Memoria de la Nueve

Scotty_Welch

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27 Sep 2024
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Cuando era niña, pocas cosas me gustaban más que ver películas con la abuela. Mi hermana y yo pasábamos a su lado tardes y noches eternas en blanco y negro o tecnicolor que daban alas a los pájaros de nuestras cabezas. Nos convertimos en piratas, marineras, espadachinas, bailarinas de claqué, exploradoras, detectives de gabardina y sombrero, inventoras, escritoras, amantes de las aventuras, de la risa y del drama. De fondo, las historias de la abuela sobre la película, sus protagonistas, sus vidas… y sobre su propia vida. Así conocimos al abuelo, al niño, a la abuela Julia, al abuelo José o al gato de los ojos de dos colores y patucos tan bien, que hasta podríamos reconocer sus voces o su maullido si de pronto sonasen al otro lado de la puerta.

El cine, la abuela y sus historias construyeron los cimientos de nuestra cultura general, que se llenó de detalles de temas dispares de casi cualquier época. De Egipto a la Edad Media. De Roma a la Atlanta esclavista algodonera. De la Inglaterra del rey Arturo a la Casablanca de espías y franceses que protestaban contra los nazis cantando La Marsellesa. La Segunda Guerra Mundial era uno de nuestros escenarios favoritos, sobre todo las peripecias de la Resistencia, las batallas de barcos o aviones, las peleas donde los nazis perdían y las imágenes de gente emocionada y jubilosa porque la guerra había terminado. ¡Viva la Francia libre! París ha recuperado su libertad.

Lo que no nos contaron las películas entonces ni tampoco los libros del cole ni nadie es que, en la liberación de París, republicanos españoles y sus semiorugas con nombres de batallas de la Guerra Civil fueron los primeros en entrar en la ciudad. Hasta mucho después, como tantos, no sabríamos nada de la Nueve.

Este fin de semana se cumplen 80 años de la liberación de París, un buen momento para recordar a aquella compañía de choque de uno de los batallones de la Segunda División Blindada del general Philippe Leclerc. Creada en Argelia en agosto de 1943, 360 hombres de 14 nacionalidades y una edad media de 27 años pasaron por sus filas en sus dos años de existencia. De ellos, 180 fueron españoles, la mayoría exiliados republicanos. Comandados por el capitán Raymond Dronne, participaron en el Desembarco de Normandía y lucharon con los alemanes en localidades como Écouché, donde sufrieron sus primeras bajas.

El 24 de agosto llegaron a París. El 25 tomaron los puntos neurálgicos de control alemán. En el Ayuntamiento ondearon la bandera francesa y la tricolor republicana, que también desplegaron en la embajada española. Al día siguiente, el general De Gaulle encabezó el desfile de la victoria, al que no faltó la Nueve. Después emprendieron rumbo a Alemania, hacia Berchtesgaden, refugio de Adolf Hitler. Allí recibieron la noticia del fin de la guerra. La dictadura de Franco, su primer y último objetivo, debía ser la siguiente parada, pero la dinámica de la Guerra Fría se impuso y nadie tuvo interés en ayudarlos. Aquellos jóvenes republicanos nunca regresaron a casa y su papel se perdió en el olvido.

Investigaciones como las de Evelyn Mesquida o las más recientes de Diego Gaspar Celaya han impulsado la recuperación de su memoria. Y desde inicios de los 2000, París se ha volcado en homenajearlos. Por ejemplo, con la ruta de la Nueve, que sigue sus pasos durante la liberación de la ciudad, o los jardines de los Combatientes de la Nueve, a cuya inauguración asistieron los Reyes de España. Los reconocimientos españoles han sido más tímidos, aunque Madrid también cuenta con sus jardines de la Nueve desde 2017, iniciativa de la corporación de Manuela Carmena.

En tiempos de coqueteo con el racismo, la intolerancia y el desprecio a las instituciones, la Nueve y su lucha por la libertad nos recuerdan el valor de la democracia, su fragilidad y la importancia de defenderla cada día.

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