Norberto Dotor: «Quitarme el arte a mí es como arrancarme el hígado o un pulmón»

clovis.koepp

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No se ha caracterizado Norberto Dotor (Almagro, 1948) por morderse nunca la lengua, y no lo va a hacer ahora que cierra Fúcares, su galería durante 50 años «y un día». Un espacio en La Mancha profunda desde el que promovió a algunos de los más destacados artistas contemporáneos y que llegó a vivir 'la aventura madrileña' antes de replegarse a sus orígenes. Sin embargo, este no es el final del trayecto. Queda ahora mover su colección, algo que comenzará este mes de diciembre con dos exposiciones en su localidad natal. Y quizás, dedicarse a la gestión cultural. Así lo va dejando caer...Noticias Relacionadas estandar Si ARTE El frasco de las esencias de Abierto Valencia 2024 Javier Díaz-Guardiola estandar Si ARTE Barcelona Gallery Weekend 2024: experimenta que algo queda Javier Díaz-Guardiola—La galería cumple 50 años y justo se decide a cerrarla. —La hemos cerrado la jornada que cumplía 50 años y un día. —Supongo que es un cierre más que premeditado.—Lo hemos dejado como en una especie de sentencia. Cuando me jubilé y me instalé de nuevo en Almagro hace una década lo hice con toda la ilusión del mundo, pensando que allí podría hacerse algo productivo. Pero a los dos o tres años me di cuenta de que eso era prácticamente imposible: ya sabía que la galería estaba sentenciada. Desde entonces, he hecho grandes esfuerzos económicos, me he tragado muchos sapos para que cumpliera al menos los 50 años. —Bueno, en Almagro en esta última etapa ha aguantado diez.—A costa de hacer mucho sacrificio, de no hacer gastos extra… En La Mancha no hay un centro de arte que se le pueda considerar como tal al cual se le pueda vender algo, algo normalizado en el resto de Comunidades Autónomas. La desinformación es total y absoluta. —¿Cómo se inició todo? ¿Por qué un técnico en turismo decide dar el salto al galerismo, sin antecedentes familiares, y en La Mancha?—Mi padre era carnicero. La casa, en la que vivo yo ahora, era una tienda de comestibles, donde se vendía de todo. Ese era el ambiente inicial. Y yo estaba sentenciado a acabar igual. Mi padre tenía tres hermanos más que también eran carniceros, como lo fue su padre. A los once años, yo ya trabajaba en el matadero con mi padre haciendo embutidos, salando y curando jamones. Y a esa edad, me salió del alma y le dije que yo no quería dedicarme a todo eso. Así empecé a estudiar el bachillerato. Toda una vida. De arriba abajo, foto del día de la inauguración de galería Fúcares en Almagro, el 24 de octubre de 1974; exposición de Frederic Amata en 1981; y un aspecto de la exposición individual de Beatriz Algaba, hace cuatro años Cortesía N. Dotor—¿Y de ahí al arte?—El arte era una asignatura que yo dominaba perfectamente. Me encantaba. Incluso llegué a pintar. Y cuando volví del servicio militar, que ya había acabado la carrera de turismo, intenté retomar la pintura. Pero mi estudio estaba vacío, mi madre lo había vendido todo. El dinero me lo pasaba a mí. Mis antecedentes galerísticos están ahí, en mi madre que tan pronto te vendía garbanzos o pan en la tienda, que hizo sus pinitos deshaciéndose de mis cuadros. —¿Ejerció aquello para lo que estudió?—Yo soy técnico de turismo pero nunca ejercí. A lo que yo me quería dedicar era a la promoción y organización del turismo cultural y de interior. Almagro era un pueblo con mucho potencial en el que faltaba una galería de arte. Y creo que fue la mejor decisión que tomé. He sido la persona más feliz del mundo pudiendo hacer lo que hice, que para mí no era un trabajo. —¿La galería fue su mejor obra artística?—Sin duda. Y eso que yo pintaba bien. Conocí y me influyó Manolo Quejido. Hacía reinterpretaciones de Van Gogh…—¿Se perdió un buen pintor y se ganó un galerista?—¡Qué se yo! Pero, ¿qué es ser galerista hoy? ¡Con el gasto que supone, entre el márketing, las redes, los programas… Ahora se oye hablar mucho de la pintura cuqui. ¿Eso que es? ¿A dónde nos lleva? Me da mucho miedo. Yo prefiero las viñetas de El Roto. O las de Riki Blanco, que últimamente está que se sale. No sé. Yo siempre he sido muy de viñetas... —¿Qué definió a Fúcares?—Su propósito fue siempre acercar el arte a un pueblo, que es ciudad, pero que no pasa de 9.000 habitantes. Un pueblo desatendido de información en este sentido por parte de las instituciones. Y lo que yo he disfrutado siempre más de la galería fueron los montajes. Y antes de los mismos, visitar los estudios de los artistas, a los que yo me acercaba con cualquier pretexto. Para defender lo que exponía primero lo tenía que conocer y luego creer en ello. Conectar con un proceso que es algo enriquecedor porque eran tantas vías como artistas con las que trabajabas, que a veces se complementaban. Nunca traje a 'Fulanito' por el nombre que tenía. Fulanito tenía que tener su espacio en un programa coherente. Un programa que te tienes que crear tú, que alimentas tú y en el que tienes que creer. —¿Y por qué eligió ese nombre?—Por los Fúcares que trajo Carlos V y que se instalaron en Almagro junto a varias familias flamencas más. En la calle perpendicular a la galería estaba su palacio. Esa salida al campo, que se veía desde la galería, se llamó antiguamente 'camino de los Fúcares'. —¿Y qué titulares dio? ¿Qué fue lo que pasó por allí?—La galería fue un compendio de circunstancias, entre las que se unen los errores que yo he tenido, que creo que no han sido muchos. No tengo abuela en ese sentido… Pero no quiero repetir los nombres que la gente recuerda constantemente.—Por eso le pregunto si quizás esos hitos no están asociados a los grandes nombres para usted. —Así es. Además piensa que durante 30 años simultaneaba doble programa, en Madrid y Almagro. Recuerdo una exposición de Paco Nieva magnífica coincidiendo con un festival de teatro. Recuerdo la de Frederic Amat. La de José Guerrero … Y otra que hicimos que se llamó 'Lo kitsch en Almagro'. ¿No te he hablado de ella?Tiempo de cambios. De arriba abajo: En el otoño de 1980, Fúcares se trasladó a un espacio mayor, enfrente del que ocupó a sus inicios. En la fotografía se puede ver a José Ortega, artista con el que se reinauguró; aspecto de la exposición individual de Berrocal; e individual de José Guerrero enj los setenta Cortesía N. Dotor—Lo va a hacer ahora.—El primer año de la galería no me convenció nada. Había expuesto lo que tenía alrededor y me di cuenta de que no podía seguir por ahí. Entonces pensé en una expo que fuera ejercicio de reflexión para mí y para los visitantes. Así que rematamos la temporada con esta muestra, aunque yo había expuesto ese año bastantes cosas kitsch. Conocía a Juan Antonio Ramírez y él nos hizo un texto estupendo. Hicimos hasta un itinerario kitsch por la zona. La muestra ofendió a algunos en el pueblo, sobre todo cuando empezó a tener eco en prensa, pero la hice precisamente con tres mujeres del pueblo. E incluía la foto de boda de mis padres, la mía de la comunión… Es a partir de esa muestra que yo empiezo a concebir un programa. Y poco a poco creció la calidad de los artistas: Guerrero, Curro González, Javier Valdeón, Abraham Lacalle, Simeón Sainz, el repetidísimo Barceló, Plensa...—Quizás lo cuqui sea el nuevo kitsch.—Pues lo mismo. Voy a tener que venir más a Madrid, y si se termina haciendo en Almagro lo que queremos hacer con mi colección, que esta se muestre con una sala de exposiciones temporales desde la que seguir alimentando el debate artístico, habrá que tenerlo en cuenta. —Como explica, en 1987, la galería salta a Madrid. ¿El mercado una vez más?—Sí. Ya contaba con un grupo de artistas sólido con los que me movía en ferias internacionales, como la de Colonia o ARCO, que no tenía sentido que se desparramaran por galerías. Si yo no venía a Madrid iban a terminar dando el salto a otros sitios. A Pedro G. Romero, antes de llegar a Madrid, le hice yo una buenísima individual. Aún así, a algunos artistas me los terminaron quitando: Pello Irazu, que no era nadie cuando expuso en Almagro. No había abierto en Madrid cuando ya me lo habían quitado…—Me puedo imaginar quién.—¡Me mangó a muchos! Pero prefiero no hablar de esas cosas. Pero fueron varios los que sin olfato se aprovecharon del ejercitado por los demás. —Y mientras estuvieron las dos galerías abiertas, ¿cómo complementó los programas? —Eso daba igual. Pero generalmente en Almagro exponía a gente que ya tenían galería. El programa allí tenía que ser un poco más abierto. En Ciudad Real era prácticamente la única galería. Ahora el sistema es igual de precario. No aguantan. Pero es que no van ni a verlos. Y no me refiero a los que tienen dinero. Nuestra televisión autonómica es la única que no tiene una agenda cultural, con eso lo digo todo. El arte y la cultura allí es ocio y entretenimiento. Pasarlo bien. —¿Los artistas hacen al galerista o es el galerista el que hace a los artistas?—Las dos cosas. Un artista bueno te obliga a ti siempre a estar a la altura. Si este es muy joven, lo puedes conducir, pero llega un momento que te tiene que dar. Pero no hay fórmulas mágicas ni para lo uno ni para lo otro. —¿Y es inevitable que un galerista acabe siendo coleccionista?—Yo creo que sí. Porque aunque no seas coleccionista materialmente, si que eres alguien que atesora recuerdos, eres coleccionista en tu memoria. ¿Cómo no se van a quedar en ti determinadas piezas que te han abierto los ojos? Ahora mismo, el ayuntamiento de Almagro prepara dos exposiciones para diciembre en el Hospital de San Juan y la Iglesia de San Agustín con mis fondos. Sobre todo esculturas e instalaciones. —No le hizo ascos a ninguna técnica. —Cultivé menos el vídeo en la galería Fúcares, pero también se expuso. Qué duda cabe que me interesó siempre más la pintura. Pero fui muy fan de la escultura conceptual. De hecho, uno de mis últimos logros con Fúcares en Madrid fue colocar en una galería de Zúrich a Jacobo Castellano. Es el tipo de escultura que me interesa… Pienso por ejemplo en Jacinto Lara, que es un cordobés ya en sus setenta, gran desconocido en Madrid, que me encantaría exponer. Ahora trabaja en una escalera que para mí es la que necesitamos para abrir la puerta y buscar la estrella de Alberto Sánchez, otro autor que me fascina. Dotor, con la 'escultura' de Alberto Sánchez a la entrada del Museo Reina Sofía J. R. Ladra—¿Ha cambiado mucho la profesión? ¿Sigue siendo necesaria la galería?—Yo es que sigo siendo el mismo petardo de siempre. Al final se trata de vender. Promocionar artistas es otra cosa. Ves nombres que no sabes ni por qué han llegado hasta aquí. Pero que puede que sea yo el que se equivoca. Sin embargo, hay gente buenísima aún por descubrir, porque viven lejos de los centros o porque son tímidas y no muestran lo que hacen. —Estuvo 30 años en el comité organizador de ARCO. ¿Cómo ve la feria hoy?—¡Muy cuqui!—¡Me encanta su respuesta!—¿A que es más cuqui que antes? Es que antes había un señor comité. Yo no sé cómo será ahora. Pero últimamente yo he ido a ferias de corte más 'humilde'. Este año no me lo he podido permitir económicamente. —¿Tampoco vio las ferias como visitante?—¡Si no salgo del pueblo! Tengo una pensión modesta. De la última exposición se ha vendido una pieza, y con ella ya cerrada, de Fernando Renes y de 750 euros. Yo llevo cuatro o cinco años sin vacaciones. Hay exposiciones en Madrid que me encantaría ver. Las sigo por internet.—¿Y ahora qué?—Pues lo mismo el cierre es coyuntural. Si sucede algo gordo en Almagro con lo que preparamos, volvemos a hablar. —¿Es un ejercicio de márketing el que me está haciendo?—En absoluto, yo no soy Mercadona. Pero la galería podría dar pie a un espacio de exposiciones temporales. La colección parece que se convertirá en base de un centro de arte. Piensa que cuando el Hospital de San Juan funcionó como tal yo ya llevé la programación junto a otra persona. Allí ya hay obras que se adquirieron por parte de entidades bancarias de Sánchez Castillo, Liliana Porter, Bleda y Rosa… Hay hasta cuatro piezas de Tacita Dean. Y allí expuso Thomas Hirschhorn o Marina Abramovic. Con David Barro como comisario tuvimos obra de Richter. Cuando se quiere, las cosas salen adelante. El problema son los políticos de sueldo…—Así que ha sido artista, galerista, coleccionista, gestor…—¿Quién?—¡Usted!—¿Yo?—¡Si me lo está contando!—Pues así habrá sido, pero lo cuentas como si yo hubiera sido Dios todopoderoso. Ya solo me falta ponerme una mantilla y salir en la procesión.—¿La del Corpus?—No. Allí en Almagro hay una maravillosa el Sábado Santo de la Virgen de la Soledad. En la que distingues a las mujeres por si su mantilla es de blonda o no. Los que somos de allí, lo sabemos. —¿Los artistas de su nómina: se quedan ahora huérfanos?—No, yo les voy a seguir ayudando en la medida que pueda. A mí no me quites el contacto con el arte que me muero. La crisis del 2008 hasta el 2012 fue muy dura. Me obligo a tomar antidepresivos. Ahora he vuelto a hacerlo. La causa es el cierre.arte_abc_0724—¿Le está costando?—Piensa que es algo que yo llevaba pegado a mi alma.—Vamos, que no se va.—Soy como la canción de José Alfredo : 'Y te vas, y te vas, y no te has ido'. Si tú me quitas el arte me quitas un pulmón o el hígado. Pero si lo de Almagro no sale, me vale cualquier pueblo de España medio apañado. Le cedo mi colección. —Se pone usted a hacer un 'casting' de pueblos.—Yo no quiero deshacer la colección. La quiero dar con buenas condiciones económicas solo para vivir un poquito mejor.

 

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