Roman_Lakin
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Tenemos que estar tranquilos. Lo dice Abu Muhamed al Jolani, quédense con ese nombre . Expulsada la familia de tiranos que ha expoliado el país, encarcelado, torturado, asesinado y condenado a la diáspora a millones de sirios, quienes han padecido cincuenta años de dictadura de los Assad, celebran una primavera árabe que se ha demorado catorce insoportables años. Sin embargo, me sigue oliendo a invierno, esa sensación de que un verdugo laico acabe reemplazado por otro religioso. Nada bueno hay cuando se gobierna en nombre de Dios. Su ausencia sirvió de excusa a la familia de sátrapas para vendernos que, con ellos, no habría guerra santa. Les dejamos robar, traficar con drogas, enriquecerse con una glotonería insaciable y esquilmar los recursos y las vidas de sus ciudadanos a cambio de que el yihadismo no plantara su bandera verde en Damasco. Lo que ahora llega no sé si será mejor. Tengo mis dudas. Malo cuando la fe, cualquiera, no es devoción sino imposición, mandato y no opción, ley y no guía. El islamismo está varios siglos por detrás en la escala evolutiva de las religiones. Sigue anclado en un sistema arcaico donde los pecados los juzga dios, pero los delitos también; y son fanáticos quienes imparten las condenas. Al islam le queda mucho por andar del camino que sí ha recorrido el cristianismo.Al Jolani quiere que le dejemos en paz, que las grandes potencias mundiales saquen sus garras de Siria porque, no le falta razón, llevamos décadas demostrando una inutilidad mortal en eso de contener el horror dejando, lamentablemente, que germine otro, más tolerable para nuestra moral embadurnada de pragmatismo. Promete tranquilidad en París, Londres, Roma, Washington, Moscú y hasta Jerusalén a cambio de un Estado Islámico en Damasco, como el de los talibanes en Kabul. Entonces, primavera ¿para quién? Para las mujeres me temo que no. Pero eso no debe preocuparnos, que ya las dejamos tiradas en Afganistán con los barbudos sacándolas de las escuelas, universidades y hospitales, mandándolas de un fustazo al medievo. Que en Irán las matan a garrotazos mientras el perroflautismo diarréico patrio fustiga en España a los machirulos, reales e imaginarios, y calla cómplice con los desmanes diarios de los machotes de Alá.El mensaje de los nuevos leones de Damasco, muchos y no sé si bien avenidos, es que serán mininos hacia fuera por mucho que saquen las garras dentro . Total, qué más nos dará quién empuñe el látigo y en nombre de qué Dios con tal de que vallen el horror con la concertina de su fanatismo y se contenten con machacar solo a sus acostumbrados compatriotas.Ojalá esta incrédula columna derive en palinodia. Nada sería más gozoso que, por una vez, no hicieran de Alá su salvoconducto celestial para la barbarie a la que nos tienen acostumbrados. Que el fin de un tirano por dinero no lo sustituya otro igual de cruel pero temeroso de Alá. 'Inshallah'.
Agustín Pery: No hay yihadismo homologable
La religión es devoción, no imposición. Cuando es mandato y no opción, señorea el fanatismo
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