Magna Fides Baeticae

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'Magna Fides Baeticae': 'Gran Fe Bética'. Con tal mensaje desplegaron los más fervientes hinchas verdiblancos un enorme tifo en Gol Sur, minutos antes de que diera comienzo el Betis- Barcelona. Delante de la rúbrica en latín, la pancarta mostraba una imagen de la Inmaculada y ocho angelotes, como si fuera un cuadro de Murillo.Hace años, el escritor mejicano Juan Villoro escribió la obra 'Dios es redondo'. Y la antropología ha reflexionado mucho sobre los vínculos entre el fútbol y la religión. Si hay una ciudad donde el equipo se considere sagrado, la experiencia futbolística alcance a veces una dimensión catártica y se sucedan los rituales en cada partido, esa es, sin duda, Sevilla. En el fin de semana de la Procesión Magna, la grada de animación del Betis no podía dejar de aludir a la ligazón entre religión y fútbol, máxime cuando el magno evento devocional coincidía con la visita del líder de la Liga —el Barça—, uno de los clubs con más seguidores en el mundo.Algún aficionado llegaba tarde al partido porque no había querido perderse la salida de la Esperanza de Triana, a las tres y pico de la tarde. Para muchos béticos, la llegada al estadio por el mismo itinerario —particularmente la Avenida de la Palmera— se asemeja a la periódica peregrinación a un lugar santo, acompañado de otros fieles. Como supo ver el antropólogo Victor Turner, el fútbol, como una procesión o un peregrinaje, genera similares vínculos comunitarios entre los participantes.Ya en el estadio, el solemne canto del himno suscita emociones que muchos asemejarían a la que produce la banda de cornetas y tambores que acompaña a la imagen a la que cada cual tenga devoción. Radio Betis —la emisora del club— habla con mucha naturalidad del Villamarín como «el templo» de todos los béticos, de la misma manera que los aficionados del Athletic de Bilbao se refieren a su estadio como «la Catedral».Evidentemente, Sevilla no es la única ciudad, ni el Betis el único equipo, en los que cabe ver paralelismos con la religión. Pero dudo que exista ningún otro lugar donde se pueda ver a un aficionado besar la estampa del Gran Poder antes de que su jugador —en este caso, Lo Celso—lance el penalti para empatar el partido. No creo tampoco que los hinchas del Barça tengan estampas en que Hansi Flick se asemeje a un santo, pero conozco a algún bético que lleva en su cartera una estampita de un santo, con una túnica verde y la cara de Manuel Pellegrini. Y hay, incluso, quien, cuando el Betis juega fuera, lleva esta estampita y, en el tour que realiza por las instalaciones del club contra el que juega el Betis, la deja en el vestuario del enemigo.Cada club tiene su teología, sus doctrinas y sus santos. Hace unas pocas semanas se salvó de un incendio —milagrosamente, según sus devotos— la imagen de San Judas Tadeo que se venera en el atrio de la Iglesia de San Antonio Abad, sede canónica de la Hermandad del Silencio. Este debería ser el santo más cercano al Betis, pues San Judas Tadeo es el santo de los imposibles. La devoción del Betis está basada en una fe inquebrantable, fruto de una experiencia —está sí empírica— de que el Betis es capaz de hacer el ridículo contra un equipillo de impronunciable nombre como el Mladá Boleslav y pasarla canutas en la Copa del Rey contra un Segunda RFEF como el Sant Andreu, pero puede poner contra las cuerdas al líder de la Liga e impedir que se vaya triunfante del Villamarín. Dos veces se puso por delante el Barça y dos veces empató el Betis, porque tuvo fe y siguió remando. El estadio volvió a llenarse, una vez más, con más de 50.000 personas de fe. Magna Fides Beaticae, la Gran Fe Bética, se hizo presente el sábado, a la misma hora en que el Cachorro y la Esperanza de Triana procesionaban por las calles de la muy barroca y fervorosa ciudad de la Gracia.

 

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