Matt Haig: “Es fácil avergonzarse como británico al ver el turismo de masas en España”

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27 Sep 2024
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Matt era un joven inglés en Ibiza haciendo lo que hacen los jóvenes ingleses en Ibiza. Fiesta, alcohol, drogas… esa era un poco su rutina. Tampoco se podía decir que Matt fuera un turista, pues ese año, 1999, era el tercero haciendo la temporada en la isla. Pero él aprovechaba cada noche allí como si fuera la última. Su trabajo se lo permitía, porque era camarero, aunque quería ser más que eso. En dos semanas volvería a Inglaterra y decidiría qué hacer con su vida. Igual podía ser escritor.

Ese último año, Matt había escrito microrrelatos de misterio en los flyers de la fiesta en la que trabajaba. Y había descubierto que aquello se le daba bien. Vale, no era como escribir un libro de verdad, pero Manumission era una fiesta enorme, hacía llenos en Privilege, la discoteca más grande del mundo. Eso significaba que mucha gente habría leído sus historias. Aquella mañana de septiembre Matt estaba bastante tranquilo. Había dormido, estaba empezando a recuperar una vida ordenada y sana. Quizá por eso salió a correr a las 11 de la mañana, antes de que apretara el sol. Iba pensando en la vuelta a Inglaterra cuando su mundo colapsó. De repente le faltaba el aire. Solo había dolor. Estaba sufriendo un ataque de pánico que se repetiría con frecuencia los siguientes días. Todo se le vino encima. El dolor era demasiado para poder soportarlo, quería acabar con todo, quería acabar con su vida. A Matt le costaba hacer cualquier cosa, incluso meterse en el avión de vuelta a casa. Cuando lo hizo, prometió no volver a esa isla. Pero olvidarla no fue fácil: por las noches tenía pesadillas, solo oír su nombre le daba escalofríos. Ibiza fue su Vietnam.

“Quizá suene un poco exagerado”, recula Matt Haig (Sheffield, Reino Unido, 49 años) en un hotel del centro de Madrid, 25 años después de aquel episodio. “Pero puedes ponerlo, Ibiza fue mi Vietnam, en el fondo fue así como lo viví”. Haig se encuentra en España promocionando su nuevo libro, La vida imposible (AdN). Es la séptima novela para adultos de su carrera y, aun así, el escritor se muestra nervioso y desconfiado. “Es que siento un poco de presión porque el libro anterior fue bastante bien”, explica. Haig es modesto. Sabe escoger bien los adjetivos, pero ese “bastante” no es del todo acertado. Sería más correcto decir que fue “increíblemente bien”. La biblioteca de la medianoche se convirtió en un bombazo editorial, el tipo de libro que define una carrera. Y una vida. En Estados Unidos se mantuvo más de 100 semanas entre los más vendidos y su edición de bolsillo es una presencia constante en las librerías de barrio y las tiendas de aeropuerto. Ahora mismo tiene una adaptación al cine en marcha, que se encuentra en proceso embrionario. De la noche a la mañana, Haig pasó de ser un escritor medianamente conocido a ser una estrella de la literatura. Y eso no siempre es positivo.

El escritor británico Matt Haig, fotografiado en un hotel madrileño.

Empezó a ir a programas de televisión y radio en Inglaterra. Le preguntaban por temas de salud mental, pues había escrito sobre ello en Razones para seguir viviendo, un ensayo en el que reflexionaba sobre su ataque de pánico y sus tendencias suicidas. “De repente me convertí en una especie de gurú de la salud mental, en un tertuliano. Yo solo hablaba de mi experiencia, pero parece ser que estaba hablando demasiado porque la gente empezó a meterse conmigo. Tuve una crítica en una revista en la que no hablaban nada sobre mi libro, me criticaban a mí”. Es lo que tiene convertirse en una estrella de la literatura. Lo que tiene también es que puedes tomarte un año sabático. Y eso fue exactamente lo que hizo Haig. Frenó y empezó un proceso de terapia, se planteó dejar de escribir para abrir una librería o un bar sobrio (había dejado el alcohol a raíz de su experiencia en Ibiza). Pero antes de dar ningún paso definitivo, decidió ajustar cuentas con el pasado. Cogió un avión y volvió al lugar al que se prometió no volver jamás.

Haig dedica La vida imposible “a la isla y a la gente de Ibiza”. Lo hace porque este lugar, que hace muchos años le quitó tanto, le devolvió después algo muy importante: el placer de escribir. “Nada más llegar empecé a tener ideas para un libro”, explica el autor. Fue escribiéndolas no con la finalidad de publicarlo, sino de sacar lo que tenía dentro, de darle forma con palabras, que es, a fin de cuentas, lo que llevaba haciendo toda la vida. “Quizá por eso, de alguna extraña manera, no sentí ninguna presión. Estaba escribiendo para mí, disfrutando de la escritura de nuevo”.

Al final no fue solo para él. La vida imposible es uno de los grandes lanzamientos del otoño. Cuenta la historia de Grace Winters, una jubilada inglesa que hereda una casa en Ibiza. La mujer, sola, aburrida y deprimida, decide mudarse a la isla para averiguar por qué una conocida del pasado le ha legado la casa. Y de esta forma, empieza a investigar también por qué murió en extrañas circunstancias. Haig traza así un cozy crime con elementos mágicos en un entorno paradisiaco. En sus páginas se mezclan las presencias alienígenas, una misteriosa DJ y marineros con secretos. El cóctel funciona como una especie de puesta al día de su anterior libro: otro argumento, mismo tema de fondo.

Haig habla en sus libros de gente desesperada a quien se le da una segunda oportunidad. Esta suele aparecer disfrazada de elementos fantásticos, como una librería mágica que da la oportunidad de vivir nuevas vidas a través de los libros o un alienígena que otorga superpoderes. Pero pocas fantasías son más potentes que la idea de una segunda oportunidad para alguien que parecía condenado. Y los libros de Haig tratan este tema. Quizá porque su vida entera también lo ha hecho.

Haig visitó Ibiza en invierno, cuando las discotecas cierran y la isla entra en un estado letárgico. Cuando los turistas desaparecen y las playas, despejadas de chiringuitos y toallas, invitan al paseo más que al selfi y el baile. Cuando barrios enteros rendidos al turismo de temporada se convierten en un escenario desértico, el decorado de una película que nadie va a rodar jamás.

Esto le sirvió de inspiración, pero también de reflexión. Puede que La vida imposible sea un libro de fantasía, pero tiene como telón de fondo temas de actualidad. El sobreturismo y la especulación inmobiliaria sobrevuelan en la novela y en su conversación. “A veces es muy fácil sentirse avergonzado como británico al ver ese lado del turismo de masas en España”, reconoce el autor. De hecho, uno de sus propósitos con este libro era mostrar que Ibiza tiene otras caras más allá de la postal. “Quería animar a mis compatriotas a entender que los lugares que visitamos como turistas son los hogares de otras personas, que son reales y se enfrentan a problemas sociales como el acceso a la vivienda”, señala.

Esa obsesión por revestir la fantasía con realidad le ha hecho investigar en el pasado de la isla. Su relato está trufado de menciones variopintas: Nostradamus, Freddie Mercury, el místico, ermitaño y exorcista Francisco Palau o incluso Franco. “Cuando escribes fantasía, incluso cuando hablas de extraterrestres o vampiros, tienes que creerte lo que estás contando, y el lector también. Así que hay que rodear la fantasía de realidad”, explica. También, reconoce, ha infiltrado en el libro una realidad más íntima, que solo él puede diferenciar de la ficción. Referencias a situaciones y conversaciones verídicas que ha puesto en boca de personajes. “He escrito varios ensayos sobre mi experiencia, libros muy personales sobre mi salud mental. Pero hay cosas que puedes decir de forma más honesta en una novela”, reflexiona el escritor. “Es lo que he hecho en este libro. Puede que sea fantasía, pero es emocionalmente real”.

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