strosin.gregoria
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 46
El pequeño Dav Pilkey era distinto. Y también lo era su pupitre. En el aula no había sitio para él, ni siquiera literalmente. La medicina entendió pronto qué le pasaba al chiquillo: dislexia y trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Pero, antes del diagnóstico, los maestros solo veían a un alumno con pocas ganas de aprender. De ahí que le propinaran siempre la misma lección: expulsado. Al parecer, se pasaba más rato sentado en el pasillo que en clase. Y, a falta de compañía o tareas, dibujaba superhéroes tan peculiares como él. Ahí germinó otro rasgo que hacía distinto a Pilkey: su talento. De aquellos garabatos solitarios y autobiográficos empezaron a salir personajes que, décadas después, tienen millones de lectores. Primero, Capitán Calzoncillos. Y ahora, Policán, una de las mayores estrellas globales de la literatura infantil y juvenil. Un agente tan improbable, patoso, impulsivo, dulce, extraño, desesperante, divertido y excesivo como cualquier pequeño. En una palabra: adorable.
Solo en España sus cómics han vendido un millón de copias, en datos de su editora, SM. En el mundo, van por 60 millones, en 47 idiomas. “Si tienes en tu vida niños que van al colegio, lo conoces”, resumía Jeff Hardy, responsable de la venidera adaptación a videojuego, Un día de perros, en un texto en la plataforma Linkedin. Y el impacto sigue creciendo con cada entrega, desde su debut en agosto de 2016. El 12º capítulo, El pestazo escarlata, se convirtió esta primavera, en su semana de lanzamiento, en el libro más vendido en absoluto en EE UU, Canadá, Irlanda, Australia y Nueva Zelanda, como recoge su sello original, Scholastic. En España salió hace unos días con una tirada de 40.000 ejemplares y ocupó enseguida el primer puesto en la categoría novela gráfica infantil, según datos de la consultora especializada Gfk facilitados por SM. Y en menos de un mes las librerías de los países de habla inglesa ya recibirán la 13ª entrega.
Hace años, además, que distintos escenarios de EE UU acogen la adaptación de Policán a musical. El 6 de diciembre el célebre perro empezará a saltar y correr en consolas y ordenadores, a la espera de que, en 2025, llegue al cine de la mano de Dreamworks. Iconos como Spider-Man, Goku o Wonder Woman han doblado alguna vez la rodilla ante Policán en las cifras de mercado. Pero, a este paso, amenaza con derrotarles también en el corazón de los pequeños. Y eso que nunca habla. Tampoco Pilkey, de 58 años, accedió a conversar sobre el fenómeno, pese a la solicitud de este diario.
“Cuando algo es auténtico de verdad, se nota. Pilkey hace lo que le da la gana, con un estilo muy propio. Tiene un humor muy reconocible. Les habla a los chavales de tú a tú. Y, de fondo, aunque sea a través de acciones disparatadas, se deslizan también temas importantes, como el auge de la desinformación”, destaca Xohana Bastida. La editora y traductora de Policán al castellano subraya su amplia franja lectora: empieza a gustar a los seis años, pero sigue atrapando a los 14. Y coloca el punto de inflexión de su triunfo español en la pandemia: “Desde 2022, fue la locura”.
El personaje, en realidad, nació en 2012 en las páginas de Capitán Calzoncillos, la obra entonces más célebre del autor, finalizada tras 90 millones de copias vendidas y sendas adaptaciones a película y serie. En su episodio El contraataque de Cocoliso Cacapipi, los niños protagonistas, Jorge y Berto, dibujaban un cómic. Y daban vida, por primera vez, al perro policía. Cuatro años después, Policán se estrenó al fin en solitario. Hoy hasta tiene su propio spin-off, El club de cómic de Chikigato.
En la metaficción inicial, sus presuntos autores Jorge y Berto aún estaban en la guardería, lo que da una pista sobre el planteamiento de Policán: aventuras delirantes, villanos increíbles, mucha acción, algo de escatología y rebeldía. El juego se mantiene en la serie original: todo se plantea como si fueran los tebeos creados por los jovencísimos artistas. Hasta hay páginas, bautizadas como Flip-o-ramas, que el lector debe sacudir adelante y atrás para generar la sensación de movimiento. “El lenguaje es directo, sencillo y divertido, lo que lo hace ampliamente asequible para primeros lectores”, subraya Jeff Hardy, que termina estos días de trasladar la receta al videojuego. “Mitad hombre. Mitad perro. Todo héroe”, reza el lema del personaje. Y todo un himno a la ternura, el entretenimiento, la bondad y la amistad, que Pilkey también aplica a su vida, a través de varios proyectos benéficos y donaciones.
Aunque desde su primer episodio el cómic también habla de muerte. La explosión de una bomba, en concreto, amenaza la vida del agente Caballero y su fiel amigo, Greg el perro. Ante las perspectivas nefastas, los cirujanos optan por una costura revolucionaria: la cabeza del can, sobre el cuerpo del policía. De la operación, surge una criatura extraña. Un hito de la medicina y del cómic. Y un gran recurso narrativo para Pilkey.
“Los niños adoran a Policán también porque todo el mundo le avisa constantemente de que no se le dan bien ciertas cosas, que no puede hacerlas. Esta obra te dice que no pasa nada por ser raro, caótico, torpón o hiperactivo”, apunta Jen Wineman, directora y coreógrafa del musical. No hay
donde el agente no líe unas cuantas trastadas. El jefe de la policía está más que harto de que Policán le salte encima para lamerle la cara y otros aún no se acostumbran a que les huela el trasero. Al fin y al cabo, a Pilkey tampoco le entendían. Seguramente todos los niños del planeta se hayan sentido así alguna vez. Aunque una de las pocas críticas a Policán sostiene que solo representa a una mitad del mundo: prácticamente todos los personajes principales son masculinos. En el musical, cambiaron el género de un par de protagonistas.
La representación teatral también se plantea como si fuera una creación de los pequeños Jorge y Berto. Tanto que Wineman apostó por mezclar sus ganas de espectacularidad con la sensación de que todo fuera casero, de la ropa a la escenografía. Por lo visto, funciona: no tanto por la crítica positiva de The New York Times, sino por los pequeños que acuden a la sala con sus propios disfraces, inspirados en los de la obra, según la directora. “Recibí un correo de una mujer que llevó a su nieto de ocho años, que solo adora el deporte y nunca había estado en un teatro. Me contó que en el coche de vuelta bailaba, decía que era mejor día de su vida y que quería probar clases de teatro”, aun se entusiasma. Y agradece el apoyo y la colaboración de Pilkey, igual que Hardy para su videojuego. La coreógrafa dice que la compañía, Theater Works, quería adaptar Capitán Calzoncillos, pero el escritor concluyó que no había forma de representar a un hombre en bragas sobre un escenario infantil sin que resultara grosero. Su spin off, que entonces tan solo llevaba tres libros, apareció como la solución perfecta. Pilkey solo impuso una regla: Policán no podía soltar ninguna palabra, ni siquiera un monólogo interior.
Por él, hablan los hechos. Muchos analistas le atribuyen buena parte del mérito del auge del cómic infantil, uno de los ámbitos más pujantes del sector. En la portada de los primeros libros, SM incluía: “Del autor de Capitán Calzoncillos”. Pero dejó pronto de hacer falta. Y Bastida recuerda que hace unos años, en la feria de Fráncfort, la principal del sector editorial, detectaron un bum de copias malogradas: “Claramente le habían dicho al autor: ‘Haz algo tonto tipo Policán’. Pero esto no es nada tonto. Al revés, tiene cierta genialidad”. A Pilkey le veían distinto. Hoy se ha vuelto único. Ya nadie le mandaría a dibujar al pasillo: es su historia la que imparte lecciones.
Seguir leyendo
Solo en España sus cómics han vendido un millón de copias, en datos de su editora, SM. En el mundo, van por 60 millones, en 47 idiomas. “Si tienes en tu vida niños que van al colegio, lo conoces”, resumía Jeff Hardy, responsable de la venidera adaptación a videojuego, Un día de perros, en un texto en la plataforma Linkedin. Y el impacto sigue creciendo con cada entrega, desde su debut en agosto de 2016. El 12º capítulo, El pestazo escarlata, se convirtió esta primavera, en su semana de lanzamiento, en el libro más vendido en absoluto en EE UU, Canadá, Irlanda, Australia y Nueva Zelanda, como recoge su sello original, Scholastic. En España salió hace unos días con una tirada de 40.000 ejemplares y ocupó enseguida el primer puesto en la categoría novela gráfica infantil, según datos de la consultora especializada Gfk facilitados por SM. Y en menos de un mes las librerías de los países de habla inglesa ya recibirán la 13ª entrega.
Hace años, además, que distintos escenarios de EE UU acogen la adaptación de Policán a musical. El 6 de diciembre el célebre perro empezará a saltar y correr en consolas y ordenadores, a la espera de que, en 2025, llegue al cine de la mano de Dreamworks. Iconos como Spider-Man, Goku o Wonder Woman han doblado alguna vez la rodilla ante Policán en las cifras de mercado. Pero, a este paso, amenaza con derrotarles también en el corazón de los pequeños. Y eso que nunca habla. Tampoco Pilkey, de 58 años, accedió a conversar sobre el fenómeno, pese a la solicitud de este diario.
“Cuando algo es auténtico de verdad, se nota. Pilkey hace lo que le da la gana, con un estilo muy propio. Tiene un humor muy reconocible. Les habla a los chavales de tú a tú. Y, de fondo, aunque sea a través de acciones disparatadas, se deslizan también temas importantes, como el auge de la desinformación”, destaca Xohana Bastida. La editora y traductora de Policán al castellano subraya su amplia franja lectora: empieza a gustar a los seis años, pero sigue atrapando a los 14. Y coloca el punto de inflexión de su triunfo español en la pandemia: “Desde 2022, fue la locura”.
El personaje, en realidad, nació en 2012 en las páginas de Capitán Calzoncillos, la obra entonces más célebre del autor, finalizada tras 90 millones de copias vendidas y sendas adaptaciones a película y serie. En su episodio El contraataque de Cocoliso Cacapipi, los niños protagonistas, Jorge y Berto, dibujaban un cómic. Y daban vida, por primera vez, al perro policía. Cuatro años después, Policán se estrenó al fin en solitario. Hoy hasta tiene su propio spin-off, El club de cómic de Chikigato.
En la metaficción inicial, sus presuntos autores Jorge y Berto aún estaban en la guardería, lo que da una pista sobre el planteamiento de Policán: aventuras delirantes, villanos increíbles, mucha acción, algo de escatología y rebeldía. El juego se mantiene en la serie original: todo se plantea como si fueran los tebeos creados por los jovencísimos artistas. Hasta hay páginas, bautizadas como Flip-o-ramas, que el lector debe sacudir adelante y atrás para generar la sensación de movimiento. “El lenguaje es directo, sencillo y divertido, lo que lo hace ampliamente asequible para primeros lectores”, subraya Jeff Hardy, que termina estos días de trasladar la receta al videojuego. “Mitad hombre. Mitad perro. Todo héroe”, reza el lema del personaje. Y todo un himno a la ternura, el entretenimiento, la bondad y la amistad, que Pilkey también aplica a su vida, a través de varios proyectos benéficos y donaciones.
Aunque desde su primer episodio el cómic también habla de muerte. La explosión de una bomba, en concreto, amenaza la vida del agente Caballero y su fiel amigo, Greg el perro. Ante las perspectivas nefastas, los cirujanos optan por una costura revolucionaria: la cabeza del can, sobre el cuerpo del policía. De la operación, surge una criatura extraña. Un hito de la medicina y del cómic. Y un gran recurso narrativo para Pilkey.
“Los niños adoran a Policán también porque todo el mundo le avisa constantemente de que no se le dan bien ciertas cosas, que no puede hacerlas. Esta obra te dice que no pasa nada por ser raro, caótico, torpón o hiperactivo”, apunta Jen Wineman, directora y coreógrafa del musical. No hay
donde el agente no líe unas cuantas trastadas. El jefe de la policía está más que harto de que Policán le salte encima para lamerle la cara y otros aún no se acostumbran a que les huela el trasero. Al fin y al cabo, a Pilkey tampoco le entendían. Seguramente todos los niños del planeta se hayan sentido así alguna vez. Aunque una de las pocas críticas a Policán sostiene que solo representa a una mitad del mundo: prácticamente todos los personajes principales son masculinos. En el musical, cambiaron el género de un par de protagonistas.
La representación teatral también se plantea como si fuera una creación de los pequeños Jorge y Berto. Tanto que Wineman apostó por mezclar sus ganas de espectacularidad con la sensación de que todo fuera casero, de la ropa a la escenografía. Por lo visto, funciona: no tanto por la crítica positiva de The New York Times, sino por los pequeños que acuden a la sala con sus propios disfraces, inspirados en los de la obra, según la directora. “Recibí un correo de una mujer que llevó a su nieto de ocho años, que solo adora el deporte y nunca había estado en un teatro. Me contó que en el coche de vuelta bailaba, decía que era mejor día de su vida y que quería probar clases de teatro”, aun se entusiasma. Y agradece el apoyo y la colaboración de Pilkey, igual que Hardy para su videojuego. La coreógrafa dice que la compañía, Theater Works, quería adaptar Capitán Calzoncillos, pero el escritor concluyó que no había forma de representar a un hombre en bragas sobre un escenario infantil sin que resultara grosero. Su spin off, que entonces tan solo llevaba tres libros, apareció como la solución perfecta. Pilkey solo impuso una regla: Policán no podía soltar ninguna palabra, ni siquiera un monólogo interior.
Por él, hablan los hechos. Muchos analistas le atribuyen buena parte del mérito del auge del cómic infantil, uno de los ámbitos más pujantes del sector. En la portada de los primeros libros, SM incluía: “Del autor de Capitán Calzoncillos”. Pero dejó pronto de hacer falta. Y Bastida recuerda que hace unos años, en la feria de Fráncfort, la principal del sector editorial, detectaron un bum de copias malogradas: “Claramente le habían dicho al autor: ‘Haz algo tonto tipo Policán’. Pero esto no es nada tonto. Al revés, tiene cierta genialidad”. A Pilkey le veían distinto. Hoy se ha vuelto único. Ya nadie le mandaría a dibujar al pasillo: es su historia la que imparte lecciones.
Seguir leyendo
Cargando…
elpais.com