roob.justine
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Al batería de Marea, Alén Ayerdi, le han operado cinco veces del corazón. Pasaba por el quirófano, y a las pocas semanas volvía a sentirse mal. Así una y otra vez. Alguna de estas intervenciones se extendió por nueve horas. Frustración y miedo. Mucho. Ante la imposibilidad de recuperarse, le planteó a la banda dejar el grupo para que este pudiese continuar. Se sentía con una responsabilidad terrible por ver cómo una banda que llenaba pabellones no se ponía en marcha por la baja médica de su batería. Incluso se ofreció para preparar a un batería con vistas a incorporarse al grupo con la lección aprendida. Entonces, ocurrió algo… Lo cuenta a este periódico Ayerdi: “Kutxi [cantante y letrista del grupo] me echó una bronca que nunca olvidaré. Se sentó a mi lado y me dijo: ‘Tú no has entendido absolutamente nada. Nadie se sube a un escenario con el nombre de Marea si no somos nosotros cinco. Hemos creado esto y mientras sigamos los cinco en pie esto seguirá. Si falla alguno, se acaba”. El grupo estuvo sin editar discos ocho años, de 2011 a 2019, esperando a su batería. “Gracias a dios encontré a un cardiólogo que se obcecó en arreglarme, y me arregló. Llevo desde 2014 sin síntomas. Me habían puesto una medicación para toda la vida y he evolucionado tan bien que el año pasado me la quitaron”, explica. Una vez recuperado Ayerdi, Marea publicó disco y se puso de gira. Siempre los cinco, los que empezaron.
Esta historia ilustra fehacientemente lo que es Marea, sus férreos valores y por qué el quinteto ha llegado a ser la banda de rock fuerte que más entradas vende actualmente en España. Se acaba de reeditar, cuando se cumplen 25 años, su primer álbum, La patera (1999), el trabajo con el que empezó todo. El álbum, aun siendo una reedición, se ha colado entre los más vendidos en España, en el puesto tres, por delante de los últimos de David Bisbal o Raphael. “Es nuestro álbum más importante, porque sin La patera no estaríamos aquí hablando. Los únicos que salimos felices del estudio fuimos nosotros cinco, porque nadie creía en el grupo. El mismo técnico del estudio, que es amigo, nos dijo: ‘Con esto no vais a ningún lado”, comenta Kutxi Romero (Berriozar, Navarra, 49 años), letrista, cantante y carismático agitador del quinteto.
Nuestra cita con el grupo comenzó en su casa, Berriozar, una localidad de unos 9.000 habitantes a seis kilómetros de Pamplona. Las fotos que ilustran este reportaje se tomaron en el Kutxitril, la bajera de la casa de Kutxi, centro de reuniones del grupo. En el interior se pueden ver vinilos de Leño, Sex Pistols, La Polla Records, Camarón de la Isla, Johnny Winter, El Cabrero… Fotos de Rosendo, Lemmy (Motörhead), carteles de la saga Rocky, discos de oro enmarcados ganados por Marea por las ventas de ejemplares… Una consola Arcade con 1.200 juegos. “Cuando vienen los colegas abrimos unas cervecillas, nos tomamos unas tortillas y parece que estamos en 1988, en Recreativos García”, cuenta el grupo con humor.
Marea se formó en Berriozar a finales de los noventa. La mayoría de los miembros trabajaban en la obra, de albañiles, reparadores, instaladores… Hoy siguen los cinco viviendo en los alrededores o directamente en Berriozar, un municipio consciente de la popularidad de sus vecinos: desde 2017, la plaza Sorgiñe pasó a llamarse plaza Marea. El alcalde que se encargó del presidir el acto, Raúl Maiza, destacó que el grupo “siempre ha paseado con orgullo su procedencia berriozartarra”. Marea ensaya en Berriozar, visita los bares de su pueblo, se reúnen en el Kutxitril… “Mi madre llegó desde Andalucía porque su padre, mi abuelo, era ferroviario y le destinaron a Berriozar; y mi padre también vino porque en Andalucía no había trabajo. Se conocieron en Berriozar. Mi padre trabajaba, como albañil, en uno de los primeros bloques del pueblo. Cuando conoció a mi madre alquilaron un piso en ese mismo edificio”, cuenta Kutxi en Madrid, tres días después de tomarse las fotografías.
Está en la capital para participar en un concierto de Albertucho. Ha venido con Carmen, “su compañera”, a la que suele llamar “gitana”, y el hijo de ambos, Aarón, un adolescente de 1,82 (su padre mide 1,81) que toca en un grupo. Kutxi es un tipo de fidelidades: lleva 30 años con la misma pareja, otros tantos con sus cuatro amigos de grupo y siempre en Berriozar. Lleva sombrero de patriarca gitano (tomó la costumbre de su abuelo, que siempre portaba uno), todo vestido de negro, da pequeños sorbos a una botella de 1/3 de cerveza y aspira con frecuencia un cigarro electrónico. “Llevo ocho meses sin fumar. He fumado tres paquetes al día durante 30 años. Lo dejé por solidaridad con mi compañera, porque ella lo estaba intentando. Ahora ella ha vuelto y yo no. La verdad es que no me sentaba mal fumar. Pero lo hice como casi todo en mi vida, por cabezonería. Y cuando salgo a tomar algo me llevo esto sin nicotina [enseña el tubito que aspira] que lo venden en las tiendas de gominolas, lo cual me parece peligroso”, explica.
Kutxi habla alto y sin titubeos, trufa la conversación con detalles humorísticos y suelta de vez en cuando una risotada. Lleva el cuerpo tatuado con sus ídolos: brazos, piernas, pecho… El primero, el rostro de Rosendo Mercado, “la madre del cordero, con el que empezó todo”, cuenta. También tatuajes de Evaristo Páramos (La Polla Records), Sylvester Stallone, Charles Bukowski, Camarón… “La inconsciencia pueblerina, ese comando Paco Martínez Soria, como dice Evaristo, tiene mucha responsabilidad de que hayamos llegado hasta aquí. Porque ha habido mucho canto de sirena, que como no entendíamos el canto nunca nos ha atraído. Hablo de la industria musical, o de movimientos musicales que surgen en Madrid. Nunca nos llegó nada de eso a Berriozar. Ser pueblerinos nos ha salvado”.
Cuando Marea firmó su primer contrato, en 1999, con la multinacional BMG para la publicación de La patera, allí mismo, en la oficina de la discográfica donde lo rubricaron, los directivos les preguntaron qué querían hacer ese día tan crucial para su carrera. Lo cuenta Kutxi: “Nos estaban agasajando y seguramente pensaban que queríamos montar una fiesta con drogas y tal. Pero no: les dijimos que queríamos ir al metro. Nunca lo habíamos visitado. Y allí fuimos: entrábamos y salíamos del metro alucinando”.
Kutxi y los otros cuatro marea eran unos veinteañeros que apenas habían salido de Berriozar. Aquel primer disco (con canciones como Marea o Trasegando, que siguen tocando en concierto) alcanzó el corazón de los seguidores del rock español callejero, que incluyeron a los navarros en el mismo altar que a Rosendo, Barricada, Los Suaves, Extremoduro o Platero y Tú. Marea galopaba sobre un rock and roll con imperdible punk, a lomos de una voz bronca y unas letras con ínfulas literarias. La bravura navarra combinada con ese sentimiento genuinamente andaluz que evoca al mismo tiempo la tragedia y la alegría. “Ya lo dijo el Camarón: quita una pena otra pena, y un dolor otro dolor. / Eso es lo que digo yo: antes que cortar mis venas, que te den por culo, pinto un corazón”, canta Kutxi, en Ya lo dijo el Camarón, de su primer disco. El cantante creció escuchando flamenco por la afición de sus padres y no fue hasta llegar al instituto, con 12 años, cuando se aficionó al rock. “Aunque nací en el norte, mi carácter es andaluz”, señala.
“Era el raro del colegio, porque no jugaba al fútbol”, cuenta. “Leía indiscriminadamente y más tarde afilé el gusto. En Berriozar había una biblioteca muy pequeñita que tenía ocho baldas, así que me leí todos los libros dos veces. Ya con 14 años, el hermano mayor de un colega me regaló Cartero, de Bukowski, y ahí se me abrió el mundo. Comprobé que existía otro tipo de literatura. Y empecé a devorar los libros de la generación beat: Ginsberg, Kerouac, Henry Miller… Luego Baudelaire… Y por supuesto los grandes poetas españoles: Machado, Hernández, Lorca… David González me parece el mejor de los últimos años. Un genio que murió pobre como una rata”.
En 2002 publicaron Besos de perro, su tercer disco, producido por Iñaki Uoho (miembro de Platero y Tú y Extremoduro), y las ventas se dispararon. A partir de ahí, cada álbum que han lanzado (cinco, el último Los potros del tiempo, 2022) ha sido número uno en ventas y las giras se ha desarrollado en recintos repletos. “Hubo un antes y un después de Besos de perro”, admite Ayerdi. “Iñaki Uoho nos cambió mentalmente: simplificarlo todo, no enredarnos con estructuras musicales complicadas, ir a favor de la canción. También nos dio consejos sobre el modelo económico del grupo, a la hora de cómo gestionar nuestra carrera. Uoho fue importantísimo”, sentencia el batería.
Marea controla desde hace años toda su carrera, también empresarialmente. Ayerdi ejerce de soporte principal en este sentido: además de encargarse de las baquetas ejerce de manager desde 2019, es el dueño de la discográfica del grupo, El Dromedario Records, que también edita los discos de Robe, del que Ayerdi es representante. El grupo es propietario de un estudio de grabación, de su empresa de mercadotecnia (venden camisetas, sudaderas, mecheros, tangas…) y de unos locales de ensayo, que alquilan a otras bandas. “Organizo una gira con año y medio de antelación. Nuestro público es gente trabajadora y obrera, y necesita tiempo para planificar sus viajes, así que es muy importante para ellos que los conciertos sean en fin de semana. Cuidamos a nuestra gente dándole la mejor producción, y eso como te lo vas a hacer tú no te lo va a hacer nadie”, explica Ayerdi.
Kutxi continúa chupando su cigarrillo electrónico. El cantante funciona como una ametralladora de anécdotas, ocurrencias y frases que dan pistas sobre su personalidad. Una hora de charla arroja un variado cóctel: “Mis bisabuelos tuvieron 24 hijos. Lo juro. Hasta la fecha me siguen saliendo primos, que aparecen en los conciertos”; “el mensaje para atraer a la gente joven ahora está en otro sitio, en el rap, me imagino, o en el urbano. Y ya está. Hemos perdido, por pollaviejas o por lo que sea”; “qué me estás contando con la Movida. A Berriozar no llegó: nosotros teníamos a los M.C.D., Eskorbuto, Cicatriz, Barricada, Rip…”; “no hemos consumido drogas de igual modo que no hemos hecho paracaidismo o no hemos cazado leones. Es algo que no nos ha atraído”; “cuando escucho La patera, por un lado, muy guay, porque tengo la sensación de que lo hemos grabado ayer; y por otro, muy triste, porque no hemos avanzado nada técnicamente”; “todos los que nos dedicamos a la farándula somos adolescentes mentales. Con la que está cayendo y nosotros pensando en canciones”; “me leí Guerra y paz con 15 años. Cogí el libro el año pasado, lo abrí y pensé: cómo pude leerme esto con 15 años. Porque me lo das ahora mismo y lo tiro por la ventana”.
No se vayan, hay más: “Ser rockero en este país es llorar. Los que podemos comer de esto somos cuatro y tenemos claro todas las mañanas que debemos arrodillarnos y dar las gracias”; “antes de Rosendo no existía el rock en el mundo. Había cosas a las que llamaban rock, pero no era rock”; “tenía que haber parado para regodearme en el paisaje. He cabalgado rápido, sí. No he disfrutado con la plenitud que se debe”; “el dinero que he ganado con el grupo siempre he tenido la sensación de que me lo han regalado. He ido con mis amigos, me han dado un micrófono para decir lo que me salga de los cojones, me han puesto unos cubatas y encima me han pagado, y muy bien”; “me salieron nódulos después de 1.000 conciertos, porque no tengo ningún tipo de técnica. Nunca he ido a un foniatra. No distingo mi voz de un portazo. Mi padre me dice: ‘Tienes una voz estupenda para escribir a máquina”; “sí, reconozco que mi forma de escribir es enrevesada. Para mí es muy difícil escribir directo. Uno se entiende a sí mismo: ya es bastante... como para que te entiendan los demás…”; “si no duele no lo cantes, si no sangra no lo escribas, y si no mata no lo vivas”; “no tengo una conciencia política clara. Supongo que soy de izquierdas. Odio cualquier tipo de autoridad, me dan mucho asco los pijos, no me gustan los políticos… Como dice Manolo Chinato, soy miembro fundador, y único miembro, de un partido que se llama Kutxi Romero, y cuando se apunte otro me borro”.
Kutxi se levanta de la mesa donde se ha desarrollado la charla y se reúne en la de al lado con su pareja y su hijo. Continuamos hablando de lo difícil que es que a un adolescente le atraiga el rock. Kutxi sentencia: “Si somos los últimos vamos a morir matando. Yo se lo digo a mi hijo: ‘Dejadnos sobrevivir, porque si venís a luchar contra nosotros la lucha será a muerte”. Su hijo, Aarón, le mira sorprendido: precisamente él, con 19 años, canta en una banda de rock, Linaje. Kutxi le responde, con una carcajada: “Por si acaso a alguien se le ocurre venir a por nosotros...”.
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Esta historia ilustra fehacientemente lo que es Marea, sus férreos valores y por qué el quinteto ha llegado a ser la banda de rock fuerte que más entradas vende actualmente en España. Se acaba de reeditar, cuando se cumplen 25 años, su primer álbum, La patera (1999), el trabajo con el que empezó todo. El álbum, aun siendo una reedición, se ha colado entre los más vendidos en España, en el puesto tres, por delante de los últimos de David Bisbal o Raphael. “Es nuestro álbum más importante, porque sin La patera no estaríamos aquí hablando. Los únicos que salimos felices del estudio fuimos nosotros cinco, porque nadie creía en el grupo. El mismo técnico del estudio, que es amigo, nos dijo: ‘Con esto no vais a ningún lado”, comenta Kutxi Romero (Berriozar, Navarra, 49 años), letrista, cantante y carismático agitador del quinteto.
Nuestra cita con el grupo comenzó en su casa, Berriozar, una localidad de unos 9.000 habitantes a seis kilómetros de Pamplona. Las fotos que ilustran este reportaje se tomaron en el Kutxitril, la bajera de la casa de Kutxi, centro de reuniones del grupo. En el interior se pueden ver vinilos de Leño, Sex Pistols, La Polla Records, Camarón de la Isla, Johnny Winter, El Cabrero… Fotos de Rosendo, Lemmy (Motörhead), carteles de la saga Rocky, discos de oro enmarcados ganados por Marea por las ventas de ejemplares… Una consola Arcade con 1.200 juegos. “Cuando vienen los colegas abrimos unas cervecillas, nos tomamos unas tortillas y parece que estamos en 1988, en Recreativos García”, cuenta el grupo con humor.
Marea se formó en Berriozar a finales de los noventa. La mayoría de los miembros trabajaban en la obra, de albañiles, reparadores, instaladores… Hoy siguen los cinco viviendo en los alrededores o directamente en Berriozar, un municipio consciente de la popularidad de sus vecinos: desde 2017, la plaza Sorgiñe pasó a llamarse plaza Marea. El alcalde que se encargó del presidir el acto, Raúl Maiza, destacó que el grupo “siempre ha paseado con orgullo su procedencia berriozartarra”. Marea ensaya en Berriozar, visita los bares de su pueblo, se reúnen en el Kutxitril… “Mi madre llegó desde Andalucía porque su padre, mi abuelo, era ferroviario y le destinaron a Berriozar; y mi padre también vino porque en Andalucía no había trabajo. Se conocieron en Berriozar. Mi padre trabajaba, como albañil, en uno de los primeros bloques del pueblo. Cuando conoció a mi madre alquilaron un piso en ese mismo edificio”, cuenta Kutxi en Madrid, tres días después de tomarse las fotografías.
Está en la capital para participar en un concierto de Albertucho. Ha venido con Carmen, “su compañera”, a la que suele llamar “gitana”, y el hijo de ambos, Aarón, un adolescente de 1,82 (su padre mide 1,81) que toca en un grupo. Kutxi es un tipo de fidelidades: lleva 30 años con la misma pareja, otros tantos con sus cuatro amigos de grupo y siempre en Berriozar. Lleva sombrero de patriarca gitano (tomó la costumbre de su abuelo, que siempre portaba uno), todo vestido de negro, da pequeños sorbos a una botella de 1/3 de cerveza y aspira con frecuencia un cigarro electrónico. “Llevo ocho meses sin fumar. He fumado tres paquetes al día durante 30 años. Lo dejé por solidaridad con mi compañera, porque ella lo estaba intentando. Ahora ella ha vuelto y yo no. La verdad es que no me sentaba mal fumar. Pero lo hice como casi todo en mi vida, por cabezonería. Y cuando salgo a tomar algo me llevo esto sin nicotina [enseña el tubito que aspira] que lo venden en las tiendas de gominolas, lo cual me parece peligroso”, explica.
Kutxi habla alto y sin titubeos, trufa la conversación con detalles humorísticos y suelta de vez en cuando una risotada. Lleva el cuerpo tatuado con sus ídolos: brazos, piernas, pecho… El primero, el rostro de Rosendo Mercado, “la madre del cordero, con el que empezó todo”, cuenta. También tatuajes de Evaristo Páramos (La Polla Records), Sylvester Stallone, Charles Bukowski, Camarón… “La inconsciencia pueblerina, ese comando Paco Martínez Soria, como dice Evaristo, tiene mucha responsabilidad de que hayamos llegado hasta aquí. Porque ha habido mucho canto de sirena, que como no entendíamos el canto nunca nos ha atraído. Hablo de la industria musical, o de movimientos musicales que surgen en Madrid. Nunca nos llegó nada de eso a Berriozar. Ser pueblerinos nos ha salvado”.
Cuando Marea firmó su primer contrato, en 1999, con la multinacional BMG para la publicación de La patera, allí mismo, en la oficina de la discográfica donde lo rubricaron, los directivos les preguntaron qué querían hacer ese día tan crucial para su carrera. Lo cuenta Kutxi: “Nos estaban agasajando y seguramente pensaban que queríamos montar una fiesta con drogas y tal. Pero no: les dijimos que queríamos ir al metro. Nunca lo habíamos visitado. Y allí fuimos: entrábamos y salíamos del metro alucinando”.
Kutxi y los otros cuatro marea eran unos veinteañeros que apenas habían salido de Berriozar. Aquel primer disco (con canciones como Marea o Trasegando, que siguen tocando en concierto) alcanzó el corazón de los seguidores del rock español callejero, que incluyeron a los navarros en el mismo altar que a Rosendo, Barricada, Los Suaves, Extremoduro o Platero y Tú. Marea galopaba sobre un rock and roll con imperdible punk, a lomos de una voz bronca y unas letras con ínfulas literarias. La bravura navarra combinada con ese sentimiento genuinamente andaluz que evoca al mismo tiempo la tragedia y la alegría. “Ya lo dijo el Camarón: quita una pena otra pena, y un dolor otro dolor. / Eso es lo que digo yo: antes que cortar mis venas, que te den por culo, pinto un corazón”, canta Kutxi, en Ya lo dijo el Camarón, de su primer disco. El cantante creció escuchando flamenco por la afición de sus padres y no fue hasta llegar al instituto, con 12 años, cuando se aficionó al rock. “Aunque nací en el norte, mi carácter es andaluz”, señala.
“Era el raro del colegio, porque no jugaba al fútbol”, cuenta. “Leía indiscriminadamente y más tarde afilé el gusto. En Berriozar había una biblioteca muy pequeñita que tenía ocho baldas, así que me leí todos los libros dos veces. Ya con 14 años, el hermano mayor de un colega me regaló Cartero, de Bukowski, y ahí se me abrió el mundo. Comprobé que existía otro tipo de literatura. Y empecé a devorar los libros de la generación beat: Ginsberg, Kerouac, Henry Miller… Luego Baudelaire… Y por supuesto los grandes poetas españoles: Machado, Hernández, Lorca… David González me parece el mejor de los últimos años. Un genio que murió pobre como una rata”.
En 2002 publicaron Besos de perro, su tercer disco, producido por Iñaki Uoho (miembro de Platero y Tú y Extremoduro), y las ventas se dispararon. A partir de ahí, cada álbum que han lanzado (cinco, el último Los potros del tiempo, 2022) ha sido número uno en ventas y las giras se ha desarrollado en recintos repletos. “Hubo un antes y un después de Besos de perro”, admite Ayerdi. “Iñaki Uoho nos cambió mentalmente: simplificarlo todo, no enredarnos con estructuras musicales complicadas, ir a favor de la canción. También nos dio consejos sobre el modelo económico del grupo, a la hora de cómo gestionar nuestra carrera. Uoho fue importantísimo”, sentencia el batería.
Marea controla desde hace años toda su carrera, también empresarialmente. Ayerdi ejerce de soporte principal en este sentido: además de encargarse de las baquetas ejerce de manager desde 2019, es el dueño de la discográfica del grupo, El Dromedario Records, que también edita los discos de Robe, del que Ayerdi es representante. El grupo es propietario de un estudio de grabación, de su empresa de mercadotecnia (venden camisetas, sudaderas, mecheros, tangas…) y de unos locales de ensayo, que alquilan a otras bandas. “Organizo una gira con año y medio de antelación. Nuestro público es gente trabajadora y obrera, y necesita tiempo para planificar sus viajes, así que es muy importante para ellos que los conciertos sean en fin de semana. Cuidamos a nuestra gente dándole la mejor producción, y eso como te lo vas a hacer tú no te lo va a hacer nadie”, explica Ayerdi.
Kutxi continúa chupando su cigarrillo electrónico. El cantante funciona como una ametralladora de anécdotas, ocurrencias y frases que dan pistas sobre su personalidad. Una hora de charla arroja un variado cóctel: “Mis bisabuelos tuvieron 24 hijos. Lo juro. Hasta la fecha me siguen saliendo primos, que aparecen en los conciertos”; “el mensaje para atraer a la gente joven ahora está en otro sitio, en el rap, me imagino, o en el urbano. Y ya está. Hemos perdido, por pollaviejas o por lo que sea”; “qué me estás contando con la Movida. A Berriozar no llegó: nosotros teníamos a los M.C.D., Eskorbuto, Cicatriz, Barricada, Rip…”; “no hemos consumido drogas de igual modo que no hemos hecho paracaidismo o no hemos cazado leones. Es algo que no nos ha atraído”; “cuando escucho La patera, por un lado, muy guay, porque tengo la sensación de que lo hemos grabado ayer; y por otro, muy triste, porque no hemos avanzado nada técnicamente”; “todos los que nos dedicamos a la farándula somos adolescentes mentales. Con la que está cayendo y nosotros pensando en canciones”; “me leí Guerra y paz con 15 años. Cogí el libro el año pasado, lo abrí y pensé: cómo pude leerme esto con 15 años. Porque me lo das ahora mismo y lo tiro por la ventana”.
No se vayan, hay más: “Ser rockero en este país es llorar. Los que podemos comer de esto somos cuatro y tenemos claro todas las mañanas que debemos arrodillarnos y dar las gracias”; “antes de Rosendo no existía el rock en el mundo. Había cosas a las que llamaban rock, pero no era rock”; “tenía que haber parado para regodearme en el paisaje. He cabalgado rápido, sí. No he disfrutado con la plenitud que se debe”; “el dinero que he ganado con el grupo siempre he tenido la sensación de que me lo han regalado. He ido con mis amigos, me han dado un micrófono para decir lo que me salga de los cojones, me han puesto unos cubatas y encima me han pagado, y muy bien”; “me salieron nódulos después de 1.000 conciertos, porque no tengo ningún tipo de técnica. Nunca he ido a un foniatra. No distingo mi voz de un portazo. Mi padre me dice: ‘Tienes una voz estupenda para escribir a máquina”; “sí, reconozco que mi forma de escribir es enrevesada. Para mí es muy difícil escribir directo. Uno se entiende a sí mismo: ya es bastante... como para que te entiendan los demás…”; “si no duele no lo cantes, si no sangra no lo escribas, y si no mata no lo vivas”; “no tengo una conciencia política clara. Supongo que soy de izquierdas. Odio cualquier tipo de autoridad, me dan mucho asco los pijos, no me gustan los políticos… Como dice Manolo Chinato, soy miembro fundador, y único miembro, de un partido que se llama Kutxi Romero, y cuando se apunte otro me borro”.
Kutxi se levanta de la mesa donde se ha desarrollado la charla y se reúne en la de al lado con su pareja y su hijo. Continuamos hablando de lo difícil que es que a un adolescente le atraiga el rock. Kutxi sentencia: “Si somos los últimos vamos a morir matando. Yo se lo digo a mi hijo: ‘Dejadnos sobrevivir, porque si venís a luchar contra nosotros la lucha será a muerte”. Su hijo, Aarón, le mira sorprendido: precisamente él, con 19 años, canta en una banda de rock, Linaje. Kutxi le responde, con una carcajada: “Por si acaso a alguien se le ocurre venir a por nosotros...”.
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