zgoyette
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Mazón no dimite. En su intervención de ayer, Mazón dijo literalmente: «Falló el sistema». El sistema es un concepto, una abstracción que permite diluir las responsabilidades. Quienes fallaron fueron las personas y, concretamente, el propio Mazón .Puede que la Confederación Hidrográfica del Júcar y la Aemet fueran incapaces de predecir la catástrofe, como el presidente de la Generalitat valenciana afirmó ayer. Pero eso no le exime de sus responsabilidades en la gestión de una crisis en la que cometió graves errores. Ni Mazón tuvo una actuación diligente el 29 de octubre ni fue capaz de dar una respuesta adecuada a la magnitud del desastre en los días posteriores. Por ello, debería haber abandonado el cargo en lugar de poner el énfasis en el fallo de otras instituciones .Su pérdida de credibilidad no sólo va a ser un obstáculo en la reconstrucción de la región devastada. Será también un lastre para Feijóo y el PP a la hora de hacer oposición al Gobierno. Si Mazón no dimite tras una catástrofe que ha provocado centenares de muertos, cualquier otra exigencia de responsabilidades a Sánchez y sus ministros parecerá ridícula.La intervención de Mazón aportó datos que apuntan a que Teresa Ribera, ausente de la crisis, podría tener responsabilidades políticas. Entre otras, por la evidencia de que la ministra no abordó las obras hidráulicas que hubieran evitado el desastre, planificadas desde hace muchos años y nunca ejecutadas. La Dirección General del Agua depende del Ministerio de Transición Ecológica.Pero el PP difícilmente puede exigir a Von der Leyen que desista de nombrar a Ribera como número dos cuando avala al mismo tiempo la mala gestión de Mazón, sobrepasado por una devastación que no podía afrontar con sus medios.En el trasfondo de su alocución, hay una filosofía a la que apelan los políticos cuando ven censuradas sus actuaciones: escudarse en un aparato burocrático en el que se difuminan todas las responsabilidades. En los Estado modernos, hay tal diseminación de funciones que siempre es posible descargar la culpa en otro negociado o en el anonimato de estructuras a las que nadie pone rostro. Muy pocos dirigentes han dimitido desde que Adolfo Suárez renunciara a su cargo. Mazón podía haberlo hecho ayer, pero no lo hizo. Hubiera sido una salida digna. Pero ha preferido aferrarse al poder, tal vez porque considera que no es el momento de dejar el puesto.Ni va a evitar el calvario personal que le aguarda ni va a dignificar la política. En última instancia, ha podido barajar motivos tácticos o intereses de partido para seguir sin reparar que, sobre todo, estaba ante un dilema ético. Parafraseando a Talleyrand, su gestión es peor que un crimen, es un error. Su carrera política está acababa y su crédito, agotado.
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