Menos Vinis y más Rodris

grant.conn

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El Balón de Oro a Rodrigo Hernández ha sido recibido como un triunfo histórico del fútbol español, pero yo diría que le sobra el adjetivo: es, sobre todo, un triunfo del fútbol. El fútbol entendido estrictamente como deporte, despojado de liderazgos mesiánicos, del atrezzo hollywoodiense y de toda farfolla ideológica que contamina cada vez más el universo balompédico. Rodrigo es un futbolista que se dedica exclusivamente a jugar al fútbol, algo que comienza a ser poco habitual en las ligas europeas, cuyos jugadores más destacados cuidan su imagen estética, su compromiso social o su proyección política con tanto o más esmero que su desempeño en el campo. Este negocio ya no consiste en ganar partidos, sino en crear referentes para que los niños compren camisetas con el nombre de su ídolo, y para eso tan importante es el número de goles como el diseño del peinado o el color de las uñas.Frente a esta divinización de las estrellas balompédicas, Rodrigo representa la normalidad terrenal. Un tipo que no tiene tatuajes, que lleva ocho años con la misma novia y que cuando toma tres cervezas tras ganarle la Eurocopa a Inglaterra canta 'Gibraltar español'. A la edad en que las figuras emergentes del fútbol se dedican a salir de fiesta, él estudió la carrera de Dirección y Administración de Empresas. En el Villarreal acudía a entrenar en un modesto Opel Corsa, pero no como guiño antisistema, sino porque consideró que aquel coche cumplía sus necesidades. Es un futbolista que se dedica a jugar lo mejor que puede, sin recurrir a provocaciones ni ejercicios de arte dramático. De vez en cuando marca un gol, pero no se quita la camiseta para enseñar los abdominales. Cuando le entrevistan se limita a hablar de fútbol; no está en redes sociales porque no tiene necesidad de lanzar ningún mensaje al mundo, aunque al tomar la palabra tras recoger el premio dio una lección de educación y señorío. El premio que ha recibido nos reconcilia a los aficionados puretones con aquel deporte que practicaban deportistas que en la vida cotidiana eran ciudadanos corrientes y molientes a los que te podías encontrar tomando café en cualquier bar.El fútbol es un espejo de la vida, y la cuestión del Balón de Oro excede los límites deportivos para entrar en lo sociológico. Una votación popular hubiese concedido sin duda el premio a Vinicius antes que a Rodrigo, porque su perfil –vistoso, engreído, hipersensible, victimista– se ajusta a los actuales patrones de liderazgo con mucha más precisión que la discreta sobriedad de Rodrigo. El brasileño ofrece mucho más espectáculo en el campo que el español. Sin embargo, necesitamos menos Vinis y más Rodris; menos gente que estropee su talento con quejas y agravios constantes y más gente centrada en hacer bien su trabajo. Profesionales serios y responsables como este futbolista cuyo único fallo es que juega en el Manchester City cuando debería hacerlo en el Betis.

 

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