Kenna_Pagac
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Nadie quiere ofrecer la lista de desaparecidos en Valencia. Quizá porque no lo sepan, quizá porque sería someter al país a un estado de ansiedad para el que no está preparado por la ausencia de liderazgo. Hay ministros que se han lavado las manos como Pilatos en una palangana sucia, tan llena de lodo, que ha parecido probablemente lo que es: que todo el peso de la negligencia caiga sobre el Gobierno autonómico. No declarar la emergencia por una tragedia que nadie de mi generación, nunca, ha vivido en este país, forma parte del festival de la irresponsabilidad a la que estamos sometidos por una clase política que sólo ha aprendido a escalar puestos en el organigrama del partido sin haber salido jamás al mercado laboral, donde se pasa frío de verdad. Uno se pregunta el porqué la Generalitat valenciana, a sabiendas de que sobre ella está la espada de Damocles de la catástrofe y sus consecuencias, no pidió desde el primer momento la lista completa de militares, policías, guardias civiles y todo el personal necesario. Nuestra tragedia, la de aquellos que estamos libres del barro y escombros, es la que vivimos estos días en las cloacas inundadas de pestilencia que son las redes sociales, donde cada uno vomita acusaciones a diestro o siniestro, según su bandera ideológica. El pueblo valenciano ha dado un verdadero ejemplo de una solidaridad y unión que son inversamente proporcionales a las que el país virtual demuestra en la ciénaga de Twitter. Nuestra tragedia es la anestesia que nos produce el individualismo imperante de esta sociedad, que ve demasiado lejos la peor desgracia que hemos conocido en nuestra historia reciente en España. La televisión es un estercolero de programas de entretenimiento, de ruletas de la suerte que se cortan a la hora del Telediario y regresan a su hora en punto tras los anuncios. Nuestra tragedia es que mientras en Valencia hay cientos de personas sepultadas en los avernos de nuestra indiferencia, celebramos los goles de nuestro equipo porque todo sigue como si nada hubiera ocurrido. Dónde está ese país que salió a la calle al completo hace ahora 20 años por un atentado que se cobró hasta ahora un número similar de víctimas mortales y nos cambió la historia para siempre... qué duda cabe que hacia la involución y la polarización.Aquí, en Sevilla, temblaban de madrugada los cristales por un festival techno. Hubo quien llegó a descorchar botellas de champán a las doce horas del jueves en la calle San Jacinto para celebrar que había llegado el día del aniversario de una coronación. Que nadie diga que la Estrella salió por la contrición del pueblo, porque lo hizo enmarcada en el júbilo de la indolencia en la que todos participamos, yo el primero, en este Horrorween que es nuestra tragedia. Como así se llamaba el festival.
Javier Macías: Nuestra tragedia
Mientras en Valencia hay cientos de personas sepultadas en los avernos de nuestra indiferencia, celebramos los goles de nuestro equipo
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