Moisés abre las aguas de la DANA para que llegue la ayuda humanitaria a Alfafar

Malika_Wisozk

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«¡Si venís para limpiar el barro, por favor seguidme porque la ayuda humanitaria todavía no ha llegado a mi calle!». Ataviado con una camiseta roja y portando al hombro dos palas, Moisés Pitarch se dirige a un grupo de jóvenes voluntarios entre las montañas de coches despanzurrados que se amontonan unos sobre otros en la vía del tren que separa a Benetússer de Alfafar. Del túnel que comunica ambos municipios al sur de la zona metropolitana de Valencia, los bomberos terminaban este sábado de sacar los vehículos que quedaron atrapados cuando la DANA lo inundó el martes con una furia jamás vista por aquí.Haciendo honor a su nombre bíblico, Moisés también abre las aguas de Alfafar para retirar el lodo que dejó la riada y que llegue la tan necesitada ayuda humanitaria. «La tormenta me sorprendió en mi trabajo, en la central de Prosegur, y tuve que quedarme allí toda la noche porque mis compañeros no pudieron llegar», cuenta este vigilante jurado nacido hace 47 años en Valencia. Aquella trágica noche, su esposa, la venezolana Yaselia López , le iba avisando por teléfono de que el agua no paraba de subir y se había convertido en un río que se llevaba por delante los coches. Entre ellos, el suyo, que acabó a más de cien metros de distancia en el patio de un colegio.Noticia Relacionada estandar No Mascarillas, guantes y precaución: las recomendaciones de Sanidad para los voluntarios en las zonas afectadas por la DANA en Valencia María Carbajo Desde el Ministerio han elaborado una serie de medidas a tener en cuenta por las personas que van a prestar su ayuda para evitar riesgos«Cuando volví al día siguiente por la mañana, tuve que hacerlo descalzo y no daba crédito a la devastación que veía», recuerda Moisés todavía conmocionado. Pero, sin dejar que la impresión le paralizara, se puso a limpiar su calle. Un ejemplo que al principio nadie siguió, seguramente por la impotencia ante la magnitud del desastre, pero que luego se contagió a otros vecinos.Entre residentes del barrio y voluntarios venidos de otras partes de Valencia, una cadena humana saca de las plantas bajas de los bloques, que el agua cubrió más de un metro, muebles, electrodomésticos, colchones y todo tipo de enseres destrozados y enfangados. Son los restos de vidas que naufragaron en medio de la peor 'gota fría' de las últimas décadas, la mayor catástrofe natural que ha golpeado a España y cuya cifra de víctimas mortales todavía puede subir más por los muchos desaparecidos que hay.«Desde el miércoles he estado limpiando el barro para que los vecinos puedan transitar. Pero, ahora que están llegando en masa los voluntarios, me dedico a ir casa por casa para preguntarle a las personas mayores y enfermas qué necesitan, para informar a las autoridades y que la ayuda humanitaria llegue adonde tiene que llegar», explica Moisés en la esquina de su calle. Se mire donde se mire, el panorama es apocalíptico. A un lado, decenas de personas empujan con palas y tablas el lodo hasta las alcantarillas. Al otro, tres bomberos se encaraman a una pila de coches y rompen sus ventanillas buscando cadáveres en su interior, ya que se cree que un joven desaparecido podría estar en alguno de ellos.«Mi marido encontró esta Virgen en una alcantarilla barriendo la calle. La hemos limpiado y la vamos a guardar porque, gracias a Dios, seguimos vivos y sabemos que nos protege», relata conteniendo las lágrimas la esposa de Moisés, Yaselia López. Dando buena muestra de su compasión y humanidad, la pareja ha acogido en su casa a sus vecinos de la planta baja, que quedó inundada y tuvieron que refugiarse en los pisos superiores.Noticia Relacionada estandar Si La UME achica el parking del centro comercial Bonaire «sin saber qué nos vamos a encontrar» José Ramón Navarro-Pareja | Enviado especial a ValenciaEn las paredes de su salón, ocho menciones de la Guardia Civil certifican el espíritu solidario y la vocación de servicio de Moisés. Con una sonrisa que le sale del corazón, ni siquiera se enfada cuando los voluntarios que barren con fuerza el barro de un portal le salpican toda la cara. Así y todo, con manchurrones en el rostro, va piso por piso preguntando qué medicinas necesitan un vecino cojo y una pareja de ancianos. Ya en la calle, se dirige a las personas mayores que se asoman a los balcones para ver qué les hace falta. En la mayoría de los casos, se trata de medicinas, que Moisés apunta en una libreta, pues ya ha abierto en el barrio un centro de reparto de ayuda. Desde allí, los vecinos más jóvenes se traen también comida para los más mayores, que se quedan en sus casas porque las calles siguen embarradas.Además de la distribución de alimentos, al barrio ha llegado una dotación de bomberos de Málaga, que se suman a los esfuerzos por achicar agua y lodo. «De repente vimos que había gente gritando, sobre las siete y media, empezó a venir agua, agua, agua… Intentamos retenerla con toallas, pero empezó a entrar por los laterales de una manera bestial. Cuando eran las ocho y quisimos salir de casa, el agua nos llegaba a la cintura», relata Sandra Bataller . Junto a su marido, Pedro Ortega , se cobijaron con los vecinos de la primera planta porque, «si no hubiera sido por ellos, no lo contamos».Ambos insisten en que «nadie nos había avisado. Si lo hubieran hecho, podríamos habernos preparado mejor y salvado algunas cosas. Pero, cuando recibimos en los móviles la alerta de Protección Civil pasadas las ocho de la tarde, el agua ya nos llegaba por aquí», critica Sandra llevándose la mano a la cintura. A pesar del pasado de inundaciones que acumula Valencia, jamás pensaron que «algo así podía ocurrir» y, sin creérselo todavía, se lamentan de que «toda nuestra vida se ha ido por la ventana».

 

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