cole.robin
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¡Cuántos poetas y pintores, teólogos y escritores han cantado las grandezas de María Inmaculada! Pocos lugares hay en la tierra en las que pueda celebrarse la fiesta de la Inmaculada con tanto gozo y con tanto derecho como en esta tierra de María Santísima.España fue, desde muy temprano, una nación de claro sentir inmaculista: el fervor popular hizo nacer, desde muy pronto, las primeras fiestas y manifestaciones artísticas que reflejan este fervor a la Madre de Dios y su Inmaculada Concepción.En nuestro país, ya en el siglo VII se celebraba la fiesta de la Concepción Inmaculada. Un amplio número de textos litúrgicos medievales muestra que la fiesta de la Inmaculada Concepción se guardaba en el siglo XIII, incrementó su popularidad en el XIV y se difundió ampliamente por toda España durante el siglo XV, especialmente tras la recuperación de los territorios del sur de España por la corona de Castilla. En el siglo XVI asistimos a una proliferación de cofradías que se ponen bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María.Fue en Granada donde en 1617 se hizo el primer voto de defender, hasta con la propia sangre, la doctrina de exención, dispensa, del pecado original desde el primer instante de la existencia terrena de María. Y fue Sevilla la ciudad que se distinguió particularmente por defender con razonamientos y argumentos reológicos la «limpieza» del alma de María desde el seno mismo de su Madre Santa Ana. María era, para aquellos hombres, la «toda pura», «»La siempre limpia», «La Inmaculada». El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pio IX proclama solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción, cuyo contenido estricto quedó sancionado con la bula 'Ineflabilis Deus'. Con palabras muy preciosas, entre otras cosas se dice: «...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles...» (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)En un mundo donde gran parte de la sociedad se encuentra agrietada y fragmentada por tantos motivos, María Inmaculada aparece como el prototipo de criatura profundamente unificada y reconstruida gracias a su actitud de acogida del mensaje de Dios en su vida. Dios no solo no destruyó ni anuló la personalidad de María, sino que la unificó profundamente. Juan Pablo II, en una homilía pronunciada el 6 de noviembre de 1982 en Zaragoza, recordó los esfuerzos de España a lo largo de la historia por la proclamación del dogma: «El amor mariano ha sido en vuestra historia fermento de catolicidad. Impulsó a las gentes de España a una devoción firme y a la defensa intrépida de las grandezas de María, sobre todo en su Inmaculada Concepción».María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la «llena de gracia» desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción no se trata de la concepción de Jesús quien, claro está, también fue concebido sin pecado.María es libre de pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por Él que Ella es preservada del pecado. La Inmaculada Concepción, por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: el poder y omnipotencia de Dios. La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro donde su hijo se encarnara.Siempre me ha impresionado aquellas palabras con las que María dio respuesta a Dios a través del ángel: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi tu palabra» (Lc 1,38). También fueron importantes las palabras de la Virgen María a Bernadette: «Yo soy la Inmaculada Concepción». El fundamento bíblico del dogma de la Inmaculada Concepción se encuentra en las palabras que le dirigió el Ángel en Nazaret: «Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Es el nombre más hermoso dicho a María.Pero María tuvo un privilegio especialísimo. Porque en el plan de Dios estaba destinada a ser la madre de Jesucristo, el Salvador, Ella fue liberada de la mancha del pecado desde su concepción. Jamás estuvo separada de Dios. Y al tornarse consciente de su existencia, confirmó con un «sí» su voluntad de pertenecer a Dios y obedecer sus mandamientos.¿Qué nos puede decir la Inmaculada Concepción hoy en día? Que con la Inmaculada descubrimos que Dios no ha fracasado.SOBRE EL AUTOR alberto álvarez pérez Diácono permanente
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