El asesinato del líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, tras el bombardeo de una zona residencial de Beirut, confirma la voluntad de Benjamín Netanyahu de provocar una guerra a gran escala en Oriente Próximo. Ajeno a los insistentes llamamientos internacionales a una desescalada, el primer ministro israelí dio personalmente la orden —su Gabinete distribuyó fotografías del momento—poco después de intervenir ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, el foro que debería servir para resolver los conflictos pacíficamente pero que él utilizó para proferir una inaceptable invocación a la violencia.
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Nasralá, asesinado
Si Netanyahu consideraba terrorista al líder de Hezbolá, debía llevarlo ante un tribunal, no matarlo en un bombardeo indiscriminado
elpais.com