Dayna_Kshlerin
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Una vez más, los coreógrafos de la izquierda se han llevado el gato al agua . Metáfora arriesgada, lo sé. Mentar el agua en casa del ahogado no es de buen gusto y utilizar la figura del gato, que tiene siete vidas, para referirse a Mazón, a quien ya no le queda ni media, tampoco parece una idea feliz. Sin embargo, de eso va la cosa: de la escenificación de la protesta popular dirigida contra el presidente valenciano por su gestión durante la DANA. Vaya por delante que no pienso dedicar ni una sola oración subordinada de este artículo a defender al barón del PP . No me parece mal que la gente haya querido manifestar su indignación contra él. Se lo merece. Lo que me parece injusto es que esa ruidosa indignación, sabiamente orquestada por los ingenieros del pacto del Botánic, haya acallado la que señala a los cretinos que tocaron el violón –antes, durante y después de la tragedia– en la sala de máquinas de La Moncloa. No he estado en la zona devastada. No he enjugado personalmente las lágrimas de las víctimas ni he pisado los escombros de sus casas y sus negocios. Pero sabe Dios que he procurado atenderles lo mejor que ha sabido desde mi humilde rincón de la radio. He entrevistado a alcaldes, a bomberos, a voluntarios y, por supuesto, a damnificados. Mi impresión personal es que casi ninguno distingue, a la hora de describir su pavorosa sensación de desamparo, el color político de los culpables. Que ahora se pretenda hacer una distinción quirúrgica entre buenos y malos y que el clamor de la calle se dirija en exclusiva contra el negociado autonómico es una manipulación artera que suena, más que a otra cosa, a acto de desagravio por el desahogo antisanchista de Paiporta. Cuanto más ensordecedor sea el baladro callejero, que tiene de cándido lo que yo de peso pluma, menos se escucharán las voces que quieren saber por qué los mismos ecologistas que queman en la pira de sus discursos a los negacionistas del cambio climático han impedido que se ejecuten las obras hidráulicas que podían haber evitado la riada. Muchos de ellos siguen creyendo que es más importante proteger los nidos del aguilucho cenizo que las vidas y las haciendas de los bípedos humanos. Hemos hablado mucho del cálculo oportunista que llevó al Gobierno a no declarar el estado de emergencia con la insana intención de que el PP se hundiera en el barro, pero aún no de la grave irresponsabilidad de la Confederación del Júcar por haberse desentendido de la ejecución de las infraestructuras que estaban programadas. Por eso es especialmente bochornoso que su jefa política, Teresa Ribera, esté cuerpo a tierra y siga sin dar la cara. Es muy posible que el PP haya elegido esa vía de ataque para ponerle sordina a los ataques a Mazón –después de todo, clamor con clamor se tapa–, pero eso no significa que su estrategia sea injusta. Pincho de tortilla y caña a que a los valencianos, a estas alturas, lo único que les preocupa más que lo que ha sucedido es que no vuelva a suceder jamás.
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