El pasado martes hubo quinientas y pico familias andaluzas que celebraron la Nochebuena de forma especial. En casi todos los hogares de Andalucía se conmemoró tan señalada fecha a las tradicionales maneras. Su pavo al horno, sus gambas compradas un mes antes y debidamente congeladas, su jamón, su lomo y los niños correteando por el salón. Más o menos lo de siempre. Sonrisas, alguna lágrima por las sillas vacías y mucho propósito de enmienda que dura lo que tarda en bajar el ascensor para abandonar el piso de la abuela. Sin embargo, en algo más de medio millar de hogares repartidos desde Huelva hasta Almería todo ha sido mucho mejor este año. Infinitamente mejor. La luz del árbol ha brillado con mayor intensidad. Los langostinos han llegado directamente de Sanlúcar. Frescos. Fresquísimos. La ocasión bien lo merecía. El pico son los condenados por los ERE, que ya están todos en la calle. Como si nada hubiera pasado. Como si nada hubieran robado. Y los otros quinientos afortunados son los enchufados de la Faffe, que ya son trabajadores fijos del Servicio Andaluz de Empleo. Después de años de incertidumbre desde que fueron enchufados en la Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo, por fin el pasado mes de noviembre firmaron sus contratos como personal indefinido en el SAE. La mayoría de ellos no tenía la formación mínima exigida. Pero todos tenían en común algo muchísimo más importante y valioso: un familiar o amigo cercano en el PSOE andaluz. Quien no era hijo de un alcalde de pueblo era hermano de un diputado provincial. Quien no era esposa de un secretario general era sobrina de un concejal. A todos ellos se les dio un puesto de trabajo hace más de una década en la propia Fundación o en alguna empresa con la que tenía tratos. Así quedó plenamente demostrado tras la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil. Y a todos ellos, José Antonio Griñán –que ni siquiera ha llegado a pisar la prisión– los enchufó en el SAE, que fue la alfombra bajo la que quiso ocultar el escándalo, en lugar de mandarlos para su casa y obligarles a devolver lo cobrado ilícitamente.Tantos años después la ley ha obligado a hacerlos fijos pese a haber ocupado todo ese tiempo su plaza sin reunir los requisitos mínimos para ello. Pero ya no se la quita nadie. Por eso este año tienen todos los motivos del mundo para celebrar la Navidad. Y todo lo que haya que celebrar. Usted, si tiene la desgracia de estar desempleado, sepa que cuando vaya a la oficina del paro a que le sellen la cartilla, es probable que quien le pone el sello lo hace porque tiene la suerte de que su hermano, su padre o su cuñado tenía carné del PSOE cuando los socialistas gobernaban Andalucía. Por nada más. Y nada menos. Y que ese misma mano que le señala la casilla en la que tiene que firmar, en Nochebuena arrancaba cabezas de langostinos con fiereza. Langostinos de Sanlúcar. Fresquísimos. Carísimos. La ocasión bien lo merecía. La primera Navidad con contrato fijo. Por toda la cara, pero fijo. Como los 'indultados' por los ERE. Libres como pajarracos que son. Así funcionaba la cosa con esta gente.
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