No solo los petardos aterrorizan a los perros: el estrés por ruidos habituales y cómo afecta a sus dueños

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Los perros tienen miedo a ruidos como petardos o tormentas intensas. Todos lo tenemos presente. Sin embargo en nuestro estilo de vida diario también hacemos ruidos “no naturales” a los que los perros pueden temer. Un estudio publicado en Frontiers investiga el impacto de ese tipo de ruidos y la interpretación de las familias, que lamentablemente muchas veces no es la acertada.

Para la obtención de datos se encuestó a 386 familias con 72 tipos de perros, tanto de raza como mestizos, la mitad procedente de protectoras. Se les realizó un cuestionario de 23 preguntas aprobado por la Junta de Revisión Institucional de la Universidad de California. Entre las cuestiones, había una obvia: ¿tu perro tiene miedo a los ruidos? La mayoría de familias afirmaron que no y por tanto, no habían pedido ayuda profesional.

El miedo es una respuesta normal y natural que nos mantiene a salvo de peligros. Pero cuando la respuesta típica de un patrón de miedo se desencadena de forma repetida y constante por estímulos que, a priori, no son una amenaza, estamos ante un problema.

El espectro audible que podemos detectar los humanos es de 20 a 20.000 Hz, el de los perros es de hasta 45.000 Hz por lo que escuchan parte de los ultrasonidos que nosotros no podemos percibir. Además, la sensibilidad auditiva de los perros es superior a la nuestra, escuchan por lo general cuatro veces más que los humanos.

Dada esta diferencia auditiva es lógico comprobar cómo afectan nuestros ruidos comunes del hogar a nuestros perros. Con sonidos de alta frecuencia e intermitentes, los perros mostraron comportamientos de acercamiento, jadeo, temblores y aullidos, que son signos elevados de estrés y ansiedad.

Con ruidos menos intensos y más habituales, como el del aspirador o el microondas, muchos perros mostraban orejas hacia atrás, relamidos, jadeos, temblores e incluso ladridos y se lanzaban a morder el origen del sonido

Se comprobó que el miedo a sonidos de baja frecuencia pero más habituales como el aspirador era menor que el de sonidos de alta frecuencia pero menos habituales como la alarma de los detectores de humo.

En el estudio, se habla de una característica curiosa relativa a los ruidos tales como alarmas de incendios. Se programan a 3000 Hz dado que están pensadas para despertar a una persona con un oído tapado por una almohada. Curiosamente, los perros tienen una sensibilidad auditiva esencialmente alta en el rango de los 1000 a los 8000 Hz. El resultado es que esa alarma que a nosotros nos alerta, a los perros les produce dolor.

Siguiendo con la sensibilidad auditiva, el estudio establece que “dado que los sonidos de alta frecuencia provocan mayor alerta, el llanto de un bebé humano puede llegar a alertar al perro por ser agudo”.

La encuesta reveló que las familias de los perros que mostraban comportamientos de miedo, lo subestimaban. Especialmente si los signos de miedo se desencadenan por factores estresores comunes como ruidos habituales del hogar. Es más, retrata que muchas familias con perros que suben vídeos a redes por algún comportamiento de su perro ante un sonido, lo graban y suben por considerarlo normal, e incluso gracioso. En cambio en estos vídeos se observan comportamientos asociados al miedo y ansiedad.

Tal y como muestran tanto este estudio como muchos otros, el oído del perro es muy sensible. Pero durante años se nos ha recomendado hablar en tono firme, alto, corregir con gritos, hacer ruido fuerte si el perro se porta “mal”, poner collares antiladridos y hacer ruidos fuertes para provocar miedo al animal. Puedo entender que hace 20 años no tuviéramos los avances para comprender en profundidad el oído canino, pero hoy en día estos consejos van a estropear considerablemente la relación de vínculo con el perro.

Por otro lado, este reciente estudio refleja que queda mucho camino por recorrer referente a entender de manera clara los síntomas de miedo o estrés en perros. Hay recopilaciones de “perros culpables” donde muestran claramente señales de calma; vídeos de perros que “están jugando” con muestras claras señales de miedo e inicio de agresión; perros “bravucones” ladrando asustados por algo... Innumerables vídeos “graciosos” que muestran que quien lo graba, comparte e incluso comenta como algo “mono” no comprende la riqueza del lenguaje canino.

Muchas familias no ven estos gestos de miedo o estrés, y el problema se va magnificando hasta que el perro huye cuando escucha el secador o ataca a la aspiradora. En este punto es cuando se descubre que el perro tiene un problema que lleva tiempo fraguando. Y los profesionales tenemos que lidiar con problemas caninos de meses e incluso años, y familias con prisa por solucionarlo.

La parte positiva es que hay innumerables libros, artículos y cursos donde podemos aprender mucho y, además de reducir problemas de convivencia, hacerlos más felices.

 

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