Vicky_Daniel
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Hace falta una férrea fuerza de voluntad para encerrarse todos los días seis horas seguidas a escribir sabiendo que esa labor no te exime de enfrentarte a otras colaboraciones en prensa, radio y televisión, ni de encontrar el tiempo necesario para estar con la familia. Marta Robles lo consigue, algo que no puede causar más que admiración: «La inspiración, si existe, te tiene que pillar trabajando. Por eso necesito este tiempo, para mí sagrado, de concentración. Entretenida estoy. Y los fines de semana se los dedico a los míos». El año que viene, Marta hará felices a los seguidores del detective Tony Roures , a los que regalará una cuarta entrega de sus investigaciones cargadas de denuncia social. Está orgullosa de su creación: «Quería que fuera un corresponsal de guerra, con sus cicatrices por haber visto lo mejor y lo peor de la gente, un hombre que no juzga, que entiende que nadie es bueno o malo del todo».Marta también se muestra satisfecha de los rasgos que la definen: «La curiosidad y la empatía. Quien no siente el dolor ajeno se convierte en un monstruo. A mí me duele el dolor de los demás». Si algo pudiera cambiar de su personalidad, tal vez «desearía ser menos insegura, menos impaciente. La impaciencia me mata. Cuando quiero algo, lo quiero ya». Pero la madurez ha ido calmando ese ímpetu: « Cada vez soy más tranquila, los años me han ido apaciguando . Sentirme estable es una prioridad». Pero ni el tiempo ha curado su carácter soñador: «Siempre he tenido la cabeza llena de pajaritos y, aunque pienso que nada se va a cumplir, me dejo llevar fantaseando sin expectativas».te recomendamos La familia de Arrieta recurre la cadena perpetua de Daniel Sancho y pide la pena de muerte Jaime Trujillo Barron Trump, tras los pasos de su padre, Donald Trump: «Es un mujeriego» Laura G. CallejaSe confiesa una auténtica romántica: «Necesito el amor, no entiendo la vida sin amor porque marca nuestro destino: No creo que haya alguien que no lo busque en algún momento de su vida. Los creadores amamos de manera intensa, a menudo incluso convertimos esa historia en arte. Para escribir, el amor me inspira más que el desamor. Llevo muchos años casada y escribo, entre otras cosas, para que me lea el amor de mi vida». De su marido le sigue enamorando «que sea un hombre bueno e inteligente. Además, le encuentro guapísimo» , confiesa entre risas.Marta les debe a sus tres hijos un aprendizaje vital: «Yo no tenía instinto maternal y ahora soy una madraza. Ellos son lo más importante de mi vida. Mis hijos me hacen ser mejor. Siento un amor incondicional, generoso, infinito y sin pedir nada a cambio».Hay un matiz importante en su trayectoria que le gusta recalcar: «No soy una periodista que publica libros, soy una escritora que compagina su pasión con el periodismo ». Y de manera precoz supo que lo suyo sería la novela negra: «Es un género que denuncia lo que esconde la sociedad, que se adentra en el mal del género humano». La maldad ejerce sobre nosotros una fascinación que Marta explica «porque todos, en situaciones extremas, podemos sacar el mal que llevamos dentro. Nos aterra pensar que cualquiera puede ser un monstruo». Otro tema que su prosa no esquiva es el sexo: «Es una parte del amor, es pasión, es fundamental. No lo puedes eludir, depende de cómo escribas, de cómo dirijas la mirada al enfrentarte a él».Le pedimos que recomiende tres de sus libros para regalar estas Navidades y Marta se decanta por 'Lo que la primavera esconde', para descubrir la relación entre el arte y el amor; 'Pasiones carnales', un relato que desvela curiosidades de los romances reales que cambiaron España, y 'La chica a la que no supiste amar,' una investigación que aborda la trata de mujeres. En todos ellos ha puesto la misma entrega y pasión.Marta Robles de niña d.r.Una escritora sensible y precoz«Es la fotografía de una niña de once años que le dedica una mirada de amor a su madre, a la que siempre he estado -y sigo estando- muy unida», explica Marta al hacernos llegar el recuerdo. Se tomó en el jardín de una amiga de su madre «a la que admiraba porque parecía una estrella de Hollywood. Era una mujer libre, todo en ella era belleza». En aquellas visitas, Marta sufría un ligero síndrome de Stendhal : «Yo era una niña muy sensible, alegre como unas castañuelas, pero con un mundo interior especial que escondía tras una sonrisa». Cuando su cuerpo empezó a experimentar los cambios de la adolescencia, la naturaleza fue juguetona antes de afianzar sus rasgos: «me llamaban 'Marta Patas' porque tenía las piernas muy largas, o 'Boquerón', por mi boca» . Pero mientras le llovían las maldades de las niñas, ella «solo decía cosas agradables. Es algo que sigo haciendo. Si digo algo feo, me arrepiento, me parece innecesario». A Marta le gustaba tener amigas distintas, tanto del el colegio como del vecindario: «Siempre me interesó conocer gente de todo tipo». Como estudiante del Sagrado Corazón del Paraíso, donde destacaba en las asignaturas de Letras y Filosofía, recuerda cuando leían sus redacciones en clase para que las demás compañeras descubrieran su prosa: «Empecé a escribir mis primeros versos a los cinco años . De ahí pasé a alimentar mi diario, al estilo de las escritoras inglesas», expresando sobre el papel sus pensamientos y sentimientos adolescentes. Si pudiera darle un consejo a aquella muchacha, Marta tiene una lección de vida: «Haz lo que temas, enfréntate a tus miedos y plántales cara».
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