Antonette_Klocko
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Mónica Briones Puccio, una escultora y pintora abiertamente lesbiana fue asesinada la madrugada del 9 de julio de 1984, periodo en que Chile vivía bajo la dictadura militar (1973-1990). Había celebrado su cumpleaños 34 en el bar Jaque Mate, en el centro de Santiago y, junto con una amiga, Gloria del Villar, esperaba un autobús en la esquina de las calles Irene de Morales con Merced cuando apareció un hombre alto, fornido, ojos verdes y cabello muy corto, que se abalanzó sobre ella. “¡Así te quería encontrar, lesbiana concha de tu madre!”, le gritó. Lo siguiente –como declaró del Villar en un juzgado dos años después– fue una golpiza que dio muerte a la artista.
El caso, el primer crimen de odio contra una lesbiana documentado en Chile, es abordado en Con mi recuerdo encendí el fuego, una biografía de Mónica Briones escrita por la periodista y activista LGTBIQ+ Érika Montecinos Urrea (Santiago, 52 años), publicada por el sello Ariel (Planeta) y presentada el 24 de septiembre. La protagonista de esta historia era una artista que vivió su sexualidad sin tapujos a mediados de los ochenta. Y aunque no participó de movimientos políticos de la época, frecuentó círculos en que sí había activistas y militantes de izquierda que se oponían a la dictadura de Augusto Pinochet.
Montecinos asegura que el estigma de ser lesbiana en esa época pesó más sobre la artista por encontrarse en un país bajo un régimen militar, donde se redoblaba el miedo a expresarse ante posibles represiones y un ambiente de impunidad. “Visibilizar su orientación sexual, ser lesbiana abiertamente, tenía un costo en los años ochenta”, dice a EL PAÍS en una conversación en un café del municipio santiaguino de Providencia.
La escritora, quien fundó revistas como RSmagazine, y también la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, investigó durante casi dos décadas la vida de Briones, y descubrió que había tenido una vida problemática, producto del contexto en el que se desenvolvió: “Ella cayó en el alcohol y las drogas. Tuvo una mamá a la que le costó aceptar su orientación sexual. Se le trató como loca. Y, además, llegó a sentir frustración [en lo artístico]”.
Briones se convirtió en un símbolo en Chile. Desde 2015 cada 9 de julio –fecha del asesinato de la artista– se conmemora el Día de la Visibilidad Lésbica. También en el interior del Museo de la Memoria Histórica, en el centro de Santiago, fue puesto un mural con su rostro. Y el escritor chileno Pedro Lemebel le dedicó una crónica en 1998, titulada Las Amazonas de la Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén: “La Mónica hablaba tan fuerte, no tenía pelos en la lengua para manifestar su rabia frente al machismo, la repre, y todas las fobias que alambraban de púas su prohibido amor”.
Nacida en 1950, Mónica Briones fue la hija mayor de un artesano chileno y una modista peruana. Su juventud fue complicada. Tras haber consumido drogas y poner en peligro su vida, fue internada en el Hospital de Orates en calle Los Olivos, comuna de Independencia, una noche del 1 de agosto de 1967.
Desde el departamento en el que vivió con su familia, en el conjunto residencial Villa Olímpica, colindante con el Estadio Nacional de Santiago –que se convirtió en un centro de detención tras el golpe de Estado de 1973– desde donde se asomaba por los amplios ventanales, mientras sus familiares le pedían no salir debido al toque de queda que se impuso en dictadura y el paso de los militares.
Había estudiado en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile, a fines de los 60. En mayo de 1972, el diario Las Últimas Noticias escribió sobre dos “expresivas esculturas” elaboradas por Briones, una “ingeniosa artista chilena” que apenas tenía 21 años. Sin embargo, en los años ochenta expuso sus obras en algunas galerías de arte, donde no tuvo éxito. Pasó sus últimos años entre Santiago y la caleta de Horcón, un pueblo de pescadores del litoral central de la región de Valparaíso.
El caso, que se mantiene impune, ha estado rodeado de interrogantes. Al principio, los agentes policiales que estuvieron en la escena del crimen coincidieron en que la artista había sido atropellada por algún automovilista que se dio a la fuga, lo cual no podía ser rebatido porque la única testigo, quien también fue agredida por el homicida de Briones, fue sacada por un conductor del sitio antes de ser asesinada –como se relata en el libro biográfico–, y sólo después daría a conocer su versión de la golpiza. Luego surgieron múltiples relatos sobre el asesinato, aunque ninguno fue comprobado, y la causa judicial quedó archivada en 1995.
A fines de los noventa, Érika Montecinos supo del caso por otras activistas, y la inquietud se apoderó de ella, pues no entendía cómo sólo había relatos y no estaba escrito, documentado: “Las mujeres tenemos la tradición heredada de lo oral, así que fue esta conversación la que nos hizo conocer a las más jóvenes esta historia y que no fuera olvidada. Pero había pocos antecedentes y muchos mitos sobre Mónica. Me sorprendía que hiciera visible su lesbianismo en una época de dictadura”.
La periodista se preguntó por qué no se investigó, pero le decían que, supuestamente, la familia de la artista no quiso averiguar o “taparon todo”, pero luego descubrió que no fue así. Uno de los mayores hallazgos fueron errores y omisiones en los archivos judiciales del caso. El expediente, por ejemplo, estaba registrado con el nombre incorrecto ‘María Briones Purgio’; una confusión que se generó porque tenía una fotocopia borrosa de un documento de identidad de su hermana, María Cristina. No sólo eso, la encargada del primer informe de defunción de la artista fue sindicada años después de haber sido fichada por la dictadura para ejercer funciones en el Servicio Médico Legal y de falsear la información sobre las causas de muerte de algunos ejecutados políticos, comenta Montecinos.
La autora, que intercala episodios de su propia vida con la historia de Briones en Con mi recuerdo encendí el fuego, dice que no imagina haber publicado su libro en otra época, pues la mirada de la sociedad ha cambiado década tras década.
También reflexiona que, a pesar de que se ha cambiado mucho y ha avanzado en derechos como el matrimonio igualitario, que fue aprobado en Chile en 2021, “no todo es color de rosa” y aún quedan prejuicios por ser derribados, sobre todo con las personas trans.
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El caso, el primer crimen de odio contra una lesbiana documentado en Chile, es abordado en Con mi recuerdo encendí el fuego, una biografía de Mónica Briones escrita por la periodista y activista LGTBIQ+ Érika Montecinos Urrea (Santiago, 52 años), publicada por el sello Ariel (Planeta) y presentada el 24 de septiembre. La protagonista de esta historia era una artista que vivió su sexualidad sin tapujos a mediados de los ochenta. Y aunque no participó de movimientos políticos de la época, frecuentó círculos en que sí había activistas y militantes de izquierda que se oponían a la dictadura de Augusto Pinochet.
Montecinos asegura que el estigma de ser lesbiana en esa época pesó más sobre la artista por encontrarse en un país bajo un régimen militar, donde se redoblaba el miedo a expresarse ante posibles represiones y un ambiente de impunidad. “Visibilizar su orientación sexual, ser lesbiana abiertamente, tenía un costo en los años ochenta”, dice a EL PAÍS en una conversación en un café del municipio santiaguino de Providencia.
La escritora, quien fundó revistas como RSmagazine, y también la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, investigó durante casi dos décadas la vida de Briones, y descubrió que había tenido una vida problemática, producto del contexto en el que se desenvolvió: “Ella cayó en el alcohol y las drogas. Tuvo una mamá a la que le costó aceptar su orientación sexual. Se le trató como loca. Y, además, llegó a sentir frustración [en lo artístico]”.
Briones se convirtió en un símbolo en Chile. Desde 2015 cada 9 de julio –fecha del asesinato de la artista– se conmemora el Día de la Visibilidad Lésbica. También en el interior del Museo de la Memoria Histórica, en el centro de Santiago, fue puesto un mural con su rostro. Y el escritor chileno Pedro Lemebel le dedicó una crónica en 1998, titulada Las Amazonas de la Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén: “La Mónica hablaba tan fuerte, no tenía pelos en la lengua para manifestar su rabia frente al machismo, la repre, y todas las fobias que alambraban de púas su prohibido amor”.
Nacida en 1950, Mónica Briones fue la hija mayor de un artesano chileno y una modista peruana. Su juventud fue complicada. Tras haber consumido drogas y poner en peligro su vida, fue internada en el Hospital de Orates en calle Los Olivos, comuna de Independencia, una noche del 1 de agosto de 1967.
Desde el departamento en el que vivió con su familia, en el conjunto residencial Villa Olímpica, colindante con el Estadio Nacional de Santiago –que se convirtió en un centro de detención tras el golpe de Estado de 1973– desde donde se asomaba por los amplios ventanales, mientras sus familiares le pedían no salir debido al toque de queda que se impuso en dictadura y el paso de los militares.
Había estudiado en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile, a fines de los 60. En mayo de 1972, el diario Las Últimas Noticias escribió sobre dos “expresivas esculturas” elaboradas por Briones, una “ingeniosa artista chilena” que apenas tenía 21 años. Sin embargo, en los años ochenta expuso sus obras en algunas galerías de arte, donde no tuvo éxito. Pasó sus últimos años entre Santiago y la caleta de Horcón, un pueblo de pescadores del litoral central de la región de Valparaíso.
Los mitos sobre el asesinato
El caso, que se mantiene impune, ha estado rodeado de interrogantes. Al principio, los agentes policiales que estuvieron en la escena del crimen coincidieron en que la artista había sido atropellada por algún automovilista que se dio a la fuga, lo cual no podía ser rebatido porque la única testigo, quien también fue agredida por el homicida de Briones, fue sacada por un conductor del sitio antes de ser asesinada –como se relata en el libro biográfico–, y sólo después daría a conocer su versión de la golpiza. Luego surgieron múltiples relatos sobre el asesinato, aunque ninguno fue comprobado, y la causa judicial quedó archivada en 1995.
A fines de los noventa, Érika Montecinos supo del caso por otras activistas, y la inquietud se apoderó de ella, pues no entendía cómo sólo había relatos y no estaba escrito, documentado: “Las mujeres tenemos la tradición heredada de lo oral, así que fue esta conversación la que nos hizo conocer a las más jóvenes esta historia y que no fuera olvidada. Pero había pocos antecedentes y muchos mitos sobre Mónica. Me sorprendía que hiciera visible su lesbianismo en una época de dictadura”.
La periodista se preguntó por qué no se investigó, pero le decían que, supuestamente, la familia de la artista no quiso averiguar o “taparon todo”, pero luego descubrió que no fue así. Uno de los mayores hallazgos fueron errores y omisiones en los archivos judiciales del caso. El expediente, por ejemplo, estaba registrado con el nombre incorrecto ‘María Briones Purgio’; una confusión que se generó porque tenía una fotocopia borrosa de un documento de identidad de su hermana, María Cristina. No sólo eso, la encargada del primer informe de defunción de la artista fue sindicada años después de haber sido fichada por la dictadura para ejercer funciones en el Servicio Médico Legal y de falsear la información sobre las causas de muerte de algunos ejecutados políticos, comenta Montecinos.
La autora, que intercala episodios de su propia vida con la historia de Briones en Con mi recuerdo encendí el fuego, dice que no imagina haber publicado su libro en otra época, pues la mirada de la sociedad ha cambiado década tras década.
También reflexiona que, a pesar de que se ha cambiado mucho y ha avanzado en derechos como el matrimonio igualitario, que fue aprobado en Chile en 2021, “no todo es color de rosa” y aún quedan prejuicios por ser derribados, sobre todo con las personas trans.
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Mónica Briones, el primer crimen de odio lesbofóbico en Chile: “Visibilizar su orientación sexual tenía un costo en los años ochenta”
Érika Montecinos, autora de la recién publicada biografía de la artista, ‘Con mi recuerdo encendí el fuego’, revela errores y omisiones en los expedientes judiciales. La causa fue archivada sin avances en 1995
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