walter.hayley
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La asexualidad es una orientación más, algunos asexuales sí se masturban y tienen pareja. La abstinencia funciona como resistencia contra la violencia heteropatriarcal. El movimiento No sex es una revolución en marcha. “Es importante cuestionar y explorar nuestras experiencias y deseos, en lugar de sentir presión para ajustarse a las expectativas. El No sex puede ser una forma de respeto y de reevaluar nuestras relaciones”, dice la sexóloga Magali Croset-Calisto, autora del ensayo No sex, pequeño tratado de abstinencia y asexualidad (Carpe Noctem), donde muestra que es una cuestión personal cuyos códigos y comportamientos mutan. Como plantean Coralie y Jérémie, una pareja de asexuales, en una declaración recogida en el libro, concebimos el sexo sin amor, pero no el amor sin sexo, ¿acaso no es eso perturbador?
En el libro, afirma que no existe una definición única de asexualidad. ¿De qué manera es mutable y cómo evoluciona en cada individuo?
Es fundamental distinguir entre personas asexuales, abstinentes y el No sex, en el que incluiríamos a los dos anteriores. Ser asexual es una orientación, como ser heterosexual, homosexual o pansexual. Los asexuales no se sienten atraídos por otros; la abstinencia puede ser elegida o impuesta.
Los estereotipos rodean a estas categorías; en especial la asexualidad, cuya terminología —el prefijo “a” indica ausencia— no ayuda. Pero no sentirse excitado por otra persona no significa no masturbarse.
Este movimiento sigue suscitado reacciones negativas en aquellos que no lo entienden. Quizá ayudaría encontrar otra terminología para evitar el rechazo. Muchos médicos y sexólogos los patologizan. Pero la asexualidad, como cualquier orientación, debe ser respetada. Mi objetivo era demostrar que no acostarse con otra persona no es un problema.
La abstinencia es tabú. Se considera vergonzosa, pasajera, o incluso un problema mental. La sociedad culpabiliza a los abstinentes, cuando quizá sean más honestos y conscientes. ¿Qué opina de esta interpretación?
Afortunadamente, está cambiando. Muchas mujeres ya no consideran la falta de deseo un problema. Muchas de mis pacientes, sobre todo las más jóvenes, no vienen porque sea un problema, sino porque buscan la aceptación de sus parejas y la sociedad, una evolución impulsada por el MeToo. En 2023, un estudio del Observatorio de la Sexualidad en Europa demostró que el 64% de las europeas se sentían insatisfechas con sus relaciones sexuales heterosexuales. Hace años no lo habrían verbalizado.
¿Cómo ha contribuido internet a luchar contra la estigmatización de la asexualidad?
Los foros la han normalizado, mostrando que existen distintas formas. Además, series como Sex Education han abierto el diálogo. Es célebre el episodio en el que una alumna le dice a la sexóloga que no siente ganas de hacer el amor y que no quiere hacerlo nunca. La sexóloga le contesta que la suya es una orientación sexual y que debe ser respetada. Los medios de comunicación no hablaban hace 15 años de asexualidad o si lo hacían era para estigmatizarla. La tendencia ha cambiado.
Describe el movimiento No sex como una revolución marcada por el rechazo a las relaciones sexuales debido a factores como la saturación pornográfica o una intimidad heteropatriarcal y falocéntrica. ¿Qué lecciones puede aprender la sociedad de este fenómeno?
La recesión sexual evidencia la saturación del porno y las ansiedades relacionadas con el rendimiento. Ante lo que se conoce en psicología como el principio de placer, asistimos a un movimiento de autocuidado. Para sentir placer, debemos estar vivos, algo frágil debido a las crisis económica y medioambiental, las guerras, la incertidumbre. Primero nos enfocamos en estar vivos, en sentir que existimos, para después desplegar el principio de placer. De ahí, el movimiento de reconcentración, de autocuidado.
Las generaciones Y y Z son claves en el respeto por el No sex. ¿Cómo ayudan a luchar contra el modelo patriarcal?
Asistimos a una resistencia consciente e inconsciente, especialmente tras el MeToo. Se denuncian patrones que obviaron el consentimiento. Pasamos de un tabú a una especie de tótem: el No sex puede convertirse en un símbolo de respeto e igualdad en las relaciones humanas y sexuales. Hablamos de ausencia de actividad sexual y, sin embargo, muchas veces supone un activismo.
¿Mileniales y centennials guiarán el cambio?
Están mejor informados sobre la cultura de la violación gracias a libros, foros y redes. Esto incluye un aumento de la conciencia sobre la sumisión química, un tema que antes no se discutía.
¿Qué reflejan la tendencia del slow sex y el auge del tantra?
Se centra en el desarrollo de relaciones sexuales sin necesariamente buscar la penetración. Promueve una “desgenitalización”: el cuerpo como zona erógena. Su ritmo lento cuestiona el modelo de productividad. Permite experimentar nuevos tipos de orgasmos. Es slow sex es autocuidado, sensorialidad y conexión. Es una filosofía de vida.
¿Es la incomunicación la principal causa de los problemas en las parejas?
Sí. Es fundamental hablar de sexualidad desde el inicio y discutir las expectativas. Según avanza la relación, la sexualidad evoluciona: el diálogo es esencial para un vínculo sólido.
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En el libro, afirma que no existe una definición única de asexualidad. ¿De qué manera es mutable y cómo evoluciona en cada individuo?
Es fundamental distinguir entre personas asexuales, abstinentes y el No sex, en el que incluiríamos a los dos anteriores. Ser asexual es una orientación, como ser heterosexual, homosexual o pansexual. Los asexuales no se sienten atraídos por otros; la abstinencia puede ser elegida o impuesta.
Los estereotipos rodean a estas categorías; en especial la asexualidad, cuya terminología —el prefijo “a” indica ausencia— no ayuda. Pero no sentirse excitado por otra persona no significa no masturbarse.
Este movimiento sigue suscitado reacciones negativas en aquellos que no lo entienden. Quizá ayudaría encontrar otra terminología para evitar el rechazo. Muchos médicos y sexólogos los patologizan. Pero la asexualidad, como cualquier orientación, debe ser respetada. Mi objetivo era demostrar que no acostarse con otra persona no es un problema.
La abstinencia es tabú. Se considera vergonzosa, pasajera, o incluso un problema mental. La sociedad culpabiliza a los abstinentes, cuando quizá sean más honestos y conscientes. ¿Qué opina de esta interpretación?
Afortunadamente, está cambiando. Muchas mujeres ya no consideran la falta de deseo un problema. Muchas de mis pacientes, sobre todo las más jóvenes, no vienen porque sea un problema, sino porque buscan la aceptación de sus parejas y la sociedad, una evolución impulsada por el MeToo. En 2023, un estudio del Observatorio de la Sexualidad en Europa demostró que el 64% de las europeas se sentían insatisfechas con sus relaciones sexuales heterosexuales. Hace años no lo habrían verbalizado.
¿Cómo ha contribuido internet a luchar contra la estigmatización de la asexualidad?
Los foros la han normalizado, mostrando que existen distintas formas. Además, series como Sex Education han abierto el diálogo. Es célebre el episodio en el que una alumna le dice a la sexóloga que no siente ganas de hacer el amor y que no quiere hacerlo nunca. La sexóloga le contesta que la suya es una orientación sexual y que debe ser respetada. Los medios de comunicación no hablaban hace 15 años de asexualidad o si lo hacían era para estigmatizarla. La tendencia ha cambiado.
Describe el movimiento No sex como una revolución marcada por el rechazo a las relaciones sexuales debido a factores como la saturación pornográfica o una intimidad heteropatriarcal y falocéntrica. ¿Qué lecciones puede aprender la sociedad de este fenómeno?
La recesión sexual evidencia la saturación del porno y las ansiedades relacionadas con el rendimiento. Ante lo que se conoce en psicología como el principio de placer, asistimos a un movimiento de autocuidado. Para sentir placer, debemos estar vivos, algo frágil debido a las crisis económica y medioambiental, las guerras, la incertidumbre. Primero nos enfocamos en estar vivos, en sentir que existimos, para después desplegar el principio de placer. De ahí, el movimiento de reconcentración, de autocuidado.
Las generaciones Y y Z son claves en el respeto por el No sex. ¿Cómo ayudan a luchar contra el modelo patriarcal?
Asistimos a una resistencia consciente e inconsciente, especialmente tras el MeToo. Se denuncian patrones que obviaron el consentimiento. Pasamos de un tabú a una especie de tótem: el No sex puede convertirse en un símbolo de respeto e igualdad en las relaciones humanas y sexuales. Hablamos de ausencia de actividad sexual y, sin embargo, muchas veces supone un activismo.
¿Mileniales y centennials guiarán el cambio?
Están mejor informados sobre la cultura de la violación gracias a libros, foros y redes. Esto incluye un aumento de la conciencia sobre la sumisión química, un tema que antes no se discutía.
¿Qué reflejan la tendencia del slow sex y el auge del tantra?
Se centra en el desarrollo de relaciones sexuales sin necesariamente buscar la penetración. Promueve una “desgenitalización”: el cuerpo como zona erógena. Su ritmo lento cuestiona el modelo de productividad. Permite experimentar nuevos tipos de orgasmos. Es slow sex es autocuidado, sensorialidad y conexión. Es una filosofía de vida.
¿Es la incomunicación la principal causa de los problemas en las parejas?
Sí. Es fundamental hablar de sexualidad desde el inicio y discutir las expectativas. Según avanza la relación, la sexualidad evoluciona: el diálogo es esencial para un vínculo sólido.
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