Nacidos en el Mediterráneo

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Nada como un desastre natural para darnos cuenta del enorme daño de una política que se dedica a crear nuevos problemas en vez de centrarse en resolver los existentes. Para qué vamos a estudiar un plan hidrológico nacional si podemos estar discutiendo sobre el heteropatriarcado. Venga a provocar tormentas en vasos de agua hasta que llega una de verdad. Políticos que polarizan con ideología asuntos como la relación entre los sexos en vez de centrarse en mitigar inundaciones, que afectan por igual a todos . Del bombero valiente que se lanza al rescate en un tejado a la señora con sus mascotas que le espera caído del cielo. También llueven hombres buenos, amén, que cantara la gran Aretha Franklin.Quizá sean nuevos, como yo lo era, en saber sobre balsas de tormentas, los depósitos para recoger litros y litros cuando el cielo cae sobre nuestras cabezas, como es habitual periódicamente en un país mediterráneo, que paga esos peajes puntuales a cambio de un clima delicioso y un carácter abierto. Madrid es una de las ciudades que más balsas construyó hace veinte años. En Valencia, hace unos meses, inauguraron la de El Saler. Hay noticias desperdigadas en publicaciones especializadas en gestión de agua, y en algunas se pide más implicación del Ministerio de Transición Ecológica. Para transición, hay que tener prevista la que va de un día luminoso a una noche de lluvias torrenciales con rayos y truenos.Según 'ourworldindata', los muertos en desastres naturales descienden porque se mejora en infraestructuras, en mejores alertas y respuestas más coordinadas. El drama de Valencia hubiera sido peor sin el desvío del Turia tras la riada de 1957. En mi ciudad, Málaga, dos embalses y la reforestación a principios del siglo XX de los montes evitan que el Guadalmedina cause los estragos de antaño. Benditos ingenieros.Podemos echar la culpa de todo al cambio climático, como ha hecho Ursula von der Leyen, con muertos todavía sin localizar. También se han lanzado a ese charco académicos que chupan de los fondos condicionados a estudiar el calentamiento global. Fondos de escaso impacto. Bajos fondos. Nos estamos dilapidando millones en una transformación digital que, a diferencia de las rotondas del plan E de Zapatero, no vemos ni palpamos, como en el 'software' sostenible de Begoña Gómez, y necesitamos obras de ingeniería que no se construyen al ritmo necesario. Para sostenibilidad, primero la de las vidas humanas.Con esas premisas, me encantaría tener delante a Von der Leyen, la alemana que transiciona de mimitos a la izquierda a hacerse perdonar por la derecha, y preguntarle: «Ursula, ¿exactamente cómo cree usted que debería ser la lucha contra el cambio climático para que no existan los desastres naturales de siempre? ¿Cuántos coches de combustión debemos jubilar para que la riada en Valencia hubiera sido menos dañina?». Y luego la pasearía por esos montones de coches destrozados en los polígonos . Que se lo explicara a sus dueños. A los nacidos en el Mediterráneo, que de riadas sabemos una mijitilla más que la alemana sepultadora de la industria de coches de su país.

 

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