Hilario_Zieme
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El inicio del nuevo milenio era una etapa de cambios en la vida de Marciano Cantero (1960-2022), el vocalista y bajista fundador de la agrupación argentina Enanitos Verdes. En el año 2001 vivía en un pequeño apartamento en Buenos Aires en plena crisis económica en Argentina y se había separado de la madre de su hijo, Cecilia Hoffmann. En ese ambiente, Cantero compuso y grabó el álbum que sale a la luz 23 años después y a dos años de la muerte del músico —causada por un cáncer de riñón, el 8 de septiembre de 2022—, Marciano 2001. Javier Cantero (Buenos Aires, 32 años), el hijo de Marciano que a sus nueve años fue testigo del surgimiento y evolución de las canciones de este material, se encargó de la restauración y del lanzamiento.
El álbum ha sido estrenado dos meses después del segundo aniversario luctuoso de Marciano Cantero —su nombre de nacimiento es Horacio Eduardo Cantero Hernández—, el pasado viernes 8 de noviembre, y está disponible en plataformas digitales, así como en los formatos cedé y LP, estos dos últimos como un gesto de agradecimiento a los seguidores de su padre y de la agrupación. Javier Cantero adelantaba el año pasado a EL PAÍS que quiere provocar en ellos “el jolgorio y la felicidad” de quitar el celofán del disco físico.
Marciano 2001 incluye 12 canciones. Ocho de ellas estaban inéditas y cuatro más fueron grabadas con los Enanitos Verdes en diferentes épocas, pero en este álbum aparecen en versiones distintas: ‘Sola’, ‘No puedo olvidarte’, ‘Balada 3D’ y ‘No estuvo tan mal’. El sonido de la producción en su conjunto mantiene una crudeza propia de las grabaciones de estudio en sus primeras etapas, con la voz metálica y al mismo tiempo dulce de Marciano Cantero. Conserva también el halo nostálgico característico de sus canciones.
Se percibe, además, un trabajo de postproducción importante para conseguir un ambiente sonoro particular que no se le conocía a los Enanitos Verdes, algo más baladesco y experimental, con menos capas de brillo. Un viaje musical al pasado pero con melodías nuevas. Es notoria una búsqueda por encontrar un sello personal e innovador. “Él estaba explorando, estaba tratando desesperadamente de pegarle a las paredes del rock y decir ‘quiero salir del estándar’ del que venían discos como Big bang, Guerra gaucha, Planetario”, explica Javier Cantero.
El hijo del músico atesora aquella etapa en la que su padre compuso y grabó el álbum porque la vivió junto a él. Recuerda que compartían en aquel apartamento los videojuegos, la sopa de arroz (o consomé con arroz), el armado de un avión de modelaje, la música. Cantaban juntos Hombre sapo y Su majestad, el rey, y ambas canciones quedaron en la versión final del disco.
El video musical de la primera canción, Para mal, para bien, muestra una dramatización de esas vivencias y, al final, antes de que aparezcan los créditos, se ve una fotografía de Marciano y Javier: el músico con una guitarra eléctrica blanca y su hijo frente a un teclado, en un espacio reducido al lado del área del lavadero. No estuvo tan mal es una de las melodías que más aprecia Javier Cantero. Le remite a la voz de un “padre trascendental” y considera sabia la frase final, que también es con la que cierra el álbum: “Ya no somos niños y ahora lo que duele es crecer”.
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El álbum ha sido estrenado dos meses después del segundo aniversario luctuoso de Marciano Cantero —su nombre de nacimiento es Horacio Eduardo Cantero Hernández—, el pasado viernes 8 de noviembre, y está disponible en plataformas digitales, así como en los formatos cedé y LP, estos dos últimos como un gesto de agradecimiento a los seguidores de su padre y de la agrupación. Javier Cantero adelantaba el año pasado a EL PAÍS que quiere provocar en ellos “el jolgorio y la felicidad” de quitar el celofán del disco físico.
Marciano 2001 incluye 12 canciones. Ocho de ellas estaban inéditas y cuatro más fueron grabadas con los Enanitos Verdes en diferentes épocas, pero en este álbum aparecen en versiones distintas: ‘Sola’, ‘No puedo olvidarte’, ‘Balada 3D’ y ‘No estuvo tan mal’. El sonido de la producción en su conjunto mantiene una crudeza propia de las grabaciones de estudio en sus primeras etapas, con la voz metálica y al mismo tiempo dulce de Marciano Cantero. Conserva también el halo nostálgico característico de sus canciones.
Se percibe, además, un trabajo de postproducción importante para conseguir un ambiente sonoro particular que no se le conocía a los Enanitos Verdes, algo más baladesco y experimental, con menos capas de brillo. Un viaje musical al pasado pero con melodías nuevas. Es notoria una búsqueda por encontrar un sello personal e innovador. “Él estaba explorando, estaba tratando desesperadamente de pegarle a las paredes del rock y decir ‘quiero salir del estándar’ del que venían discos como Big bang, Guerra gaucha, Planetario”, explica Javier Cantero.
El hijo del músico atesora aquella etapa en la que su padre compuso y grabó el álbum porque la vivió junto a él. Recuerda que compartían en aquel apartamento los videojuegos, la sopa de arroz (o consomé con arroz), el armado de un avión de modelaje, la música. Cantaban juntos Hombre sapo y Su majestad, el rey, y ambas canciones quedaron en la versión final del disco.
El video musical de la primera canción, Para mal, para bien, muestra una dramatización de esas vivencias y, al final, antes de que aparezcan los créditos, se ve una fotografía de Marciano y Javier: el músico con una guitarra eléctrica blanca y su hijo frente a un teclado, en un espacio reducido al lado del área del lavadero. No estuvo tan mal es una de las melodías que más aprecia Javier Cantero. Le remite a la voz de un “padre trascendental” y considera sabia la frase final, que también es con la que cierra el álbum: “Ya no somos niños y ahora lo que duele es crecer”.
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elpais.com