños se convirtieron en refugio accidental, un grupo de antifas sevillanos, gente de su gente, carne de su carne, progreso de su progreso, la emprendieran contra lo que quisieron ver como una ola reaccionaria de esas que te salta una alerta democrática en el móvil. «No pasarán», gritaban los perlas.

 

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