María Hervás: «Mi obsesión como artista y como mujer es ser cada día más libre»

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Veinticuatro horas sobre el escenario. Ése es el reto al que se enfrenta la actriz madrileña María Hervás en ' The Second Woman ' ('La segunda mujer'), una obra creada y dirigida por las australianas Nat Randall y Anna Breckon -dos artistas, se definen, «que trabajan en la intersección del teatro, el cine y la performance»- y que, tras presentarse en Barcelona y Sevilla, se ofrecerá en los Teatros del Canal entre los días 9 y 10 de noviembre, dentro del Festival de Otoño. —¿Asusta ?—No. Lo que me asusta siempre que me subo a un escenario es que la gente se aburra. No me asustan las veinticuatro horas ni enfrentarme a las cien personas con las que estoy en el escenario. —En 24 horas es más difícil no aburrir.—Tiene razón; y lo sufro cuando yo siento desde dentro que las intervenciones están siendo un poco anodinas; lo padezco como intérprete y lo siento por el público; sobre todo si le ha tocado entrar en ese momento, porque puede entrar y salir.—Evidentemente, éste es el trabajo más singular de su carrera. ¿Hasta qué punto es un trabajo de actriz o un trabajo de mujer?—De actriz mucho, necesariamente. Lo he hecho dos veces, y si no eres una actriz entrenada que conoce perfectamente su herramienta y lo que significa el artefacto llamado teatro, no lo puedes hacer, por mucho talento que tengas. También es un trabajo como mujer; lo he descubierto a posteriori. Los actores decimos a menudo que los trabajos vienen a nosotros y que después de hacerlos nos enteramos de por qué los teníamos que hacer. En 'The Second Woman' me he dado cuenta de que tenía que hacerla para reactivar o subir el volumen a mi propio deseo. El ser humano está constantemente deseando cosas, y las autoras y directoras me lo decían: esta función no va del deseo de ellos, va del tuyo propio. Si a ti te apetece bailar con una persona pero a los diez segundos hay algo que cambia ese deseo en ti, cámbialo, deja de bailar, haz otra cosa. A las mujeres se nos ha educado para silenciar nuestro deseo en favor de los demás, de su cuidado; no solamente los hombres en una relación sexoafectiva, sino también los hijos, el jefe, las amigas, la madre... El cuidado ante el deseo. Esta obra está siendo para mí un laboratorio en tres partes -Barcelona, Sevilla y Madrid- que me está sirviendo para reavivar ese deseo.—¿En la función hay margen para la improvisación?—Sobre el texto, no tanto. En las acciones, sí. Las cien escenas pueden ser radicalmente distintas unas de otras, según te pille y según los participantes. —Pero usted no los conoce antes...—No sé nada de ninguno, no les he visto nunca, por supuesto no he ensayado con ellos nada. Es todo una novedad para mí, y a ello me acojo para hacerlo interesante para mí y para el espectador: a que esa aparición sea absolutamente nueva, y pueda extraer y exprimir de ese encuentro de escasos diez minutos lo máximo que pueda.—¿Prefiere las sensaciones de antes del estreno o las de ahora?—Las de ahora. No saber nada tiene sus bondades, pero prefiero la experiencia. En Barcelona no sabía nada de la complejidad del proyecto, y es emocionante, pero la consciencia es un privilegio del ser humano, y poder iluminar capas de significado es, para el tipo de artista que intento ser es muy placentero. Me permite observar, ver cómo funciona uno u otro momento, incluso saber cómo se activa mi propio cuerpo ante el cansancio. Me considero una fanática del ser humano y la exploración es muy emocionante y rica.—¿Qué le está aportando esta función como mujer?—Sobre todo me está haciendo más libre. que es mi obsesión como artista y como mujer: ser cada día más libre y ejercer mi libertad. Y, con suerte, ser inspiración para otras mujeres -y hombres-. Y cuando digo libre significa no negarte ni restringirte posibilidades . No quiero tener que definirme constantemente para luego ser presa de esas palabras y tener que cumplir con lo que ya he dicho; quiero ir abriendo ventanas de todo aquello en lo que me puedo convertir; el teatro favorece eso y 'The Second Woman' especialmente. Todos estamos sometidos a determinadas estructuras y a roles de género. Nos han contado lo que significa ser hombre y lo que significa ser mujer, sin tener en cuenta de que las dos energías están mezcladas en todos. Algo que estoy aprendiendo en 'The Second Woman' es que, a veces, nuestra propia identidad depende de la persona que tienes delante, de lo que te permita ser o hacer.—¿Se prepara físicamente de algún modo especial?—No. Habitualmente ya me cuido un montón: madrugo, entreno todos los días, como muy sano, intento dormir mis horas... Lo que intento es no salirme de lo que hago siempre. Y evito sobresaltos emocionales: si sé que tengo pendiente una conversación contigo un poco difícil, no la voy a tener la semana de la función, la pospondré. —¿Y como actriz, cómo le ha modificado esta función? Habla de libertad, pero los actores están muy limitados por el texto, la dirección...—Creo que los humanos somos todos actores en nuestro día a día. Nosotros, sobre el escenario, no tenemos más limitaciones que las que menciona, pero todos en la vida tenemos límites todo el tiempo. Yo no he conocido un lugar en el que yo haya podido ejercer mi libertad de manera más plena que en un escenario. Por eso sigo subiéndome al escenario, y no solo por por un hecho egoísta, por querer experimentar esa libertad, sino porque gozo cuando lo veo en otras personas. El teatro es una ceremonia que ha de invitar a la libertad, que te haga volar y te haga soñar.

 

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