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Alejandro Ciriza Istúriz
Guest
Asiste el público del Martín Carpena con resignación a un espectáculo bien diferente al que se preveía para este viernes: ahí abajo no está España y, por tanto, no hay rastro alguno de Rafael Nadal ni, en consecuencia, grandes signos de fiesta. Los planes soñados e imaginados por muchos saltaron por los aires la noche del martes, cuando Países Bajos, una aparente Cenicienta, eliminó el equipo anfitrión de esta Copa Davis y disipó la posibilidad de una velada especial, de ese homenaje que al final terminó siendo de dudosa factura; más bien “cutre”, que decía el preparador del mallorquín, Carlos Moyà. En los graderíos no están Djokovic, Gasol o Murray, ni tampoco los políticos ni los representantes ni las celebridades varias que pensaban acudir para el adiós. En vez de eso, mucha cancelación de hotel, mucho palco VIP vacío y una atmósfera fría hasta que Tallon Griekspoor, sensacional, certifica el 2-0 ante Jan-Lennard Struff (6-7(4), 7-5 y 6-4) y resuena por todo lo alto: “¡Holland, Holland, Holland!”.
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