treutel.aleen
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La risa de Maika Makovski (Palma, 41 años) es contagiosa. Dice la cantante y la compositora que ahora tiene más motivos para reír —también para estar en paz— que años atrás. Su rostro se hizo famoso en 2018 por la televisión como presentadora de La hora musa, uno de los programas musicales más queridos del siglo XXI, pero ella ya era una artista musical muy respetada. Saca disco, Bunker Rococó (Cultura Rock), un trabajo por el que tuvo que alejarse del ruido.
Pregunta. El disco se titula Bunker Rococó y hace referencia al encierro para componer. ¿Hasta qué punto es necesario desaparecer?
Respuesta. Absolutamente necesario. Pero, esta vez, ha sido una desaparición de emergencia por el tema de las redes sociales. Es demasiado. Tiene una exigencia tremenda. Quería desaparecer de la exhibición y del ruido global al que contribuimos. Y solo aparecer cuando tuviese un contenido real que compartir, como este disco.
P. ¿Cuándo le afectó ese ruido más de la cuenta?
R. Es extraño porque las redes sociales se rigen de una forma determinada e incluyen un vocabulario determinado. De repente, un día se metieron unas palabras en mi cabeza que reconocí que no eran mías. Y esas palabras generaban una serie de ansiedades por estar expuesta y por la respuesta inmediata de los demás de las cosas que compartía. Me dio mucho miedo. Tuve la necesidad de cortar con eso para oír mis propios pensamientos. Empecé a estar pendiente de cosas que son ajenas a mi manera de ser y pensar. Ahora mismo no tengo instalado ni el Instagram.
P. Bunker Rococó... ¿Qué tiene que ver el disco con el movimiento artístico francés?
R. En este disco quise fundir muchas músicas que para mí han sido importantes. Una de ellas es la música clásica. Son canciones con una estructura pop, pero con muchos desarrollos más propios de música clásica. Se toman su tiempo y hay mucha riqueza musical. Quería hacer una referencia al mundo clásico. Si el búnker es el aislamiento, el rococó es la vida que crece dentro de ese aislamiento que no es oscuro ni da miedo. Porque es un recogimiento. El rococó fue un movimiento excéntrico, muy loco y lleno de brío.
P. Ya en su anterior álbum, MKMK, se la notaba más expansiva. ¿Sigue igual?
R. La cosa ha dado un vuelco. Mi música siempre es claroscura. Todos tienen momentos oscuros y de luz. Este tiene más oscuros que claros, pero es una oscuridad diferente. Es cálida. Hay más contemplación y hay menos urgencia. He querido desaparecer y que la música emergiera conmigo entre bambalinas. No sé si esto tiene sentido, pero lo siento así (risas).
P. ¿Puede que la edad le hace a una más introspectiva?
R. Es posible. Con la edad quizá uno va perdiendo el misterio que para sí mismo tenía antes y, por tanto, haya cosas más importantes que mirarse al espejo en el sentido del autoconocimiento. En este disco quizá exploró otros conceptos e intento saber cómo encajo en él.
P. Se le ha llamado la PJ Harvey española, la Courtney Love española o la Patti Smith española. ¿Le gusta?
R. Lo siento ajeno a mi mundo. Lo que he intentado siempre es buscar mi camino y mi voz. Entiendo que la prensa necesite explicar con estas palabras cómo suenan las cosas, pero es simplista. Creo que no lo explica bien.
P. ¿Y le gustan al menos como colegas músicas?
R. ¡Claro! Me gustan las tres. Y gracias a Dios son tres tías muy potentes. Al menos no me comparan con alguna mosquita muerta (risas).
P. A los 30 años se fue a Macedonia a encerrarse en el apartamento de su padre y encontrar musas para escribir y no escribió nada.
R. Fue increíble. Me fui a escribir y acabé conectando con otras partes vacías de mí. Conecté con la parte de mi padre, con su familia, y fue muy potente. Conocí el idioma y la cultura y sentí como ellos son parte de ti y tú de ellos. Volví cambiada.
P. ¿Mejor conectar con la gente que escribir?
R. (Duda). Quizá ahora me doy cuenta de que lo importante es tener una comunidad a tu alrededor. Gente en la que puedas confiar. En realidad, yo escribo cuando me falta eso.
P. ¿Cuánta coraza ha aprendido a ponerse?
R. Intento no hacerlo. Lo único es que las veo venir y me fío de mi olfato mucho más que antes. Siempre he tenido buen olfato, pero no siempre he confiado tanto él. Ahora sí lo hago. Cuando suenan las alarmas es por algo. Ahora, tengo la suerte de tener a un equipo de personas a mi alrededor que tienen todas mis alarmas en off. Me pasa por primera vez en toda mi carrera. Es importantísimo. Porque son una suerte de familia esas personas con las que trabajas todo el tiempo y cedes tanta intimidad. Hay que entenderse. No vale la pena si no te entiendes o traicionan tu confianza porque te parten el corazón. No vale la pena dedicarse a algo tan bonito como esto con el corazón partido, que diría Alejandro Sanz (risas).
P. Vive en Mallorca y dice sentirse mediterránea.
R. Cuando empiezo a sobrevolar el Mediterráneo y veo el mar, el paisaje y la luz, siento que estoy en casa. Tiene que ver con algo de la temperatura, la luz, la flora… Algo que no me pasa en otros sitios. No me pasa en Madrid. Voy a la sierra y es precioso, pero no siento ser de allí.
P. ¿Está Mallorca tan mal como la pintan con el turismo?
R. Es terrible. Pasa en muchas ciudades de España, pero aquí es tremendo cómo las casas se destinan a gente con mucho dinero. Los precios no están adecuados al lugar, sino a economías mucho más fuertes. No nos están protegiendo en absoluto. Las viviendas van destinadas a gente con fortunas. Es muy grave porque atenta contra el bienestar de la gente.
P. ¿Echa de menos la televisión?
R. No es mi mundo ni mi salsa, pero fue precioso. Aprendí muchísimo, como a empatizar con vosotros los periodistas (risas). Si tuviera un equipo tan maravilloso como el que tuve en La hora musa, lo haría mañana. Pero, en realidad, no lo he echado de menos.
P. ¿Qué fue lo mejor de la experiencia?
R. Jero Rodríguez, el director. Fue un compañero maravilloso. Bueno, y todo el equipo que hacía que la gente sonara tan bien. La gente no se creía que la música sonase en directo de lo que bien que lo hacía. También poder preguntar a gente interesante lo que yo quería (risas).
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Pregunta. El disco se titula Bunker Rococó y hace referencia al encierro para componer. ¿Hasta qué punto es necesario desaparecer?
Respuesta. Absolutamente necesario. Pero, esta vez, ha sido una desaparición de emergencia por el tema de las redes sociales. Es demasiado. Tiene una exigencia tremenda. Quería desaparecer de la exhibición y del ruido global al que contribuimos. Y solo aparecer cuando tuviese un contenido real que compartir, como este disco.
P. ¿Cuándo le afectó ese ruido más de la cuenta?
R. Es extraño porque las redes sociales se rigen de una forma determinada e incluyen un vocabulario determinado. De repente, un día se metieron unas palabras en mi cabeza que reconocí que no eran mías. Y esas palabras generaban una serie de ansiedades por estar expuesta y por la respuesta inmediata de los demás de las cosas que compartía. Me dio mucho miedo. Tuve la necesidad de cortar con eso para oír mis propios pensamientos. Empecé a estar pendiente de cosas que son ajenas a mi manera de ser y pensar. Ahora mismo no tengo instalado ni el Instagram.
P. Bunker Rococó... ¿Qué tiene que ver el disco con el movimiento artístico francés?
R. En este disco quise fundir muchas músicas que para mí han sido importantes. Una de ellas es la música clásica. Son canciones con una estructura pop, pero con muchos desarrollos más propios de música clásica. Se toman su tiempo y hay mucha riqueza musical. Quería hacer una referencia al mundo clásico. Si el búnker es el aislamiento, el rococó es la vida que crece dentro de ese aislamiento que no es oscuro ni da miedo. Porque es un recogimiento. El rococó fue un movimiento excéntrico, muy loco y lleno de brío.
P. Ya en su anterior álbum, MKMK, se la notaba más expansiva. ¿Sigue igual?
R. La cosa ha dado un vuelco. Mi música siempre es claroscura. Todos tienen momentos oscuros y de luz. Este tiene más oscuros que claros, pero es una oscuridad diferente. Es cálida. Hay más contemplación y hay menos urgencia. He querido desaparecer y que la música emergiera conmigo entre bambalinas. No sé si esto tiene sentido, pero lo siento así (risas).
P. ¿Puede que la edad le hace a una más introspectiva?
R. Es posible. Con la edad quizá uno va perdiendo el misterio que para sí mismo tenía antes y, por tanto, haya cosas más importantes que mirarse al espejo en el sentido del autoconocimiento. En este disco quizá exploró otros conceptos e intento saber cómo encajo en él.
P. Se le ha llamado la PJ Harvey española, la Courtney Love española o la Patti Smith española. ¿Le gusta?
R. Lo siento ajeno a mi mundo. Lo que he intentado siempre es buscar mi camino y mi voz. Entiendo que la prensa necesite explicar con estas palabras cómo suenan las cosas, pero es simplista. Creo que no lo explica bien.
P. ¿Y le gustan al menos como colegas músicas?
R. ¡Claro! Me gustan las tres. Y gracias a Dios son tres tías muy potentes. Al menos no me comparan con alguna mosquita muerta (risas).
P. A los 30 años se fue a Macedonia a encerrarse en el apartamento de su padre y encontrar musas para escribir y no escribió nada.
R. Fue increíble. Me fui a escribir y acabé conectando con otras partes vacías de mí. Conecté con la parte de mi padre, con su familia, y fue muy potente. Conocí el idioma y la cultura y sentí como ellos son parte de ti y tú de ellos. Volví cambiada.
P. ¿Mejor conectar con la gente que escribir?
R. (Duda). Quizá ahora me doy cuenta de que lo importante es tener una comunidad a tu alrededor. Gente en la que puedas confiar. En realidad, yo escribo cuando me falta eso.
P. ¿Cuánta coraza ha aprendido a ponerse?
R. Intento no hacerlo. Lo único es que las veo venir y me fío de mi olfato mucho más que antes. Siempre he tenido buen olfato, pero no siempre he confiado tanto él. Ahora sí lo hago. Cuando suenan las alarmas es por algo. Ahora, tengo la suerte de tener a un equipo de personas a mi alrededor que tienen todas mis alarmas en off. Me pasa por primera vez en toda mi carrera. Es importantísimo. Porque son una suerte de familia esas personas con las que trabajas todo el tiempo y cedes tanta intimidad. Hay que entenderse. No vale la pena si no te entiendes o traicionan tu confianza porque te parten el corazón. No vale la pena dedicarse a algo tan bonito como esto con el corazón partido, que diría Alejandro Sanz (risas).
P. Vive en Mallorca y dice sentirse mediterránea.
R. Cuando empiezo a sobrevolar el Mediterráneo y veo el mar, el paisaje y la luz, siento que estoy en casa. Tiene que ver con algo de la temperatura, la luz, la flora… Algo que no me pasa en otros sitios. No me pasa en Madrid. Voy a la sierra y es precioso, pero no siento ser de allí.
P. ¿Está Mallorca tan mal como la pintan con el turismo?
R. Es terrible. Pasa en muchas ciudades de España, pero aquí es tremendo cómo las casas se destinan a gente con mucho dinero. Los precios no están adecuados al lugar, sino a economías mucho más fuertes. No nos están protegiendo en absoluto. Las viviendas van destinadas a gente con fortunas. Es muy grave porque atenta contra el bienestar de la gente.
P. ¿Echa de menos la televisión?
R. No es mi mundo ni mi salsa, pero fue precioso. Aprendí muchísimo, como a empatizar con vosotros los periodistas (risas). Si tuviera un equipo tan maravilloso como el que tuve en La hora musa, lo haría mañana. Pero, en realidad, no lo he echado de menos.
P. ¿Qué fue lo mejor de la experiencia?
R. Jero Rodríguez, el director. Fue un compañero maravilloso. Bueno, y todo el equipo que hacía que la gente sonara tan bien. La gente no se creía que la música sonase en directo de lo que bien que lo hacía. También poder preguntar a gente interesante lo que yo quería (risas).
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