‘Nunca nos contamos lo que pasó', Natalia Junquera: pasión por el buen periodismo y la novela histórica

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27 Sep 2024
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La periodista de EL PAÍS Natalia Junquera ha escrito una novela entretenida y emocionante sobre una periodista —Belén, pero bien podría llamarse Natalia— que, agotada por la deriva sectaria e incompetente de su periódico, se pide una excedencia para entregarse en cuerpo y alma a una gran historia por la que su medio no muestra ningún interés: la reconstrucción de unos fusilamientos perpetrados por la Falange en un pueblo de la España vaciada, en los inicios de la Guerra Civil, con el objetivo último de identificar la fosa y exhumar los restos para poder, por fin, restituir la dignidad a las víctimas y que las heridas empiecen a cicatrizar casi nueve décadas después.

Ese periódico a la deriva e insensible a las buenas historias se llama en la novela El Día, pero está muy claramente inspirado en lo que la autora vivió en EL PAÍS de la época de Antonio Caño (2014-2018), unos años en que el grueso de la Redacción sintió que el periódico se desplazaba hacia posiciones cada vez más alejadas de su tradición progresista y que lo hacía, además, pilotado desde la tiranía y la incompetencia.

El resultado es mucho más que una interesante novela que discurre en un contexto muy real: es también una excelente crónica sobre la decadencia de los medios —que, afortunadamente, no es irreversible cuando se rectifica y se recupera el propósito y el modelo de negocio—, sobre la pasión de los y las periodistas por seguir comprometidos con la búsqueda de la verdad y las coberturas más útiles para la sociedad, y también sobre la que ha sido una de las grandes historias en la España de las últimas dos décadas: el proceso por el que los nietos, despojados ya de los miedos y los tabúes impuestos durante la Transición, empezaron a buscar los restos de sus abuelos fusilados durante la Guerra Civil, inicialmente sin ningún tipo de ayuda pública y teniendo que enfrentarse a un espeso manto de silencio y de intereses que trataba de impedir lo que finalmente se está logrando gracias a la fuerza de la ciudadanía organizada.

La novela es todas estas cosas y todavía algo más: un auténtico manual práctico de buen periodismo, que en ocasiones exige mucha pasión, un punto de inconsciencia y, sobre todo, un verdadero compromiso por hacer aflorar la verdad y aspirar a ser útil a la gente corriente y no solo un instrumento al servicio de las dinámicas de poder. El libro va desvelando sin proponérselo el método, que se basa en escuchar, siempre en las antípodas de pontificar. No es nada raro, pues, que uno de los personajes que sobrevuelan la novela y que inspiran a su protagonista sea un veterano periodista, Rodrigo Couto, que simboliza a dos referentes no solo de la autora, sino también de buena parte de la profesión: David Beriain, amigo del alma de Junquera, asesinado en Burkina Faso mientras rodaba un documental, en 2021, y Ramón Lobo, fallecido el año pasado (y en 2012 despedido de EL PAÍS en el infausto ERE que allanó el camino a los tiempos oscuros por venir).

Con tantas referencias y guiños a la realidad, el lector puede correr el riesgo de olvidarse de que se trata de una novela. Pero no hay equívoco posible: en la vida real no suele salir todo tan redondo.



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