pfeffer.rubie
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Una tarde de hace dos años, la vida cambió de repente en casa de los Fernández. Después de semanas asistiendo en vilo a los desbarres cada vez más terroríficos de su hijo, un chaval que llevaba años alternando días de hijo modelo con noches de oveja negra sin pedir ayuda ni dejarse ayudar por nadie, los padres consiguieron meterlo en el coche y llevarlo a Urgencias. Diagnóstico: brote psicótico por abuso de drogas. Siendo un sueño terrible, los Fernández no podían ni sospechar entonces que la pesadilla iba a convertirse en infierno las 24 horas del día, todos los días, hasta hoy mismo. El alcohol, la cocaína, el juego, las benzodiacepinas fueron sustituyendo o solapándose a los porros en el arsenal de muletas del chico para lidiar con la vida. Nadie que no lo haya pasado puede imaginar el sinvivir de ver cómo tu hijo adorado se convierte en un extraño que te miente, te insulta, te hiere y te roba las joyitas que él mismo te regaló el Día de la Madre para malvenderlas y pagar la próxima dosis, la siguiente apuesta, la enésima huida a ninguna parte. Y nadie que no haya tenido que tomarla sabe lo dura que es la decisión de dejar que toque fondo y esperar que quiera salir a flote. Eso, disponiendo de amor y recursos para intentarlo. Otros no los tienen, o no los quieren, o se quedan por el camino.
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